Desde San Salvador

Las agendas diplomáticas se establecen con anticipación, el debate se ajusta al tema acordado, las opiniones de los presidentes profundizan declaraciones previas de sus cancilleres. La lógica habitual de las cumbres de jefes de Estado busca limitar al mínimo lo imprevisible. Se trata de un mecanismo protocolar que permite atenuar las diferencias y ampliar las posibilidades de consenso en foros multitudinarios. Pero a veces el azar –o digamos mejor la crisis global– mete la cola. Y todos los planes, las prevenciones, pasan a mejor vida. Eso pasó con la Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado que se está realizando en la hipercustodiada capital salvadoreña. Convocada para discutir sobre los tópicos “Juventud y Desarrollo”, la cumbre se transformó en una plataforma de discusión sobre los efectos de la crisis económica. El cambio de agenda fue inevitable, los primeros en registrarlo fueron los diarios salvadoreños. “Iberoamérica dividida por crisis financiera”, tituló La Prensa Gráfica.

La división de la que hablaba el matutino es una histórica puja ideológica. Si ante la crisis económica se debe impulsar una mayor intervención del Estado en la economía, o si por el contrario hay que evitar “el intervencionismo y las acciones estatizantes”. El debate se vio reflejado en un Foro Empresarial que se organizó como parte de la cumbre, en el que participó Enrique Iglesias, secretario general iberoamericano. La Argentina fue mencionada como caso emblemático. Además de aparecer en todos los diarios, la decisión de estatizar las AFJP por parte de la presidenta Cristina Kirchner fue considerada por los hombres de negocios de Centroamérica como un ejemplo de lo que no se debe hacer.

Desde 1989, El Salvador es gobernado por el partido de derecha Arena, cuyo fundador –el fallecido Roberto d’Aubuisson– fue artífice de los escuadrones de la muerte que combatían al Frente Farabundo Martí. El FMLN abandonó la lucha armada en 1992. Entonces se lanzó de lleno a la competencia electoral: ganó la alcaldía de San Salvador, perdió ya tres elecciones presidenciales. Las encuestas le pronostican buenas chances en el próximo turno, en el que llevará como candidato a Mauricio Funes, un ex periodista. Tanto desde la TV como en solicitadas en los diarios, los partidos de derecha acusan a Funes de ser aliado del mandatario venezolano Hugo Chávez. “¿Quieres que El Salvador se convierta en Venezuela?”, se pregunta uno de los spots que se repiten a cada rato en las pantallas.

Como en toda cumbre iberoamericana, España tendrá aquí un protagonismo especial. De hecho, la creación de estos foros fue una iniciativa ibérica pensada para mantener su influencia sobre la región y, cómo no, velar por los intereses de sus empresas allende los mares. La llegada de los reyes, recibidos con toda la pompa por el presidente anfitrión Elías Saca, reflejó la importancia que Madrid les da a estos encuentros. Esta vez Juan Carlos de Borbón no tendrá a quien reprender, como sucedió en la última cumbre con el famoso “por qué no te callas”, ya que Chávez desistió de asistir. El venezolano alegó fallas en la seguridad. Aunque sea el peso pesado de estos foros, España se encontró en El Salvador con una paradoja algo incómoda. Tres de los países participantes –Brasil, México y Argentina– están invitados a la cumbre del G-20 que se realizará el 15 de noviembre en Washington para discutir medidas globales ante la crisis. España, por decisión de George Bush, no fue incluida en la convocatoria.

Ni lerdos ni perezosos, los diplomáticos españoles están tratando de convencer a las delegaciones para que suscriban un documento que apoye el derecho del jefe de Estado español José Luis Rodríguez Zapatero a asistir a la cumbre. La promesa de España es que si los países latinoamericanos lo apoyan, ellos impulsarán ante el G-20 las conclusiones que alcancen aquí los presidentes de América latina.