Jueves, 22 de diciembre de 2011 | Hoy
EL PAíS › AMIGOS, COMPAñEROS DE MILITANCIA Y FUNCIONARIOS EN EL VELATORIO DE IVáN HEYN
Durante la tarde de ayer concurrieron al velatorio del subsecretario de Comercio Exterior buena parte del gabinete nacional, dirigentes y militantes de La Cámpora y otras agrupaciones políticas.
Por Nicolás Lantos
Esta vez no hubo banderas. No hubo bombos ni cantos: aunque los rostros eran los mismos que coincidieron mil veces en las plazas y en la calle, ayer no hubo sonrisas sino ojos vidriosos y los abrazos no transmitían euforia, sólo tristeza, incredulidad y el aguante entre compañeros. Más de mil personas desfilaron ayer por el velorio de quien fuera el subsecretario de Comercio Exterior de la Nación, Iván Heyn, fallecido esta semana en Montevideo, adonde había viajado como parte de la comitiva argentina a la Cumbre del Mercosur.
Anoche, al cierre de esta edición, la ceremonia, pública durante todo el día, se cerraba para que su familia, que llegaba desde España, pudiera darle una última despedida. Se especulaba, también para la noche, con la presencia de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su hijo Máximo, conductor de La Cámpora, agrupación en la que Heyn militaba. La Presidenta había recibido en Olivos a los hermanos del joven economista. Durante toda la jornada, más de una treintena de funcionarios, dirigentes y legisladores pasaron por el lugar, confundiéndose con sus compañeros y amigos.
Desde las dos de la tarde, cuando comenzó el oficio, las coronas de flores no pararon de llegar, una tras otra, en camionetas que se intercalaban con los autos oficiales que acercaban a los muchísimos dirigentes que se llegaron al lugar.
En el hall algunos se refugiaban de la lluvia y del calor, descansaban en sillones o compartían un vaso de agua o una gaseosa. Allí permanecieron durante buena parte de la tarde quienes fueran sus compañeros de militancia: Andrés “El Cuervo” Larroque, José Ottavis, Mayra Mendoza, Mariano Recalde, Eduardo “Wado” De Pedro y Juan Cabandié, que alternativamente salían a la vereda a tomar un poco de aire.
Debajo de un cielo inconstante, afuera se amontonaba la mayoría de los visitantes. No sólo quienes compartían con él la militancia fueron de la partida. Miembros del gabinete, legisladores, dirigentes políticos y sociales, figuras de la cultura y referentes de otros espacios que a veces son retratados como “en bandos opuestos” a La Cámpora fueron a despedir a Heyn.
“Lo querían casi todos y los que no lo querían lo respetaban”, comentó al pasar un diputado nacional que estuvo un buen rato en la casa velatoria de la calle O’Higgins, cerca del límite entre Belgrano y Núñez.
Así, desfiló por el lugar buena parte de la plana mayor del Ministerio de Economía, donde trabajaba desde hace una semana: desde el ministro Hernán Lorenzino y su vice Axel Kiciloff (con quien compartió buena parte de la última década, desde la resistencia al neoliberalismo hasta la gestión económica del kirchnerismo), el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, y la de Comercio Exterior, Beatriz Paglieri.
También los ministros de Planificación, Julio De Vido, Seguridad, Nilda Garré, Interior, Florencio Randazzo, Trabajo, Carlos Tomada, y Agricultura, Norberto Yauhar, además del secretario de Inteligencia Héctor Icazuriaga y el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, que fue de los tempraneros.
Entre los legisladores que se acercaron se contaban Agustín Rossi, Roberto Feletti, Martín Sabbatella y Leonardo Grosso; el titular del Movimiento Evita, Emilio Pérsico; la ex ministra de Economía Felisa Miceli, que fue quien acercó a Heyn al kirchnerismo; el secretario de Comunicación de la provincia de Buenos Aires, Juan Courel; el dirigente gremial de Judiciales Julio Piumato; la directora nacional de Juventud, Laura Braiza; el titular de Anses, Diego Bossio, y empresarios como el titular de la UIA, José De Mendiguren, entre otros tantos, mezclados, como pocas veces, con cientos de militantes y amigos, resguardándose de los chaparrones intermitentes debajo de los aleros de casas de barrio.
“Al Gordo le gustaba que lo quieran, era entrador, seductor”, comentó una amiga de él, tratando de rescatar una sonrisa. Todos los que lo conocieron guardan una anécdota, un recuerdo, cambian señas entre ellos como para conservarlo un rato más. Las circunstancias de la muerte eran una presencia fantasmal que los asistentes intentaban exorcizar a fuerza de tabaco y abrazos. “Era un rebelde, un peleador y lo fue hasta lo último: ése es el mensaje y el legado que nos dejó.”
La caída de la noche fue dispersando a la concurrencia, aunque hasta pasadas las diez de la noche el lugar seguía abierto para los últimos rezagados. Después de esa hora estaba previsto cerrar el espacio para esperar la llegada de su familia, que estaba viajando desde España, donde viven desde que la crisis del neoliberalismo los emigró. Sus amigos más cercanos y algunos compañeros de La Cámpora también se quedarían allí a pernoctar con él. Según las versiones que se compartían en la vereda y en el hall, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y Máximo Kirchner también podrían aprovechar ese momento de tranquilidad para despedirse.
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