Rubén López es hijo de Jorge Julio López. A dos años de la desaparición de su padre y sin noticias de su paradero, cree que está vivo. Desde su lugar, pidió que se investigue a quienes debieron cuidar a su padre y dice que “siempre hay una pequeña esperanza”.

–¿Cómo llegó a los dos años?

–Con angustia, con preocupación, con impotencia, con ganas de encontrar a mi viejo. Son muchas sensaciones encontradas. Como siguen llegando llamadas al 911, siempre hay una pequeña esperanza. No sé si decirle que es “por suerte” o para bien o para mal; pero no hay un dato preciso y exacto que diga que mi viejo no está con vida. Para algunos funcionarios es un expediente más, el tema es ése: yo lo voy a seguir buscando con mi vida y voy a tratar de encontrarlo.

–¿Está revisando la causa?

–Prácticamente sí, pero aparte la viví. Viendo hacia atrás, uno trata de ver ahora a qué se le dio importancia y a qué no.

–¿Un ejemplo?

–El allanamiento tan famoso de Atalaya: durante varios días se siguió esa pista que no arrojó ningún resultado. Hubo cosas irregulares y mientras que en 15 días se descubría un supuesto pase en la frontera de Misiones.

–Ahora pidió que se investigara a quienes debían ofrecerle seguridad.

–Nos preguntamos quién debería haber cuidado a mi viejo. Uno ve en las series norteamericanas que las pruebas las guardan hasta 20 años. Y están en un lugar donde se guardan. Mi viejo era una prueba y nadie lo cuidaba. Y yo me pregunto quién debería haberlo cuidado.

–¿A quiénes apuntan? ¿Cuestionan el rol de los abogados de los organismos de derechos humanos?

–No hablemos de los organismos sólo, están el presidente del tribunal, la Justicia federal, el fiscal que llevó la causa o el Estado que proporcionó que estos juicios se llevaran adelante.