¿Cómo fue que recibiste la noticia? -Yo estaba trabajando, trabajo en La Lucila, y me llama mi mamá para ir al hospital. Iba pensando en algo mucho más liviano. Ni se me ocurrió abrir Internet. Nunca se me hubiera ocurrido que habrían matado a un militante. Y ellos no estaban preparados. Estaban haciendo una asamblea, comiendo algo. No se la veían venir. Ahora en la Unión Ferroviaria hay mucha gente que está quebrada. Una cosa es ir ahí y tirar un par de piedras. Pero lo que pasó es aberrante. Cuando llegué al hospital mi vieja ya estaba ahí, yo todavía no lo puedo creer.

–Te tocó vivir lo del Puente Pueyrredón, y ahora esto, como parábola.

–Sí, es terrible. Los casos son diferentes, pero más allá de eso, una cosa es llevar una bandera de Kosteki y Santillán y lo que ahora me toca llevar a mí; no tiene nada que ver. No puedo ver una bandera con la cara de mi hermano. No puedo ver mi apellido por todos los lados. Me parece medio surrealista, medio macabro. Cuando veo las fotos de Mariano en la tele cambio de canal, cuando leo el diario, tapo las fotos. La muerte de los padres entra en los cálculos de uno, pero la de un hermano no.