Lunes, 6 de agosto de 2012 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Agustín Fabbricatore *
Antes de empezar pido disculpas si en esta carta escribo con algún error, me voy a remitir a lo que mi memoria conserva de vos.
Querido Mariano:
Tuve la oportunidad de conocerte en aquel año 2010 recorriendo y militando los pasillos del CBC de Avellaneda. Esa sede en la cual siempre estuviste, desde que empezaste a militar con tu hermano. Tuvimos la oportunidad de intercambiar algunas charlas en esas largas tardes de frío y de sol, cuando la actividad y la cantidad de estudiantes era menor. Vos en la mesa del PO y yo en la de Sur, que están una al lado de la otra.
Me has contado de tu hermano mayor, de la vez que él fue al Puente Pueyrredón aquel 26 de junio de 2002 y vos no porque promediabas la secundaria y eras chico. Es más, si la memoria no me falla, fuiste su cómplice para que tus viejos no se enteraran de que había ido frente al peligro de una represión.
Recuerdo tu pasión por la música, tu intento fallido de irte a vivir con una chica con la cual salías. De mi parte pude contarte de mi militancia y mis comienzos en el centro de estudiantes del colegio, y hasta de mis diferencias políticas con mi viejo.
Como compañeros de diferentes organizaciones políticas, hemos debatido sanamente nuestras diferencias, vos aplicando la revolución permanente y yo, la liberación nacional. Diferencia de la cual partía cualquier análisis de la coyuntura actual. Me acuerdo de tu compañero Mauro, muy puesto en poder entender nuestra estrategia. Lo conservo como un buen recuerdo.
Antes de tu última movilización, Mauro me pidió que le cambiara el horario de laburo en la fotocopiadora para poder ir al corte de las vías.
El día en que ese asesino a sueldo se llevó tu vida no me lo voy a olvidar nunca. Me llama un compañero para contarme de esta nefasta noticia, por tener la cabeza en otra cosa no me había caído la ficha, hasta que prendí la televisión al rato. Vi tu cara en cada canal, en esa ambulancia, imágenes que realmente me shockearon. Puteé, bronca e impotencia me generó verte siendo víctima de estos burócratas sindicales que siguen enquistados.
Yo estaba con mi vieja, le conté que ese pibe que estaba viendo en la tele era el pibe con el que todos los días compartía un mate en el CBC. En ese mismo momento, Mariano, pasaste a ser una causa de todos, una lucha común contra la impunidad que no queremos que siga pasando. Al día de hoy, mi vieja recuerda mi angustia. Porque te pasó a vos, pero sabemos que nos podría haber pasado a cualquiera de los que dejamos la vida por una causa que creemos justa y por transformar la realidad. Los enemigos son poderosos y un asesinato no es un límite para ellos.
Al toque salí al punto de concentración de la marcha, que se organizó en ese mismo momento. Sentí una sensación rara en ese viaje, muchas cosas se me vinieron a la cabeza, era una mezcla de dolor y de que todavía no lo podía creer. Apenas llegué, busqué a tus compañeros del CBC, se me hundió el pecho, se me aflojaron las piernas cuando los vi. Llantos, dolor, no me salieron palabras, no sabía qué decirles, el dolor fue más fuerte que todos nosotros. De Callao y Corrientes marchamos llenos de bronca a Constitución.
Todo el CBC te recordó, los profesores sacaban a los cursos para participar de las asambleas, los estudiantes te recordaban, los chicos que atendían el bar y la fotocopiadora te escribían cartas, pegábamos imágenes tuyas por todos lados. La sede fue víctima de un silencio desolador, muy contundente, nunca la había visto así. Porque se llevaron impunemente a un pibe sencillo, como uno.
De ahí en más la historia es la que más o menos todos conocemos...
En el inicio del juicio oral y público, los que tenemos un buen recuerdo tuyo y luchamos por un mundo más justo estaremos presentes para exigir JUSTICIA POR MARIANO.
* Miembro de la agrupación Sur, del CBC de Avellaneda.
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