Lunes, 6 de agosto de 2012 | Hoy
EL PAíS › LA BARRA DESDE LA QUE SALIERON LOS BALAZOS
Por Irina Hauser
Los sucesos en Barracas empezaron a las diez de la mañana. Los tercerizados y organizaciones que los apoyaban fueron a la estación Avellaneda con la idea de hacer un corte. La presencia del grupo de la UF los disuadió y caminaron junto a las vías, mientras algunos matones los seguían por el terraplén. Al llegar al puente Bosch intercambiaron insultos y pedradas. Luego los tercerizados hicieron una asamblea en Luján y Santa Elena, ya al mediodía. Decidieron desconcentrarse y en ese momento la patota avanzó hacia ellos, sin que los policías a cargo del operativo siquiera intentaran impedirlo. En el cordón que formaron para intentar proteger a las mujeres y niños estaba Mariano Ferreyra. La bala que lo mató sería de la misma arma que hirió a Elsa Rodríguez.
Por lo menos 13 testigos que identificaron la presencia de Favale que disparaba un arma de fuego unas cinco veces con el cuerpo inclinado sobre la calle Luján, volverán a declarar. Uno de ellos, Benítez, que pidió protección, lo escuchó jactarse ante Pablo Díaz: “Al de la gomera, a ese gil de mierda, le agujereé la panza”. Favale a la vez acusó a Sánchez, a quien identificó por un tatuaje en el brazo. A Sánchez lo reconocieron al menos cinco personas por su remera de Bob Marley y una gorrita; lo vieron disparando parado junto a un Volkswagen Polo color verde. Alberto Esteche, que estaba en la parrilla, testificó: “A mi entender tiraba a matar”. Otro testigo ferroviario con protección, Claudio Díaz, reveló que había ido al lugar junto con Sánchez en un Ford Focus color champán, donde llevaba un arma por “si se llegaba a complicar”. El papel de Uño y Pérez en la recolección de las armas fue descripto en detalle por José Eduardo Sotelo, un testigo que estaba ahí de casualidad, quien denunció amenazas tras su declaración. Sotelo dijo que al entregar las armas, Favale y Sánchez decían “negro, negro, le dimos” y que Pérez les dijo “háblenlo con Pablo (Díaz)”. Del papel de Díaz hablaron muchos testigos y lo delatan sus llamadas con Fernández y hombres de la patota. A Alcorcel lo incriminan otros ferroviarios, sus llamados y el recorrido de su celular. A Pipitó y González, los periodistas amenazados para que no filmaran.
Algunos defensores diseñan una estrategia conjunta bajo el mando del abogado de Pedraza, a quien apodan “DT”. Intentarán sostener que todo fue una riña (con esperanzas de ahorrar a sus clientes una pena severa) y que los tercerizados y organizaciones estaban armados. Que no había órdenes y la presencia del grupo fue “espontánea”. También se aferran a dos peritajes balísticos que mostraron que tanto la bala que hirió a Nelson Aguirre como la que mató a Mariano rebotaron antes de impactar en sus cuerpos. El de Aguirre es un proyectil de escopeta, que algunos testigos dijeron haber visto en manos de los matones de la UF, pero las defensas dirán que era una tumbera del PO. El proyectil que mató a Mariano quedó alterado después de que un perito de los ferroviarios lo golpeara en una junta de expertos, en una de tantos intentos por obstaculizar la causa.
Para las querellas, más allá de los rebotes, hay otras pruebas básicas del ataque de la patota, además de los testimonios: los disparos fueron durante la retirada de los tercerizados, Favale y un grupo de gente llevada por él eran ajenos a la UF, el objetivo de la patota no parecía responder a un interés propio (salvo la posibilidad de conseguir beneficios laborales por colaborar) sino de las autoridades.
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