EL PAíS
Los tres amigos de Fidel
Por F. C.
Desde Guadalajara
La baja del presidente argentino, Néstor Kirchner, por un fuerte cuadro gripal mereció una completa cobertura de parte de la prensa mexicana, pero las primeras planas se las ganó el líder cubano, Fidel Castro, quien mantuvo el suspenso sobre su presencia en Guadalajara hasta última hora, cuando difundió una carta en la que expresaba que no existían “las más mínimas condiciones” para que participara en la Cumbre.
Además, lamentó no poder viajar porque le hubiera gustado saludar personalmente a los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez; de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y de Argentina, Néstor Kirchner, quienes “harán lo que puedan” en el discurso de cinco minutos que se les permitirá en la ceremonia de apertura de hoy. La carta de Castro fue escrita antes de que se supiera de la enfermedad de Kirchner.
Castro argumentó su inasistencia en que muchos países de la Unión Europea y de América latina estaban comprometidos con los intereses de Estados Unidos. Aunque se sabe que el conflicto diplomático más grave es el que mantiene con México, en un in crescendo desde el voto condenatorio de la administración de Vicente Fox a Cuba en la ONU.
En su mensaje, Fidel le restó importancia al encuentro de Guadalajara, debido a que fue organizado “de forma tal que no pueda haber ningún debate”. La representación de la isla quedó en manos del canciller Felipe Pérez Roque, quien al llegar a México sostuvo que posiblemente el conflicto abierto entre ambos países “no tenga solución”.
Otro ausente de última hora fue el presidente de Perú, Alejandro Toledo. En su caso, el faltazo se debió a la crisis social que atraviesa su país, con fuertes protestas en varias localidades. “Prefiere mantenerse en el país, cerca de la situación del restablecimiento del orden”, explicó su primer ministro, Carlos Ferrero.
Estas ausencias se suman a las que ya se conocían del primer ministro británico, Tony Blair, y del italiano, Silvio Berlusconi. Ambos argumentaron problemas de agenda, pero conocían de antemano la información acerca de que en el documento final de la Cumbre habría una condena a la invasión a Irak y a las torturas a prisioneros (ver página 19). Ante el panorama hostil, prefirieron ausentarse.