EL PAíS

La sesión de las versiones

 Por Mario Wainfeld

La victoria de la oposición se labró en las urnas y se consolidó en las tratativas previas a la sesión preparatoria. El oficialismo buscó los apoyos, como tantas veces, pero nunca en las semanas precedentes llegó a sumar los votos necesarios. El poder y el éxito imantan; a medida que se marcaba la tendencia, las diferencias aumentaron. El miércoles a la noche, con la certeza compartida acerca de cuántos había de cada lado, las partes se sentaron a negociar.

Una negociación no es una tertulia, ni un juego floral: transcurre en un contexto previo en el que se signa el poder relativo de cada cual. Las tratativas, terminadas a primera tarde del jueves, llegaron a un nivel de minucia asombroso y limaron las apetencias más febriles de algunos dirigentes y columnistas mediáticos. Ese acuerdo es el que se votó de modo unánime en el recinto. Este cronista dialogó con diputados radicales, de centroizquierda y kirchneristas, todos coinciden en que el acuerdo jamás se rompió. Eso explica la anuencia mayoritaria a conceder un cuarto intermedio, a prolongarlo de facto y la continuidad de las innumerables reuniones desarrolladas en el despacho de Eduardo Fellner, en los pasillos y en el propio recinto.

Un ripio surgió cuando los opositores tradujeron lo conversado en una planilla que detallaba la composición de las comisiones. En el Frente para la Victoria (FpV) detectaron que los papeles distorsionaban el pacto, en su detrimento. Los opositores reconocieron que habían incurrido en un error, sin convencer a todos sus colegas adversarios. En las horas siguientes ocurrieron peripecias, signadas por la mutua desconfianza, la existencia de halcones y palomas en ambos sectores y el nerviosismo.

El bloque dilató su entrada al recinto, un paso en falso, dado que la suerte estaba echada. Agustín Rossi, su presidente, explicaba que necesitaba una aprobación de la Presidenta, demorada por un acto. En la oposición y en medios audiovisuales cundió la versión de un veto de Néstor Kirchner. Los operadores del FpV lo niegan, aseguran que el ex presidente no intervino en el trámite, que conducía Cristina Fernández de Kirchner. Asimismo refutan que Kirchner haya retado acremente a Rossi y éste amenazara con renunciar.

En la reunión que mantuvo con sus compañeros de bancada, informan varios, el ex presidente no mentó el tema.

Diputados del PRO, la Coalición Cívica y algunos del peronismo federal entendieron que el kirchnerismo había roto el pacto y amañaba una maniobra para pudrir la sesión. Exhortaron a darlo por caído e ir por todas las autoridades de la Cámara. El presidente del bloque radical Oscar Aguad les respondió, a instancias de Eduardo Macaluse, que Rossi le transmitía la vigencia del acuerdo y le pedía tiempo. Los diputados de centroizquierda y los radicales consideraron inicuo cerrar las tratativas y desconocer lo acordado. Las divergencias en la oposición no terminaban allí. Francisco de Narváez le recriminó a Felipe Solá la facilidad con que “bajó” a Alfredo Atanasof de la segunda vicepresidencia a la tercera. Malició que Solá lo había hecho sin padecer. No le faltaban motivos, el ex gobernador aborrece a Atanasof, a quien imputa de haberle hecho la vida imposible “por arriba y por abajo”: desde el gobierno nacional duhaldista y en su condición de referente del sindicato de municipales bonaerenses. Elisa Carrió, Federico Pinedo y los suyos recriminaron a Aguad su transigencia con el oficialismo.

En el bloque del FpV también costaba mantener a la tropa. Un diputado de centroizquierda escuchó una confesión de Eduardo Fellner. Le comentó que debía dar cada paso negocial con cautela pues quedaba expuesto a la suspicacia con sus compañeros: el acuerdo incluía su reelección como presidente del cuerpo. Una de las principales espadas del oficialismo asume que a sus compañeros de la vieja camada le costaba adaptarse al nuevo escenario, los recién incorporados se mostraron más dúctiles.

Con idas y venidas, se dejaron de lado las planillas, se postergó el debate detallado de la integración de las comisiones. Se aprobó el acuerdo, que traducía la victoria opositora y reconocía reclamos del oficialismo. En el camino, el FpV cuestionó el modo de votarlo, que desafiaba la reglamentación vigente. Tenía su razón, pero la argüía en un momento de baja audibilidad: la legalidad era muy sutil para el gran público y cedería al peso del número. Para un kirchnerista con largo protagonismo y millaje que conversó con este diario, ese fue el segundo error de la velada, era de balde. Seguramente influyeron la tensión acumulada, un grado de mufa y el afán de mostrarse beligerantes ante Kirchner.

Con todas esas vicisitudes, en la sesión hubo pasables respeto y decoro. En pocas horas se consagró lo establecido. Los dividendos del resultado no se repartieron de modo igualitario en el Grupo A. El radicalismo fue el protagonista excluyente, en la Coalición Cívica y el peronismo federal hubo rezongos surtidos. De ese malestar derivó que la tercera vicepresidencia quedara vacante. Cuentan allegados a sus compañeros de ruta que Atanasof la menoscabó por tener sólo ocho designaciones de asesores y un despacho muy chico.

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