EL PAíS › CRISTINA FERNANDEZ DE KIRCHNER
“Nuestro testimonio son los actos de gobierno”
Por Fernando Cibeira
Cristina Fernández de Kirchner ocupó en la Cumbre de Londres un rol atípico: fue la “sherpa” de su marido, el presidente Néstor Kirchner. En la jerga de la Cumbre, los sherpas dejan de ser los guías nepaleses que ayudan a cruzar el Himalaya para convertirse en una especie de alter ego del jefe de Estado, acompañándolo en todo momento. Luego de la cena del domingo, los sherpas se reunieron para debatir sus propuestas y elaborar el documento final. La preocupación central de la senadora entonces fue demostrar que hay una abismal diferencia de prioridades entre el progresismo del primer mundo y los otros. Cristina pudo pasear poco por las calles soleadas de Londres, y se concentró más en definir el espacio teórico del encuentro que se encargó de unir, por poner un ejemplo, al primer ministro sueco con el presidente de Etiopía. “No sé si soy progresista, soy peronista”, concluyó.
–¿Le preocupaba marcar esa distinción?
–En la cena inaugural los presidentes se ocuparon del tema de Irak y la reformulación del Consejo de Seguridad de la ONU, que es un tema que nos interesa a todos, pero en definitiva yo les dije que me parecía un debate europeo y que era ajeno a Latinoamérica. Yo había mandado a hacer un trabajo con el sociólogo Artemio López en Argentina, en el que se elaboraba un cuadro comparativo entre los índices económicos de Reino Unido, Alemania y Suecia, contrastado con Argentina, Chile y Brasil. Es tan terrible la fuerza de las cifras –todos nosotros por debajo de los 5 mil dólares de ingreso per cápita, todos ellos por arriba de los 25 mil–, que son muestra de dos realidades totalmente diferentes.
–¿Quiere decir que hay dos progresismos, uno pobre y uno rico?
–Significa que hay dos agendas diferentes, que no necesariamente tienen que estar enfrentadas sino que pueden ser absolutamente complementarias. Los problemas de los países emergentes, vía inmigración, vía endeudamiento, pasan a ser también problemas de los países centrales. Estaba leyendo que en España quedaron 700 mil marroquíes que ingresaron como turistas. Así que debería preocuparles no sólo desde la sensibilidad social sino desde un concepto estratégico.
–¿Y cómo recibieron el discurso los representantes de los países desarrollados?
–El alemán me felicitó. A los demás también les cayó bien, porque después decidieron que Kirchner abriera la reunión de trabajo del otro día. Es que el tema de la globalización y de la interdependencia pasa a ser tan complejo que en definitiva los países centrales dejan de ser lugares seguros y alejados de todo para mezclarse con esa globalidad.
–¿Hay afinidades entre los presidentes como para hablar de una Tercera Vía o corriente progresista mundial?
–La discusión es si la Tercera Vía es un movimiento programático o una estrategia política de los viejos partidos de la izquierda frente al avance del neoliberalismo, o es una coartada discursiva. No se puede visualizar como un movimiento programático porque no hay una teoría general del Estado, una teoría económica o una propuesta de un modo diferente de organización social. Así, el progresismo pasaría a ser una suerte de administrador social de teorías ajenas.
–A la Tercera Vía adherían Fernando de la Rúa y Fernando Henrique Cardoso como hoy lo hacen Kirchner y Lula, ¿eso significa que el progresismo es muy elástico o que cualquiera se pone la camiseta?
–En realidad, no me defino como de la Tercera Vía. Yo no sé si soy progresista, soy peronista. Si es por hablar de terceras, la tercera posición fue la nuestra en el año ‘45. En definitiva, ser progresista es tener mejores resultados en la educación, en salud y en cosas concretas para la gente. Por momentos se parece a un ejercicio dialéctico o discursivo, por eso hablaba de la Tercera Vía como coartada discursiva,como la justificación de los viejos partidos socialistas que no alcanzan a tener una alternativa seria frente al neoliberalismo.
–¿Resultó útil participar de esta cumbre?
–En principio, nadie nos habló de la deuda ni de las tarifas, lo cual no es poca cosa. Había mucho interés en escucharnos. Nunca creí demasiado en la Tercera Vía porque es muy difícil amalgamar realidades tan diferentes en un solo planteo político y en algunos puntos tal vez contradictorios. Pero creo que fue útil al país tener presencia en un foro como éste después de haber visto a mi partido, el justicialismo, sentado en la Internacional Conservadora junto a Margaret Thatcher. Sentarse al lado de Lula, de Lagos, de la socialdemocracia alemana, fue un soplo de aire fresco.
–En su mensaje, el presidente Kirchner calificó a la Argentina como “perito en derechos humanos”. ¿Los consultaron sobre este tema?
–Los derechos humanos en Europa son una cuestión esencial. Una prueba es que en el marco de las Naciones Unidas se admite la intervención únicamente en caso de que se registren violaciones a los derechos humanos o que algún país amenace la paz mundial. En Argentina, algunos sectores quieren hacer creer que la cuestión de los derechos humanos no cuenta, pero cuando se viaja a los países de Europa los reclamos también versan sobre esto.
–En Francia y en España van a recibir a los organismos impulsores de las causas contra represores, ¿qué les van a decir?
–Eso corresponde que lo diga el Presidente, yo soy una legisladora. Lo que sí, es que vamos a recibir a los organismos como corresponde. Además, el Gobierno tiene una postura demasiado clara en este tema. Respecto del tema de AMIA, que también es muy sensible en el país y en el mundo, tenemos una postura que no tuvo ningún gobierno en los últimos nueve años, no sólo el de Menem sino tampoco el gobierno de la Alianza. En ese sentido no hace falta dar testimonio, el testimonio son los propios actos del gobierno.