EL PAíS › EL ACTO DE MEMORIA ACTIVA POR LOS 18 AñOS DEL ATENTADO A LA AMIA

“El silencio es el crimen”

A casi dos décadas de la bomba del 18 de julio de 1994, el tema fue el deber de recordar a los 85 muertos que todavía no recibieron justicia. Duras acusaciones al encubrimiento y esperanzas por el juicio oral.

 Por Sergio Kiernan

Una idea fue el centro del acto de Memoria Activa a 18 años del atentado a la AMIA, la idea de que simplemente no es posible olvidar. Las primeras palabras escuchadas fueron para recordar que pasaron 6569 días desde el 18 de julio de 1994, que ese lunes murieron en la calle Pasteur 85 personas y fueron heridas más de 300, que absolutamente nadie fue detenido por el más grave atentado en nuestra historia. Con esta carga encima, no extraña que las palabras más repetidas en la hora y media del acto que arrancó pasadas las seis fueran “impunidad”, “encubrimiento” y “justicia”.

La convocatoria de la ONG Memoria Activa reunió a varios cientos de personas en la cuadra donde se alzaba el viejo edificio de la mutual judía destruido en una explosión todavía no del todo explicada. En el muro de seguridad del nuevo edificio, como fondo del acto, se veían las chapas negras con los nombres de las víctimas pintados en aerosol, los mismos nombres que fueron leídos, acompañados por un “presente” y una foto en una pequeña pantalla de protección. Luego sonó el shofar, el cuerno ceremonial que llama al recogimiento, y hubo un minuto de silencio.

El primer orador fue el periodista y columnista de Página/12 Mario Wainfeld, que se presentó como “judío y porteño” agradecido por poder dar su testimonio en recuerdo “de los que murieron aquí hace 18 años”. Wainfeld también tomó la idea de la memoria, para reflexionar sobre por qué a tantos años de la muerte todavía “se insiste en pedir justicia”. Lo primero que subrayó es que el tejido de encubrimiento que impidió toda investigación seria es “de un cinismo tan aplastante que cuesta salir de eso”. Fue “un crimen de encubrimiento del Estado argentino y del Estado israelí que involucró a tantos fiscales, funcionarios, secretarios de Estado... ¿qué puede agregar uno?”.

Lo que agregó Wainfeld fue “una reflexión sobre estos espacios ejemplares de memoria y activismo, como Memoria Activa. Son espacios que hablan de víctimas y de aquellos que sobrevivieron”. Y también de los que fueron directamente afectados: “Una víctima deja un gran conjunto de víctimas en su familia y de estas víctimas salieron muchos de estos movimientos”, como las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo. Citando a Goya, Wainfeld explicó que los verdugos no tienen rostro, como en el célebre cuadro de los fusilamientos del 3 de mayo, en el que los soldados franceses tienen un borrón por cara. “Pero las víctimas son personas, cada uno es distinto.”

Justamente esto es lo que buscan cambiar los terroristas, reflexionó el periodista, “que las víctimas pierdan la identidad. Por eso la memoria como deber”. Wainfeld señaló que “siendo judíos y argentinos” el activismo de la memoria participa “de una gran tradición argentina de recordar, de decir los nombres de las víctimas y decir ¡presente!”. Tantas tragedias, tantas injusticias y “siempre la memoria”.

Wainfeld tuvo una nota de optimismo al señalar que, pese a las dificultades, “nunca hubo una palabra de venganza, aunque todo esto parece tan interminable y terrible como una tragedia griega”. El periodista recordó los tiempos duros de 2001, cuando los desempleados jóvenes “usados y sin trabajo, pobres y desesperados, sin respuestas de la clase política”, no eligieron el camino de “la radicalización, como yo temía”. El espectro de la “disolución del país” fue evitado por “esta rica tradición solidaria, de memoria y construcción de espacios. Estamos mejor como país”.

El poeta, dramaturgo y ensayista uruguayo Mauricio Rosencof retomó esta idea de la memoria a largo plazo recordando su infancia en Montevideo y las cartas que llegaban de la familia en la lejana Polonia. Eran cartas “que traían un poco de la vida de una aldea cerca de Lubin” y que su padre guardaba para leer el domingo, “día de gefilte fisch y puchero de gallina, día especial”. Las hojas, que iban de la aldea a la ciudad, de ahí a la capital, de ahí a Génova y luego al lejano Uruguay, traían noticias “chicas” de gallinas ponedoras y campos arados, de noviazgos y fiestas.

Hasta que en 1940 las cartas cesaron. La siguiente llegó en 1945, al terminar la guerra, avisando que apenas una tía había sobrevivido y escribía después de Auschwitz. Rosencof se dedicó a juntar historias de sobrevivientes para “transmitir las cartas que no se escribieron por la guerra, por la masacre”.

“¿Por qué hablar de esto ahora? Porque venimos de las docenas de levantamientos en los ghettos, venimos de los que combatieron en las Brigadas Internacionales, que uno en cinco eran judíos.” Y porque hay una construcción de memoria “de desaparecidos a atentados, que se suman a esas víctimas y a su resistencia”.

“Y porque el silencio es el verdadero crimen de lesa humanidad.”

Diana Malamud, de Memoria Activa, cerró el acto recordando “que nunca hubo una investigación seria, apenas una investigación que puso en serio peligro la posibilidad de que alguna vez se sepa qué pasó”. “Es que vino Menem”, dijo Malamud, despertando una rechifla. “Menem que dio la orden de que no se siguiera la pista siria. Anzorreguy, Galeano, El Fino Palacios, fueron los primeros ejecutantes de la orden. Pero como el mundo los miraba, necesitaron un culpable y allí entraron los fiscales Mullen y Barbaccia, Rubén Beraja, Telleldín, Ruckauf, Corach”.

Malamud recordó que la denuncia de Memoria Activa por encubrimiento contra muchos de esos personajes llega ahora al juicio oral, y que falta cumplir “los compromisos de Argentina ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos” sobre investigar la verdad. El párrafo final fue para destacar la diferencia entre la militancia por la memoria del acto de anoche y el programa preparado para hoy en el acto oficial de la AMIA y la DAIA. “Van a dar pelotitas antiestrés...”, dijo, en referencia al merchandising a repartir en el acto. “¿Se estresan por pedir justicia? A nosotros no nos estresa recordar y reclamar.”

Y sobre el “pan de la memoria” que se compartirá hoy en la calle Pasteur, Malamud señaló que “la memoria se alimenta con justicia, no con panes”.

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Diana Malamud, de Memoria Activa, y el escritor uruguayo Mauricio Rosencof hablaron en el acto.
Imagen: Luciana Granovsky
 
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