Miércoles, 16 de julio de 2008 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Rubén Dri *
Hace unos cuantos días escribíamos “el golpe está en marcha” y luego, “el golpe sigue marchando”. Hoy, después de los debates en la Cámara de Diputados, ¿alguien que no esté directamente interesado en el mismo puede dudar de ello? Las corporaciones rurales que eufemísticamente se denominan “el campo” han expresado claramente que si las resoluciones de Diputados son convalidadas por el Senado, el problema no se resuelve y ellos vuelven al lockout.
De hecho, no era necesario que lo dijeran, porque ya volvieron al mismo, es decir, al corte abusivo de rutas, al matonismo al que nunca renunciaron, al amedrentamiento de los legisladores, al desabastecimiento, en una palabra a las acciones mediante las cuales quieren lograr el desgaste del Gobierno para finalmente someter al Estado. Esto es lo que en criollo se denomina “golpe”. En la jerga imperial se llama “golpe suave”, que, como afirma el politólogo norteamericano Gene Sharp, procede por etapas: ablandamiento, deslegitimación, calentamiento de calle, combinación de diversas formas de lucha para culminar con la “fractura institucional”. El orden de las etapas puede variar.
Los cuatro jinetes del Apocalipsis criollo y el ángel exterminador amenazan con un conflicto que no conoce límites de tiempo hasta lograr sus objetivos. Algunos pensaron que finalmente la Federación Agraria se despegaría de esta guerra contra el pueblo, ignorando que desde hace tiempo no representa a ningún pequeño productor, sino a rentistas que tienen los mismos intereses que los de la Sociedad Rural.
Buzzi, el presidente de la Federación Agraria, expresó, con relación al pasado golpista, incluido el genocidio de la pasada dictadura militar, que no le interesaba el pasado de la Sociedad Rural, sino el presente. Efectivamente, en el presente coinciden plenamente en la agresión al pueblo que debe terminar, según ellos, con el sometimiento del Estado.
En esto es necesario no volverse a equivocar. No es haciendo concesiones como se va a desactivar el conflicto. Cada vez que el Gobierno hizo una concesión, los jinetes redoblaron la apuesta, y en esto se destaca nítidamente el que jinetea a la Federación Agraria, azuzado siempre por el ángel exterminador. La única manera de hacerlos retroceder es mediante la movilización popular que, por otra parte, requiere del Gobierno serios compromisos con los sectores populares, con los cuales tiene diversas deudas pendientes.
El movimiento golpista liderado por los cuatro jinetes es la ofensiva de la nueva derecha que en toda Latinoamérica lleva adelante en contra de los procesos populares que, de una u otra manera, han avanzado significativamente en todos los países, reaccionando en contra de los programas neoliberales que nos han condenado a la miseria.
A ello no es ajena, de ninguna manera, la presencia de la IV Flota en las aguas latinoamericanas. Estados Unidos, como lo señalara la periodista e investigadora Stella Calloni, tiene como plan estratégico recolonizar América latina. El empantanamiento que sufrieron sus tropas en Irak retrasó sus propósitos recolonizadores y ahora se encuentra en un apuro debido a los avances populares latinoamericanos. De ahí el envío de la IV Flota.
No estamos hablando de un complot tramado en la oscuridad, sino de una confluencia de intereses. El imperio y la nueva derecha confluyen en la necesidad de terminar con los avances populares latinoamericanos y reinstalar el más crudo neoliberalismo que tan buenos dividendos les ha dado en el pasado próximo. La IV Flota nos vigila, dispuesta a intervenir cuando lo crea necesario, las corporaciones agrarias se mueven agresivamente, la mayor parte de los grandes medios de comunicación propagandizan el lockout como si fuese una patriada y lo más impresentable de los políticos profesionales esperan pescar a río revuelto.
Es absolutamente necesario frenar esta ofensiva de una derecha neoliberal que no cesa de actuar agresivamente en su plan de provocar finalmente el sometimiento del Estado y la consecuente implantación de un neoliberalismo que les deje las manos libres para sus negocios sin ningún tipo de control.
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