Domingo, 4 de septiembre de 2011 | Hoy
Por Horacio Verbitsky
La semana pasada mencioné al Frente de Izquierda como una de las fuerzas que en octubre podría recoger desmigajamientos varios para crecer sobre su porcentaje de las primarias y pregunté por qué al deshacerse de su apellido judío, su líder prefirió el resonante Jorge Altamira a un proletario Carrizo o González. En una desmelenada invectiva me insulta porque confundí su segundo nombre “Saúl, no Simón, imbécil”, dice José S. Wermus. Agrega que esperé 45 años para denunciar que con su alias ocultaba su origen judío. Pero al mismo tiempo explica que en Alemania hay Wermus que son protestantes. ¿Quién sabe?, implica. No era una denuncia, ya que su apellido es conocido desde hace años. Tampoco fue una crítica, dado que cualquiera tiene derecho a llamarse como le plazca. Y menos alguna jugada política contra el FIT. Vería con cordialidad que obtuviera algún diputado en el Congreso para enriquecer el debate democrático, aunque esto no depende de mi voluntad. Hablando de sí mismo en tercera persona, Altamira dice que la ciudadanía reconoce en Altamira honestidad y transparencia personal. Lo único que no hace es responder qué lo indujo a adoptar como alias revolucionario el nombre del conde gallego convertido por Enrique de Castilla en uno de los más antiguos grandes de la nobleza de España.
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