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El Horóscopo

Por Eduardo Aliverti

La magnitud de la crisis es tal que hace perder de vista algunos razonamientos elementales del funcionamiento económico y político. No es extraño: a mayor grado de complejidad de un problema, suele pasar que se olvida la sencillez analítica como ingrediente clave para resolverlo.
Un sistema económico puede servir para repartir la riqueza de manera justa o desigual. Incluso –como lo ratificó la etapa menemista del modelo– es posible un crecimiento sostenido del Producto Bruto y, a la par, el aumento vertiginoso de la cantidad de pobres. También ocurre que el pago de la deuda pública, interna y externa, fagocita los excedentes o el ahorro derivados de debate, de qué se hace el precepto de que la economía funciona. Para mal o para bien.
Lo que resulta inadmisible es que directamente no exista el funcionamiento económico, medido en términos elementales de producción, comercio, inversión, variables financieras y previsibilidad. Cuando eso sucede, como en la Argentina, se consolida y potencia un estado de parálisis que sólo deja lugar a una especulación desenfrenada. Con el agregado, en este país, de que la “fiesta” desatada por el neoliberalismo dejó escasos ganadores pero de un tamaño tan descomunal que su sola presencia basta para intimidar a un estado desahuciado. Y más que eso: para producir todos los golpes de mercado que su apetito disponga, hasta que una nueva “estabilidad” les garantice proyección de (sus) negocios a largo plazo.
El correlato político de un escenario así termina siendo la represión, inevitablemente, y medidas de fuerte tono autoritario. Porque la crisis es mucho más veloz que el augurio de una representación popular nueva, surgida de la movilización parida en diciembre, y porque es menos esperable todavía que sea la dirigencia política actual quien encabece algún proceso de autodeterminación y justicia social.
El futuro inmediato más probable es entonces el de las elecciones anticipadas. A menos que se produzca una marcha atrás en lo que parece ser la irreversible decisión norteamericana de soltarle la mano a la Argentina, para “reaparecer” con un esquema de dominación renovado cuyas características son harto difíciles de prever (o de asumir).
Nada de eso significa que la derecha las tenga todas consigo. Hay un desarrollo interesante de la resistencia social y la seguridad de que no tendría espacio de aceptación ninguna aventura golpista. De modo que se acercan tiempos aún más terribles que éstos, pero apasionantes. No aptos para quebrados ni para desentendidos del destino común.

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