EL PAíS
Lula no quiere un casi cambio y lo apoyan 6 o 7 de cada 10
Una encuesta a la que tuvo acceso Página/12 da a Lula el 64,5 por ciento de los votos válidos, frente a un 35,5 de Serra. El oficialista llama a la imposible tarea de dar vuelta el partido en el último segundo. El petista agradece y pide que nadie se duerma.
Por Martín Granovsky
“De la misma forma que vos querés ser feliz, y no casi feliz, Brasil precisa un cambio, y no un casi cambio”, dice Lula mirando a la cámara. “Con que cada votante consiga otro voto, las cosas van a modificarse”, dice José Serra. Lula sonríe. Serra trata. A uno le sale fácil y a otro no. Son tipos distintos. Pero además están los números: una encuesta a la que tuvo acceso Página/12 le da a Lula el 64,5 por ciento de los votos válidos para las elecciones de mañana.
El sondeo fue realizado por Campus, el Centro de Estudios Sociodemográficos e Investigaciones de Opinión que dirige el argentino Diego Brandy, y el Centro de Investigaciones en Estadística Aplicada de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. En uno de los pocos casos de interés argentino por Brasil o viceversa. El otro es el Instituto de Estudios Brasileños de la Universidad de San Martín, que en 1999 llevó a Lula por primera vez a la Argentina.
Según la consulta, Lula obtendría el 60,3 por ciento de los votos, pero si se descuentan los votos en blanco y se proyecta el pequeño porcentaje de quienes declaran estar indecisos (el 4,1 por ciento), el candidato del Partido de los Trabajadores llega al 64,5.
Serra, dos veces ministro de Fernando Henrique Cardoso, tiene el 32,2 por ciento de intención de voto, que llegaría al 35,5 por ciento.
La diferencia es enorme. En la primera vuelta, el 6 de octubre pasado, Lula dobló a Serra: 46 contra 23 por ciento. Para el ballottage evidentemente Serra logrará descontar algo de la tremebunda ventaja, pero de ninguna manera le bastará para salvar algo más que el honor.
El estudio revela que a Lula le va mejor en las ciudades grandes que en las pequeñas, y mejor con los hombres que con las mujeres. Por edad, sus electores están más bien entre los menores de 45. La encuesta se realizó en 47 ciudades de Brasil con 2069 casos y un margen de error de un 2 por ciento hacia arriba o hacia abajo.
Con estos números, el PT se desvive para que nadie deje de votar y los propios militantes estén concentrados. La meta es un empujón final para su candidato José Genoino en San Pablo (su chance es difícil) y para que Tarso Genro logre que el PT retenga la gobernación de Rio Grande do Sul (también en pelea complicada por el candidato oficialista). La publicidad, casi en rap, canta: “Marque trece y confirme, marque trece nuevamente”. La votación en Brasil es electrónica y cada candidato tiene foto y número. El primer 13 es el de Lula, a presidente. El segundo 13 corresponde al ex guerrillero Genoino, que aparece con su esposa Rioko, de origen japonés, para gobernador.
Los dos candidatos aprovecharon anoche los espacios políticos gratuitos de la televisión. El primer turno correspondió a Serra. Una cámara surca las nubes, sorteándolas, entre el cielo libre. Una flaca interesante vestida de campera de jean y remera amarilla sonríe y pide el imposible de que cada uno consiga un voto más. (Este enviado aclara su racinguista imparcialidad en el clásico de mañana, pero la objetividad periodística obliga a informar que Serra usa los colores de Boca y Lula los de River, por la bandera del PT, que es roja con la estrella en blanco. Los lectores son libres de hacer las asociaciones que correspondan, a favor de uno u otro, allí y aquí.) La flaca sale de escena y aparece la familia Nicolau. El padre consigue el voto de un amigo. La mujer también. La chica manda mensajes por Internet. Y el más garoto aparece con banderas. Después, pelotas de fútbol, muchas pelotas, siluetas de jugadores, disparos a la cámara, penales, tiros libres, gambetas. Y lo obvio: “El domingo, Brasil tiene el desafío de cambiar el juego”. Suena un poco gracioso: el encargado de cambiar es el candidato oficialista, el mismo que acaba de definir como “razonablemente bueno” el desempeño del actual equipo económico.
“Hay que ir del dólar nervioso al real fuerte”, dice el candidato de Cardoso.
“A los 45 minutos del segundo tiempo, todavía se puede cambiar”, asegura con lógica de fanático y conocimiento del supremo placer de dar vuelta un partido en el último minuto. “Con su voto más uno es victoria”, dice Serra mirando a cámara. Que es como decir: “Si ganamos no es derrota”. Fin.
No hay ni un segundo de publicidad y entra el programa gratuito de Lula. Dos locutores, hombre y mujer, vestidos de blanco, puros, sobre un piso de estrellas blancas de cinco puntas. Lucen rápidos, nerviosos. Y dan cifras sobre la actividad de Lula como candidato.
–En los últimos meses su vida ha sido viajar y viajar –dicen–. Visitó 93 ciudades. Cubrió 147 horas en avión y recorrió en kilómetros el equivalente de dos vueltas al mundo.
Mensaje: Lula puede ser un presidente activo. Es obrero metalúrgico pero viaja en avión.
La locutora elogia la sensibilidad de Lula “para cuidar a las personas, para darles apoyo”. La cámara muestra a Lula filmando sus publicidades de campaña.
–¿Ahora? –pregunta Lula antes de la orden de “acción”. Está sonriente. –Ahora –dice el director. Lula está igual de sonriente.
Mensaje: Lula es auténtico, no hay nada de cáscara inventada ni de Ray Coniff de la izquierda, como satiriza el serrista O Estado al candidato del Partido de los Trabajadores.
Aparece Lula. “En mi último programa no puedo dejar de presentar a los que me ayudaron.” Aplausos. Nombra a su mujer, Marisa, y le da un beso en la frente. Aplausos. A José Dirceu, presidente del PT y coordinador de campaña. Saludos al público. (Dirceu fue el que llevó a la práctica la estrategia de Lula de llegar a conseguir 2500 concejales en todo Brasil, base de la expansión política del PT.) Gracias a intendentes y parlamentarios. Se ve la figura rubia de Marta Suplicy, la psicoanalista ex sexóloga que gobierna la ciudad de San Pablo. Gracias a los que hicieron los programas de radio. Saludan unos gordos simpáticos. Y a los de la tevé. Speech final: “Aplausos para ustedes, mis amigos de todo Brasil. Me gustaría decir muchas gracias. Si Dios quiere, ésta será una campaña victoriosa. Mi parte en la campaña ya está hecha. Ahora viene la parte de ustedes. Salgan a las calles, llevando a su mujer, a sus tíos, a su enamorada a las calles para pedir el voto. Saben que vamos a enfrentar muchas dificultades. Pero este país tiene más fuerza de la que parece. Muchas veces para el pueblo elección fue sinónimo de decepción. Pero confíen en mí. No dejen de votar. No vuelvan a su casa sin votar. Tienen que votar para que en el futuro puedan contar a sus hijos y sus nietos que una vez ustedes también ayudaron a cambiar la historia de Brasil”.
Avanza un contingente de embarazadas, vestidas de blanco. Suena Bolero, de Ravel.