EL PAíS › POR QUE SUBIERON LOS ALIMENTOS PESE A LA CRISIS
Oligopolios y Estado ausente
Por Claudio Zlotnik
¿Por qué la harina multiplicó su precio por 2,5 durante el 2002? ¿Por qué sucedió lo mismo con la falda y la picada común, que se suponen los cortes cárnicos más populares? ¿O con el aceite? ¿Y la polenta, el arroz y los fideos, que duplicaron sus valores? La Argentina posdevaluación dejó a los productos mucho más lejos del alcance de la mano de la mayoría de la población. Es la historia de un proceso que tiene más de una cara y que no sólo se explica por la salida de la convertibilidad.
A partir de la devaluación, los bienes y servicios de la economía quedaron divididos en distintos grupos, en relación con las vinculaciones de los productos con los mercados internacionales y a la que tienen con el mercado interno. Esta es una primera aproximación a la diversidad de los aumentos de precios.
- Commodities: Como la mayor parte del trigo y la soja cosechado se exporta, el precio internacional tracciona al valor interno. De las 15 millones de toneladas de trigo que produjo la Argentina el año que pasó, sólo se consumió en el mercado local la cuarta parte. Como el Gobierno impuso retenciones a las exportaciones, logró una reducción del 20 por ciento en los precios internos. Pero eso no evitó que la harina triple cero, por caso, computase un alza del 153 por ciento en el precio al consumidor.
- Alimentos: En muchos casos, los incrementos estuvieron en línea con los de sus insumos. Así, los farináceos siguieron el rally alcista del commodity. Según estadísticas oficiales en la Ciudad de Buenos Aires, se notó una suba promedio en Frutas del 70 por ciento. Las verduras también subieron, 72 por ciento en promedio. Más complejo es el caso de las carnes. Tanto las blancas como las carnes rojas están influenciadas por el costo de alimentar a los animales antes de que salgan a la venta. Esos alimentos balanceados registraron subas muy importantes debido a que en muchos casos son importados. Aun cuando el 80 por ciento de la carne de bovino se consume en la Argentina, los precios se alinearon en parte al mercado internacional. Los criaderos de pollo también se aprovecharon de las menores importaciones de años anteriores –cayeron de 30 mil a 8 mil toneladas en un año– y elevaron el precio en 110 por ciento. En el caso de los lácteos, con un incremento promedio cercano al 70 por ciento, la excusa fue también los mayores costos del campo, tanto en lo referido a la alimentación de los animales como a la importación de maquinaria agrícola.
Hasta aquí, las explicaciones que dan en forma oficial en la cadena alimenticia, desde el productor hasta el supermercadista. Pero hay otra realidad. Aquella que marca que la falta de competencia en los distintos mercados es una de los argumentos más contundentes para explicar las fuertes alzas de precios. El mercado de las naftas es quizás el más sobresaliente, pero también existen oligopolios en el de las harinas o en el de los lácteos, donde no más de cuatro empresas en el primer caso y dos o tres en el segundo imponen las reglas de juego. También en las carnes mandan menos de media docena de frigoríficos. Sólo de esa manera, y con la obvia complicidad de las cadenas de supermercados se puede entender que la carnaza, la falda o el asado –cortes exclusivos del mercado interno– hayan hasta triplicado sus precios en el último año. Así como ocurre con las carnes, el Estado tampoco presenta una política activa con el azúcar –algo habitual en muchos países– y su precio se duplicó. Lo mismo se nota con los textiles o los calzados, ahora que ya no existe la competencia del extranjero. Un Estado ausente da pie para que los privados hagan su juego perverso sin testigos.
En algunos pocos casos, la regulación llegó por orden de un mercado raquítico. Los mejores ejemplos ocurren en el sector servicios. En la educación, los alquileres, el entretenimiento y hasta la peluquería son víctimas de la crisis más dura de la historia. Sólo esa realidad implacable fue capaz de dejar sus precios como estaban en el 2001.