SOCIEDAD › MURIO EN UN OPERATIVO AL QUE FUE LLEVADO POR UN POLICIA AMIGO
El poliladron mortal de Ezequiel
Tenía 19 años y le gustaban las armas. Se hizo amigo de un policía, que lo invitaba a los procedimientos. En una de las veces en que se subió al patrullero terminó baleado. Ahora, su madre reclama que se investigue el caso. El sábado habrá una marcha para pedir justicia.
Por Carlos Rodríguez
A cinco meses de los hechos, las circunstancias en las que murió Ezequiel Giannini, de 19 años, son una incógnita y la incertidumbre lleva a límites insostenibles el dolor de su madre, Pura Graña, quien contó a Página/12 una odisea que comenzó cuando el joven, que criaba conejos y aspiraba a ser estudiante de agronomía, pasó en tres meses a convertirse en amigo de un policía que, pese a ser un civil, solía llevarlo a que participara en operativos contra presuntos delincuentes. En uno de esos procedimientos, Giannini fue asesinado a balazos y lo único que se sabe es que estaba acompañando a su amigo policía Carlos Enrique Acuña, conocido como “Yiyo”, quien hasta ahora nunca le dio una explicación a la familia. Acuña sigue cumpliendo tareas de vigilancia adicional en una farmacia ubicada a metros de la casa en la que vivía el joven asesinado, en Rafael Calzada. El sábado, los amigos y familiares de Giannini realizarán una marcha para reclamar a la Justicia una pronta respuesta sobre el increíble caso. La familia sospecha que “la policía está ocultando algo muy oscuro”.
“Mi hijo era un amante de las armas, algo que heredó de su padre, pero siempre fue un chico muy tranquilo y apenas pensaba en la caza, ya que tenemos un campo en la zona de Pila, hasta que a fines del año pasado tomó contacto con el suboficial Acuña y yo empecé a notar un cambio que no me gustó y tuvimos muchas discusiones”, dijo a este diario Pura Graña. La mujer cree que a Ezequiel “le cambiaron la cabeza y un amigo vio cómo lo llevaban a un operativo en el barrio Don Orione, en Claypole”, hacia fines del año pasado. “Ezequiel iba por propia voluntad y lo vi salir con un arma el día en que murió, pero los que lo incitaban eran Acuña y otro policía llamado Sergio Cerdá, que venían a mi casa en mi ausencia. Mi hijo no tenía motivos para estar en algo ilícito, no tenía problemas económicos, pero incluso quiero correr el riesgo de que se descubra lo contrario porque quiero saber quién lo mató y por qué. La actitud de los policías es totalmente sospechosa.”
A las 19.30 del 12 de febrero pasado, Ezequiel Giannini salió de su casa, en Arias al 1900 de Rafael Calzada. Pura lo vio subirse corriendo al Volkswagen Gol blanco de la familia. Llevaba un arma larga y no bien sacó el vehículo del garage, el policía Acuña se subió al rodado y los dos partieron a toda velocidad. “Vieron al auto rojo”, gritó Ezequiel antes de salir, aludiendo a un Fiat Uno que supuestamente utilizaba un grupo de delincuentes que vivía en el barrio. “A los pocos minutos escuché algunos tiros, muy pocos, y al rato me avisaron que Ezequiel estaba muerto.”
El supuesto enfrentamiento entre policías y delincuentes ocurrió en la esquina de Fournier y Presidente Perón, a cinco cuadras de la casa donde vivía la víctima con su madre. Pura Graña ha sufrido muchas pérdidas a lo largo de su vida. A los 25 años era secretaria de Héctor Hidalgo Solá, el ex embajador en Venezuela desaparecido durante la dictadura militar. “Yo viví el drama de los desaparecidos muy de cerca y siempre tuve un gran recelo hacia las fuerzas de seguridad, por eso me molestaba la relación de Ezequiel con Acuña.” Hace diez años, en un accidente de tránsito, murieron su marido, Renzo Giannini, y su hijo mayor, Rodolfo Emiliano. “Ezequiel era lo único que me quedaba.”
La pasión que Ezequiel sentía por las armas fortaleció su vínculo con Acuña. “El detenía el auto y se ponían a hablar sobre armas. Los últimos tres meses, desde diciembre del año pasado hasta febrero, fueron terribles para mí. Ezequiel traía las armas de la comisaría 5ª de Rafael Calzada y las reparaba en el patio de mi casa; él tenía mucha facilidad para los trabajos manuales, pero yo no aprobaba lo que hacía y hasta llegué a decirle que se fuera de mi casa porque yo no quería verlo más con la policía.” Un amigo de Ezequiel le relató a Pura que el año pasado “lo vio a mi hijo con Acuña, en un auto sin identificación y sin patente de los que usa la policía, en un supuesto operativo que se hacía en el barrio Don Orione de Claypole. La policía no puede llevar a un civil a un operativo”. Uno de los supuestos “objetivos” de esos procedimientos fue la búsqueda de 14 presos que fugaron, el 21 de enero de 2003, de la comisaría 5ª de Rafael Calzada, a la que pertenecen Acuña y Cerdá. La fuga fue investigada por la Justicia por notorias irregularidades. Los presos cavaron un pozo que comenzaba detrás del inodoro del calabozo y que salía a un patio interno. En julio de 2002, también en Rafael Calzada, tres policías de la Brigada de Investigaciones Complejas y Narcocriminalidad de Lomas de Zamora habían participado en el secuestro del hijo de un comerciante.
Al parecer, Ezequiel tenía información sobre la fuga y el secuestro extorsivo, a través de Acuña, y también sobre entretelones del homicidio de Diego Peralta, el chico secuestrado en El Jagüel en julio de 2002. “Es posible que haya tenido información de algún caso y que lo hayan matado para que no hablara.” Pura, a través de su abogado Alejandro Zimmerman, todavía no ha logrado que la Justicia la tenga como “particular damnificada”, lo que le permitiría pedir medidas para impulsar la causa. El fiscal del caso, José Luis Juárez, titular de la Unidad Funcional de Investigaciones 6 de Lomas de Zamora, ni siquiera les brindó información sobre la autopsia y tampoco respondió a la consulta de Página/12.
“Por lo que pudimos saber, en forma extraoficial, a mi hijo le pegaron un tiro que entró por el costado derecho del tórax y salió por el izquierdo. No le tocó los brazos. Es posible que él haya estado así”, dijo Pura Graña mientras levantaba los miembros superiores, en la típica actitud de quien se entrega a un requerimiento policial. Una vecina que vive en Fournier y Presidente Perón confirmó ante este diario que el disparo hizo ese recorrido y que partió “de un Gol de color verde”. También se vieron en el lugar al menos otros dos vehículos, de los “no identificables” que usa la policía.
Después de la muerte de su hijo, Pura Graña comprobó que el teléfono de su casa, en su ausencia, fue usado para hacer treinta llamadas a por lo menos tres celulares que pertenecerían a móviles policiales. “Todo es muy oscuro y nadie nos da una respuesta. El fiscal no nos informó nada porque dice que el expediente tuvo que volver a la DDI de Lomas de Zamora. Es muy raro lo que está pasando con la causa”, concluyó la madre de Ezequiel.
Informe: Leandro Boari.