EL PAíS
La gastronomía, blanco para el delito
La escalada de robos a restaurantes del último fin de semana no es novedad en el mundo gastronómico. Uno de los casos más resonantes de los últimos años fue el frustrado asalto a Dolli, en Figueroa Alcorta y Tagle, donde asesinaron a un cabo de la Federal en un violento episodio ocurrido el 18 de julio de 1998. Recién en octubre del 2000 la Justicia probó que el suboficial había sido asesinado por Christian “Sapo” Franco, un condenado a 20 años de cárcel que salió clandestinamente de la cárcel de Caseros.
Luego de la ola de robos ocurrida por ese tiempo, la Policía Federal implementó su propio dispositivo, el Servicio Especial Metropolitano (SEM), más conocido como operativo Espiral Urbano, para prevenir asaltos, luego del fracaso del Cerrojo Activo y del Operativo Restaurantes. Sin embargo, los asaltos continuaron vigentes.
En febrero del 2000, un mozo del restaurante La Farola, de Villa Devoto, recibió un disparo en la nuca cuando le entregaba la recaudación al encargado del local. El empleado falleció en el instante y los ladrones se fueron corriendo sin llevarse nada. El mismo año, el dueño de un local gastronómico en Abasto fue asesinado, después de resistirse a un asalto.
Los robos a los restaurantes también incluyeron la toma de rehenes. Ocurrió en una pizzería ubicada en Uriburu y Peña, en la que una corresponsal de la CNN actuó de mediadora. Tres asaltantes tomaron como escudo a ocho clientes, entre los que se encontraba la corresponsal Carolina Cayazzo, que actuó como intermediaria. La toma fue resuelta sin disparos: luego de liberar a los cautivos, los ladrones se entregaron.