Sábado, 7 de junio de 2008 | Hoy
EL PAíS › CARRERA IMPARABLE DEL PETRóLEO. 139 DóLARES EL BARRIL
Podría haber sido por las declaraciones del gobierno de Israel, amenazando con un ataque a Irán. Pero no hay semana en que no haya una excusa para que el crudo se dispare un escalón más arriba.
Por Cledis Candelaresi
El precio del crudo dio ayer un salto de más de 12 dólares y llegó a rozar el valor tope de 139 dólares el barril, para cerrar en el mercado neoyorquino apenas 3 dólares más abajo. Un record absoluto, que alienta la fantasía de que este valor no tiene techo. Es muy factible que la opinión sobre la “inevitabilidad” de un ataque a Irán del ministro de Transporte de Israel a cargo del gobierno, Shaul Mofaz, haya provocado este último salto abrupto, sólo una posta en la carrera ascendente. El petróleo cada vez más caro tiene un alto impacto fiscal para la Argentina, que cada vez debe destinar más recursos a los subsidios energéticos.
Perforó los 139 dólares en el mercado a futuros de Nueva York, donde se comercializa el WTI (West Texas Intermediate), la clase de crudo que se toma como referencia en el mercado local. Finalmente, cerró en 136,83 dólares en los Estados Unidos, mientras que en Londres el Brent se ubicó por encima de los 138 dólares. En cualquier caso, superó los 135 dólares el barril, que había sido el valor record hasta hace dos semanas.
El constante retroceso del dólar frente a otras monedas explica una parte de esta suba constante del petróleo. El área productora por excelencia tiene sus ingresos fijados en moneda estadounidense y por ello necesita incrementar la cantidad de billetes que recibe por lo que vende. Ayer, el dólar volvió a perder frente al euro y el yen, en parte por el debilitamiento de la economía norteamericana.
Esta pulseada de monedas se da en un marco de escasez creciente del producto, cuya oferta no puede crecer al mismo ritmo que la insaciable demanda. Con el horizonte de agotamiento del recurso para dentro de muy pocos años, hay especialistas que creen que ya se llegó al peak oil, o capacidad máxima de producción: después de los 84 u 85 millones de barriles por día actuales, sólo puede declinar. Producir más resulta cada vez más caro, ya que el seudoagotamiento de los pozos sólo puede revertirse con el uso de tecnologías muy onerosas. Esta ineludible condena a la escasez sensibiliza mucho un mercado ávido de crudo y promueve una suba inevitable del precio.
En este contexto internacional, cualquier tensión en la zona productora tiene fuerte impacto en los precios. Las declaraciones que ayer hizo Mofaz al advertir sobre la posibilidad de que Israel ataque las instalaciones nucleares de Irán fueron un empujón contundente. Otro puede que haya provenido de la amenaza de huelga de los trabajadores de Chevron en Nigeria, medida que haría menguar la oferta de barriles.
Junto al retroceso del dólar, un paquete que apuntala la escalada en el precio del crudo, hoy casi tres veces y media más caro que durante la Guerra del Golfo o cuando el ataque de los Estados Unidos a Irak. Por entonces, el barril llegaba a los 40 dólares.
La suba tiene consecuencias diversas en todo el mundo, todavía muy lejos de independizarse de los carburantes fósiles. Argentina está lejos de ser la excepción, en particular por los importantes recursos que destina a subsidiar al sector. A través de Enarsa, el Estado aplica varios miles de millones de dólares para importar gasoil, fueloil y, en menor medida, gas licuado de petróleo y propano.
El grueso de esos fondos estatales son una subvención para las empresas o usuarios locales. Ese combustible se utiliza para auxiliar a las generadoras térmicas de electricidad o para que las industrias reemplacen el gas (más barato pero escaso) por los líquidos que el Estado compra en el exterior. Desde que se elaboró el presupuesto nacional en curso, estos productos subieron al ritmo del crudo, sobrepasando altamente los recursos públicos presupuestados para esas compras.
Tampoco existe la alternativa de compensar ese esfuerzo fiscal con las retenciones sobre las exportaciones de hidrocarburos. Argentina prácticamente dejó de vender al exterior crudo y sus derivados y, en este escenario aciago, se encamina a ser una importadora.
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