EL PAíS
Los científicos creen que clonar es fácil y peligroso
Por Pedro Lipcovich
La clonación llegó para quedarse: esta fórmula –no en el tono del entusiasmo sino en el del realismo– puede reflejar el clima que Página/12 encontró entre los especialistas tras el anuncio de la primera niña que es gemela de su madre. La declaración de los raelianos aún no está confirmada pero, si no ellos, otros lo harán pronto, o tal vez otros ya lo hayan hecho en secreto, y es así por dos motivos. Primero, porque la técnica para la clonación reproductiva humana no es exactamente revolucionaria sino muy similar a una de las que se aplican cotidianamente en centros de fertilización asistida en muchos países, por ejemplo la Argentina. El segundo motivo es que existe un innegable mercado potencial donde podrían darse cita el dolor de algunas personas por la muerte de un hijo pequeño, la frustración del hombre que no produce espermatozoides o el delirio del grupo que quiera inmortalizar a su líder. En todo caso, y además del sesgo siniestro que esta práctica evoca en sí misma, su presente ejercicio plantea inquietudes gravísimas: los expertos coinciden en que, dado el estado actual de la técnica, el riesgo de malformaciones y enfermedades postnatales es elevadísimo, tanto como que puede afectar a más de la mitad de los nacidos vivos.
“Tal vez esta fecha se recuerde como la de una revolución en la historia de la especie humana: el primer caso de reproducción asexual y el primero en que un hermano gemelo nace con muchos años de diferencia respecto del otro hermano; sin embargo, el anuncio de Clonaid es dudoso y lo será hasta que presenten los perfiles genéticos que muestren la identidad del clonado y el donante”: así resumió su opinión José Cibelli, el argentino que dirige el área de biología celular en la firma Advanced Cell Technology, dedicada a la clonación terapéutica (“No nos interesa reproducir seres humanos sino tejidos para implantarlos en la misma persona y curar enfermedades como la diabetes o el Parkinson”).
De todos modos, “la clonación humana es una técnica suficientemente sencilla como para que pueda desarrollarse en cualquier laboratorio preparado para hacer fertilización in vitro”, observó Cibelli. La metodología disponible para clonar humanos es la que ya se utiliza para animales a partir de la célebre oveja Dolly, en 1996: se toma un óvulo y se le quita el núcleo, que contiene el material genético; se toma una célula del animal o –desde ayer– de la persona que se va a clonar (es fácil obtenerla de la piel) y se la fusiona con aquel óvulo, de modo que su núcleo reemplace al que se había retirado; así se forma un embrión sintético que, implantado en un útero, dará lugar a un nuevo individuo. “Es como hacer una persona ‘de gajo’, comentó Lino Barañao, profesor de la UBA, investigador del Conicet y uno de los científicos que participaron en la obtención de la oveja Pampa, clonada este año en la Argentina.
La técnica es notablemente parecida a una de las de uso ya habitual en fertilización asistida, denominada inyección intracitoplasmática de espermatozoide”; la diferencia es que, en ésta, el núcleo del óvulo no se retira y sus genes se unen con los de la célula germinal masculina.
Sin embargo, en el estado actual de la técnica, nacer por clonación no es lo más recomendable: “El treinta por ciento de los animales muere tempranamente y otro 30 por ciento sólo puede sobrevivir mediante tratamiento intensivo –precisa Barañao–. Las causas todavía no están del todo claras pero lo cierto es que, en la clonación, una célula que cumple funciones específicas, por ejemplo en la piel, debe ser reprogramada para volver a cero y convertirse en célula embrionaria: la reprogramación puede resultar perfecta en el 99 por ciento de los genes pero fallar en uno, provocando anomalías que tal vez se descubran tardíamente”.
Tratándose de animales, no importa pagar este precio si la recompensa es un ejemplar que produzca en su leche un medicamento capaz de salvar miles de vidas. Pero, tratándose de seres humanos, “es criminal –afirmó Cibelli–: por eso los intentos de clonación reproductiva merecieroncondena unánime y ningún grupo serio en el mundo trata de concretar clonaciones de personas”.
Sin embargo Marcelo Rubinstein, profesor de la UBA e investigador del Conicet, señaló que “aunque los raelianos sean poco creíbles, la clonación humana es innegablemente posible”. Rubinstein se fundó en dos argumentos, de los cuales uno es tecnológico y el otro concierne, digamos, a la condición humana. En el orden de la técnica, “la micromanipulación de embriones humanos es una de las áreas con más profesionales formados, que son los que se dedican a la fertilización asistida; en cuanto a la clonación, hay ya mucha experiencia en diferentes mamíferos: todo indica que es posible poner a punto la metodología para clonar personas”.
Es más, sospechó Rubinstein, “no debería sorprendernos que la clonación se practicara ya, en secreto, ya que las legislaciones de la mayoría de los países la tienen prohibida. Al fin y al cabo no es fácil demostrar que una persona es clon de otra, a menos que se le haga una prueba de ADN”.
El mercado de la clonación, por inhumano que parezca, obedecería a razones demasiado humanas: “Mucha gente por distintos motivos puede desear la clonación –estimó Rubinstein–: tal vez para inmortalizar los genes del líder de una secta; tal vez por esa ilusión de perdurar que en muchas culturas llevó a privilegiar al hijo primogénito; o bien, supongamos un matrimonio cuyo hijo pequeño ha sufrido un accidente y va a morir pero pueden casi reproducirlo, es tan chiquito, a partir de una célula de su cuerpo”.
Tal vez quienes mejor puedan prever quiénes solicitarían clonación son los especialistas en fertilización asistida. Sergio Pasqualini, director médico del Instituto Halitus, opinó que “podría solicitar la clonación un hombre que careciera de espermatozoides, una mujer que no tuviera óvulos o una persona sola que quisiera un hijo sólo con sus genes”. Es verdad que “cuesta aceptar la clonación, ya que es totalmente antinatural: nuestras técnicas de fertilización asistida no son más que formas de unir el óvulo con el espermatozoide, pero en la clonación no hay espermatozoides”.
–En el caso de que la clonación llegara a ser técnicamente segura y también legal, ¿usted aceptaría esos pedidos? –preguntó Página/12.
–Tendría que estar en ese contexto. Ahora es muy difícil contestar esa pregunta –contestó Pasqualini.