Jueves, 13 de diciembre de 2012 | Hoy
EL PAíS › UNA MULTITUD EN TUCUMAN PIDIO JUSTICIA PARA LA JOVEN DESAPARECIDA
La manifestación tuvo algunas adhesiones políticas, pero principalmente de vecinos que repudiaron la sentencia. Susana Trimarco fue aplaudida al grito de “no aflojes”. Mañana, Marita cumpliría años: al final de la marcha se cantó el cumpleaños feliz.
Por Soledad Vallejos
Desde San Miguel de Tucumán
Fue una multitud. En especial, en una ciudad que hasta el día anterior no se había movilizado. Al salir de la plaza de los tribunales eran dos cuadras, pero a medida que avanzaba hacia el corazón político de la ciudad, la marcha en reclamo por justicia para Marita Verón crecía. Al rodear la Plaza Independencia, antes de detenerse ante la Casa de Gobierno provincial, la cantidad de personas se había triplicado. Al frente iban el equipo de la Fundación María de los Angeles, aunque algunos de ellos habían preferido rezagarse, perderse entre la multitud que crecía. También en esas filas revistaba Micaela, la hija ya adolescente de Marita. Poco después, ya en la plaza, iba a ser sencillo detectar a Susana Trimarco: los aplausos bordeaban su camino. También los gritos de “no aflojes”. Antes, cuando la marcha había comenzado, el abogado D’Antona había pedido a quienes participaban que todo transcurriera pacíficamente. “Somos las víctimas, les pido por favor que no pasemos a ser los victimarios” de los jueces, dijo, quienes, por lo demás “no van a poder caminar por la calle, porque la gente sabe quiénes son”.
Al dar las siete de la tarde, ante el Palacio de Justicia tucumano, empezaban a congregarse percusiones y banderas. Organizaciones universitarias tucumanas (CEPA Arquitectura, Movimiento Universitario Sur) y sectores políticos (CCC, La Cámpora, PO, Mumala) confluían en distintos sectores de la plaza Irigoyen, que, en cuestión de minutos, también empezó a albergar personas que llegaban de a dos, de a tres, alguna familia, algunas madres que llevaban niños de la mano o en cochecitos. Lucrecia, tucumana, 32 años, había llegado con amigas y su marido. “¿Por qué estoy acá? Porque todas podemos ser Marita.” La consigna se repetía en su cartel, pero también en otros tantos a lo largo de toda la marcha.
Hacia el centro de la plaza se habían dirigido resueltamente cuatro adolescentes llevando afiches. Desenrollados, los papeles mostraban dos mensajes: “Justicia por Marita Verón” uno; “Justicia?” el otro. Los chicos los pegaban con cinta en los laterales del monumento. Pasados unos instantes, Micaela trepó para ayudarlos. Luego, todos ellos se pondrían remeras con las mismas leyendas que los carteles. Su amiga, la hija de Marita, el pelo cortito y pocas ganas de volverse identificable, siguió vistiendo una remera negra de la agrupación Hijos. Se perdió en la multitud cuando la marcha comenzó.
En el camino, quienes iban por la vereda se detenían a observar, lo mismo que dentro de los negocios. “Quiero que en Argentina no secuestren más mujeres, quiero que desmantelen ya todas las redes. Basta de prostitución, basta de encubrimiento”, coreaba la multitud que, de a poco, cada cien metros, crecía. En su mayoría, aunque no abrumadoramente, eran mujeres. Una moto de la policía iba cortando las calles a medida que avanzaban; en algunas calles los auxilió Eduardo, cruzando la calzada con una suerte de silla de ruedas a motor tan moderna que pasaba por ciclomotor. En las esquinas, algunas personas se detenían y aplaudían a quienes pasaban.
La marcha rodeó la plaza Independencia. Se extendía a lo largo de seis cuadras. Muchos se habían sumado por el camino, coreado consignas en contra de la trata de personas, elevado carteles (“sin clientes no hay prostitución, sin prostitución no hay trata, es trabajo de todos”, decía la cartulina de una señora acompañada por una adolescente), aplaudido. Ante la Casa de Gobierno provincial persistía una celebración de hinchas de Boca: los muchachos, identificados con remeras del club, voceaban consignas futboleras. Al ver que llegaba la cabecera de la marcha aplaudieron. Luego se sumaron.
Caía la noche. Sobre la calzada, Micaela había dejado de escatimar su imagen ante las cámaras. Se dejó retratar sentada sobre la vereda, llevando en la mano uno de los aerosoles con los que ella y sus compañeros pintaban reclamos por Marita sobre la calzada. Minutos después, al micrófono alguien recordó que el 14 de diciembre celebraba su cumpleaños Marita. Los integrantes de la Fundación (muchos de ellos amigos y familiares de Marita) y Micaela se distribuyeron velas; las encendieron. Entonaron el feliz cumpleaños.
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