Jueves, 30 de abril de 2009 | Hoy
EL PAíS › AUNQUE NO SE TRANSMITE POR LA CARNE, BAJó LA VENTA DE CERDO EN ALGUNAS CARNICERíAS
La industria de la carne porcina reclama aquí y en otros países denominar de otra manera a la gripe para que no se instale la idea de que ese producto puede transmitir el virus de la influenza. Testimonios de carniceros porteños.
Por Emilio Ruchansky
Los carniceros locales quieren sacar al chancho del medio y no están solos en esta cruzada. Los productores de cerdo de Brasil, Estados Unidos, México y de la Unión Europea pidieron ayer cambiar el nombre de “gripe porcina” por cualquier otro, sea “gripe mexicana”, “nuevo virus” o “influenza norteamericana”. Desde la Comisión Europea de sanidad, por ejemplo, aclararon que “se trata de un virus humano y no de una enfermedad animal”, y que conviene evitar los malentendidos para no perjudicar a la industria. Lo mismo piensan en la Cámara Argentina de la Industria de Chacinados y Afines y en la Unión de la Industria Cárnica Argentina. En algunas carnicerías porteñas descendió la venta, pero no el precio. “Si lo bajamos, van a pensar que algo malo hay y va a ser peor”, explicó ayer un carnicero de Recoleta a este diario.
Las dos entidades nacionales propusieron “influenza de América del Norte” como reemplazo para que no se vincule esta enfermedad con el chancho que se comercializa para consumo humano. “Sería lo lógico”, aclararon, porque en el pasado muchas epidemias de origen animal derivaron en topónimos: influenza española (1918) o influenza asiática (1957-58). Además, refieren que en un informe reciente de la Organización Mundial de Sanidad Animal fechado en París se afirma que el virus no fue aislado en animales hasta el momento. “Es decir, no existe evidencia de que el virus sea transmitido por alimentos”, señalaron las entidades argentinas.
A pesar del debate y de reclamos como el del viceministro israelí de Salud, el ultraortodoxo Yaakov Litzman, que prefirió hablar de “gripe de México” para no tener que pronunciar la palabra “cerdo” (animal considerado impuro en la religión judía), la OMS insiste en mantener el término “gripe porcina”. Y las consecuencias están a la vista. Ayer, mientras muchos activistas conmemoraban el Día del Animal, el presidente de Egipto, Hosni Mubarak, ordenó sacrificar toda la población porcina de su país. Sin embargo, toda esta carne y sus productos serían conservados y vendidos al público. Vale aclarar: la mayor parte de los egipcios son musulmanes, por lo que no comen esta carne, que será ofertada como de costumbre a la minoría cristiana.
Por estas tierras las cosas no llegaron a tanto. Página/12 visitó dos carnicerías ubicadas en los extremos de la ciudad: Constitución y Recoleta. “Nadie dice nada”, fue lo primero que contestó Pedro, detrás del mostrador de Carnicería San Juan, en Garay 1264. En este barrio del sur porteño comer cerdo siempre fue un lujo, por eso este carnicero aseguró que sólo vende siete kilos de pechito y carré a la semana “y a los mismos clientes”. Ambos cortes cuestan 15 pesos el kilo.
“Tampoco bajó el precio en el matadero, ahora, si se aparece algún caso confirmado, seguro que no vendemos más”, continuó el carnicero. “¿Y qué va a hacer si no vende?”, le preguntó este cronista. “Y... lo que no se vende se come”, respondió Pedro, que rara vez come cerdo, “sólo cuando toca”. Luego insistió en que “por ahora está todo quieto” y al final se delató: ayer almorzó carré de cerdo.
En Recoleta el panorama era totalmente distinto. Sobre Peña 1583, Manuel, el carnicero, afirmó que la gente del barrio “tiene una psicosis”. La venta bajó más de la mitad. “El otro día vino una señora contando que le regalaron un carré de cerdo traído del campo y que le daba una pena bárbara porque lo tenía que tirar. No hubo forma de explicarle que no tenía por qué”, dijo Manuel. Mario, su colega detrás del mostrador, contó que ayer no se vendió ni un gramo de chancho.
La carnicería vende entre 25 y 30 kilos de esta carne por semana. Los cortes son carré, costillas, matambrito y pechito y cuestan en promedio 24 pesos por kilo. Ninguno de los dos carniceros terminaba de entender por qué tamaño fracaso si en el hipermercado que está a la vuelta no se retiraron productos derivados (como se rumoreó en un momento) y no bajaron las ventas. De lo único que están seguros es de no bajar los precios de esa carne, que puede durar entre 10 y 12 días en la cámara frigorífica. “No sirve hacerlo”, dijo Manuel, porque la gente sospecha que hay algo detrás y porque los proveedores tampoco bajaron el precio.
Los vecinos de este barrio acomodado no hicieron preguntas, simplemente dejaron de comprar. Hubo sí quien prefirió pasar por ignorante que por soberbio y quiso saber si el cerdo venía de México o si se puede infectar comiéndolo. Los dos carniceros reconocieron que no se pueden evitar las pérdidas, al menos hasta que las cosas vuelvan a la normalidad. “Nos vamos a tener que comer lo que sobra”, dijo Mario, sonriente.
Su compañero Manuel no perdía de vista un trozo de costilla de cerdo. Era la única carne de chancho exhibida en el mostrador, había entrado el día anterior y el hombre ya lo estaba mirando con cariño. “Si no lo vendo antes del martes que viene, me lo como a la plancha, con una ensalada mixta”, confesó al rato.
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