EL PAíS

Conjeturas

Por H. V.
Rafael Bielsa incurrió el miércoles en el acto fallido más sofisticado de la historia política argentina. Lejos de la rústica obviedad de Deolindo Bittel que entre la liberación y la dependencia eligió la dependencia o de la señora de Duhalde con su encomio a “la violencia con propuesta”, el canciller, ávido lector y de muy buena pluma, saludó la conformación de la Comunidad Sudamericana de Naciones con una cita del “Poema conjetural” de Borges. Ese texto bellísimo y desesperante relata los pensamientos que Borges atribuye a Francisco Narciso de Laprida, cuya voz declaró la independencia de estas crueles provincias, derrotado, de sangre y sudor manchado el rostro, sin esperanzas ni temor, perdido, mientras huye hacia el Sur por arrabales últimos. Los montoneros de Aldao están por darle alcance para degollarlo y Laprida medita:

“Yo que anhelé ser otro, ser un hombre
de sentencias, de libros, de dictámenes
a cielo abierto yaceré entre ciénagas;
pero me endiosa el pecho inexplicable
un júbilo secreto. Al fin me encuentro
con mi destino sudamericano”.

Como caracterización de la cumbre del Cusco es algo excesiva, pero refleja algunas sensaciones atendibles. El derrame territorial de la COSAN es un triunfo brasileño sobre la profundización del Mercosur que prefería la Argentina. Como foro de coordinación política al estilo del Grupo de Río, la COSAN hará escuchar en forma más nítida la voz de la región en los foros mundiales. El problema es que esa voz se expresa en inglés. Sin metáforas: cuando tuvo que elegir entre los idiomas oficiales de las Naciones Unidas, Brasil desdeñó el español que se habla en Sudamérica y prefirió la lengua del norte sajón. Como proyecto de integración física y energética, tal como lo planteó Fernando Henrique Cardoso hace cuatro años en la primera cumbre, las 31 obras prioritarias identificadas en la agenda de implementación 2005-2010 afirman el carácter biocéanico de Brasil consolidando la expansión del coloso en un eje con Perú. Pero lo menos defendible es el propósito de coordinación económica y comercial entre el Mercosur, la Comunidad Andina y Chile, un acuerdo por ahora light, a larguísimo plazo, de resultado incierto y con riesgos serios para la Argentina, como el eventual desplazamiento por Colombia en el mercado brasileño. Lejos de fortalecer la presencia regional frente a Estados Unidos, los acuerdos del Cusco introducen al enemigo en casa. Chile ya firmó su tratado de libre comercio con Estados Unidos y tanto Colombia como Perú y Ecuador priorizan esa negociación sobre cualquier otra. Suma incongruencia: de la cumbre sudamericana participaron el presidente de Panamá y el canciller de México, es decir aquellas subregiones que ya giran en la órbita estadounidense y en pugna con las cuales se afirma la nueva entidad. Kirchner insiste en que su ausencia se debió pura y exclusivamente al malestar que le produce la altura (le duró por una semana cada vez, cuando se encontró con Ricardo Lagos en el Cristo Redentor cordillerano y con Carlos Mesa en Sucre). Alguien le contó que por los tubos de ventilación del hotel insuflaron oxígeno para revivir al poeta canciller y al desfalleciente matrimonio Duhalde, sobre el que por razones de estatura la columna de aire ejerce la máxima presión. Pero Itamaraty tiene razones para preocuparse, ya que de su excursión sudamericana también desertaron los otros presidentes del Mercosur. En el caso del uruguayo Battle, por su expreso desacuerdo, en el del paraguayo Duarte Frutos, por “inconvenientes” que algún día se conocerán. La jugada que los tres socios menores eludieron es clara: frente al mundo, Sudamérica es el nuevo nombre de Brasil. Deberá competir con España, México y Marruecos, que desde más lejos intentan lo mismo ante Europa, Estados Unidos y Africa. La Argentina prefiere, por razones obvias, que la eventual futura banca en el Consejo de Seguridad de la ONU no sea permanente, en cuyo caso sería muy difìcil impedir que le tocara a Brasil, sino rotativa. Brasil ha acordado apoyos recíprocos con Japón, Alemania y la India, que comparten su ambición, mientras la Argentina dialoga con países que recelan de esa hipótesis, como Pakistán e Italia, integrantes del llamado Coffee Club. De este Coffee y del otro (el secretario general Kofi Annan, cuya caída bajo cargos de corrupción procura el jefe del mundo, Georges W. Bush) depende el desenlace. El párrafo de la declaracióndel Cusco sobre el “multilateralismo renovado y democrático” resume el estado del debate.
No es posible desvincular lo sucedido en las alturas del Perú con la tensa reunión del viernes entre negociadores argentinos y brasileños por las dificultades bilaterales y del Mercosur, explicitadas desde que la Argentina decidió defender su industria como hace cualquier país normal al que las ideologías no le sorbieron el seso. El discurso brasileño es siempre extraordinariamente comprensivo, lo cual suma a las penurias argentinas el peso de cualquier estrépito. El Mercosur contemplaba salvaguardas, que se suprimieron en Ouro Preto en 1994, ya que la coordinación macroeconómica debía volverlas superfluas. Ello no ocurrió y la Argentina las reimplantó a mediados de este año, como elemental reflejo defensivo. Luego Lavagna viajó a Brasil y propuso un esquema transitorio para su vigencia, que no tuvo respuesta. Los brasileños llegaron el viernes con una delegación de 21 personas. Además del viceministro Samuel Pinheiro Guimaraes vino el jefe de gabinete del canciller Celso Amorim, Antônio Patriota. Más allá del auto denigratorio chiste fácil, Patriota fue representante de su país en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y uno de los defensores más entusiastas de la aspiración a la banca permanente que afecta las relaciones. Los cuatro párrafos del comunicado oficial son positivos: el marco es propicio porque ambas economías pasan por un contexto de fuerte crecimiento; dentro de un mes seguirán discutiendo cómo superar asimetrías y promover el desarrollo armónico y equilibrado de las partes; mientras los gobiernos sigan buscando cómo limitar efectos negativos se mantendrán las medidas vigentes (de protección a la industria argentina) y Brasil accede a financiar proyectos argentinos de infraestructura. Así se asegura que Kirchner no tenga pretexto para faltar también a la cumbre del Mercosur, a partir del miércoles en Ouro Preto. La reticencia brasileña a las salvaguardas se fundamenta en que no están contempladas en el tratado de Asunción. La Argentina replica que ese texto postula la coordinación macroeconómica que sólo existe en tal papel. La Cancillería argentina se sentó a la mesa de las ásperas discusiones del jueves con la hipótesis extrema de llegar a la denuncia del tratado. Pese a la asimetría entre ambos, ni Brasil ni la Argentina pueden permitirse semejante colapso sin pagar graves consecuencias. Kirchner sabe que Lula es el mejor presidente posible de Brasil, porque sin resignar la lógica imperial entiende que el Mercosur no puede sostenerse sobre la resignación de los perdedores. También cree que la relación está intacta y que los momentos de tensión se irán resolviendo, sin rupturas ni aislamientos. Wishful thinking, como diría el delegado brasileño en la ONU, o conjeturas más optimistas que la de Borges sobre nuestro destino sudamericano.

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