Miércoles, 16 de julio de 2008 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por J. M. Pasquini Durán
Al Senado le toca decidir hoy la suerte inmediata de la ley de retenciones móviles a las exportaciones de algunos granos, ya que puede completar la media sanción de Diputados, modificarla o rechazarla. No importa cuál sea la decisión será respetada por el Poder Ejecutivo, según anunció ayer, en un mitin frente al Palacio Legislativo, el presidente pejotista Néstor Kirchner, en nombre de su esposa, la presidenta Cristina de los argentinos. Las entidades rurales, por su parte, apelarán ante la Corte Suprema si la ley queda aprobada, además de recitar estrofas del Himno y del preámbulo de la Constitución, tal como hicieron ayer en su concentración palermitana. Los dos actos fueron tumultuosos y masivos, aunque una mirada escrutadora podía advertir ciertas diferencias sociales y netas distinciones políticas.
A favor de los ruralistas hay que anotar un porcentaje más caudaloso de clase alta, pese a que tuvieron el aporte de la Corriente Clasista y Combativa (CCC), piqueteros influenciados por el Partido Comunista Revolucionario (PCR), y de la flamante agrupación sindical encabezada por el gastronómico Luis Barrionuevo, además de dirigentes partidarios de la oposición como Elisa Carrió, Patricia Bullrich y Gerardo Morales, entre otros. En Congreso estaban las tradicionales bases del peronismo de los sindicatos y los barrios, pero también las franjas progresistas de las clases medias, núcleos intelectuales y ciudadanos independientes que, más allá de los juicios críticos sobre aspectos parciales de la gestión de gobierno, demandan respeto para las decisiones democráticas de las urnas. La notable presencia de jóvenes de ambos sexos fue una nota destacada tanto en Congreso como en Palermo, lo que es auspicioso para las expectativas de indispensable renovación de cuadros, tanto en un bando como en el otro.
Los discursos repitieron los argumentos usuales. Kirchner realizó el consabido balance de la obra realizada desde el gobierno en los últimos cinco años y a la manera del flower power prometió paz y amor, sin violencias y, si fuera necesario, disposición para ofrecer la otra mejilla a los violentos de la oposición, cuyos antecedentes ubicó en 1955 y en 1976, dos momentos trágicos para todo argentino de buena ley. Hizo hincapié en la consigna que ilustraba el palco central, “más democracia en defensa de la mesa de los argentinos”, como para recordar los efectos del lockout desabastecedor promovido por la Sociedad Rural y sus aliadas. No fue una de las mejores piezas oratorias del ex presidente ni la más inspirada, pero cumplió con la ocasión.
Por el lado de la coalición opositora, los cinco mensajes escuchados (como los tres mosqueteros que eran cuatro, las entidades agropecuarias son cuatro pero hablan cinco, incluido Minga De Angelis que ya nadie aclara a quién representa) tuvieron la misma sustancia, con una retórica desangelada con pinceladas de previsible demagogia, cada cual a su manera: contrarrestar las críticas recibidas por sus responsabilidades en el desabastecimiento, la facilitación de las especulaciones inflacionarias y los propósitos “destituyentes”, entre otros. Pese a las protestas de ingenuidad y a la pretensión de pasar por labriegos esquilmados por la avaricia fiscal, la misma lógica extorsiva que inspiró el lockout sigue predominando en la construcción discursiva de estos cinco hombres que no podían disimular la emoción ante el paisaje de esa audiencia multitudinaria. Igual que la fama mediática, el deseo de conservar adhesiones masivas puede descarrilar el sentido común de cualquier hombre público, en especial si no existe una cultura forjada en la práctica democrática, pese a que esas dos palabras eran repetidas por el quinteto como un conjuro. Entre los oyentes estaba el falso ingeniero Juan Carlos Blumberg, preñado de nostalgias, casi seguro, por aquellos momentos de efímero liderazgo que él no pudo retener.
Cuando el Senado vote, el escrutinio acentuará, sin duda, algunos de los rasgos que tuvieron las movilizaciones de ayer, para mejor o para peor. Pese a la diferencia de intenciones, de todos modos fue una jornada meritoria, porque confrontaban ideas, sin agresiones físicas, y decenas de miles de ciudadanos tuvieron la oportunidad de expresar sus opiniones de viva voz y en libertad. Al comienzo de la vigilia nocturna, los jóvenes en Congreso encendieron velas con las que formaron la palabra “paz”. Buen cierre para un día de inusitada temperatura veraniega.
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