Sábado, 20 de diciembre de 2008 | Hoy
- Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo: “¿Quién repara el hecho de haber dado libertad a veinte genocidas? Nosotros somos gente gastada y esto nos puso muy mal. Es poco serio lo que hizo la Justicia. Jugaron con fuego. Hay que buscar estrategias lícitas y constitucionales para cortar los plazos, porque los acusados no tienen una vida eterna”.
- Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo: “Vamos a ir a la casa de los jueces, les vamos a pintar las casas, a los hijos, a las mujeres y a toda la familia, no los vamos a dejar vivir. No se la van a llevar de arriba”.
- Juan Cabandié, legislador porteño nacido en la ESMA: “Es una trompada al corazón. Esta familia judicial mezquina, corporativa, tiene que romper con estas estructuras. Aunque hay ejemplos honrosos de miembros del Poder Judicial que ven desde otro lugar la administración de justicia”.
- Ragmar Hagelin, padre de Dagmar, la joven sueca secuestrada en enero de 1977: “Son dos cachetazos en las dos mejillas del pueblo argentino. Son las incongruencias que todavía muestra Argentina al mundo. Lo que me llama la atención es por qué estos jueces que recurren a ciertos resquicios jurídicos para liberar a criminales de lesa humanidad, no usaban estos resquicios de la Justicia en los años de la dictadura para proteger a los secuestrados, torturados y desaparecidos. Distintas razones han impedido hasta ahora depurar como corresponde el sistema judicial de jueces de la dictadura y, además, no proveerles a los jueces decentes los medios necesarios para que avancen decididamente”.
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