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Año nuevo, dieta nueva
Por James Neilson
Año nuevo, dieta nueva
Luego del estallido hiperinflacionario del esquema tradicional consensuado por aquel PRI bicéfalo criollo que está conformado por el PJ y la UCR, la Argentina aceptó ir a una especie de spa donde se comprometió firmemente a someterse a una dieta espartana y a emprender un régimen de ejercicios horriblemente vigorosos. Como suele suceder en las fases iniciales, su peso bajó un poquito y logró correr bastante rápido. Pero, encantado con los primeros resultados, el país pronto hizo lo mismo que tantos otros obesos irremediables, poniéndose a devorar hamburguesas de noche y negándose a salir de día hasta que, convertida en una ruina y luego de sufrir una serie de infartos, optó por volver a casa. ¿Le resultará más fácil el régimen que le tienen preparado los bonaerenses? Puede que sí, pero nada cambiará el hecho de que la Argentina está peor parada de lo que estaba diez años antes y que a menos que se “modernice”, dotándose de un Estado auténtico, seguirá empobreciéndose por momentos.
La aspiración de alcanzar a Estados Unidos o el Canadá ya parece absurda. Incluso España queda demasiado lejos y el Uruguay se asemeja a una utopía. Algunos, que se creen optimistas, apuestan a la “integración” con el Brasil, el país menos equitativo de todos, lo cual supondrá salarios brasileños. Pero no se trata de un piso. Todos los países “emergentes”, es decir atrasados, habrán de enfrentar el desafío enorme que les plantea China donde la mano de obra es baratísima y la productividad más la calidad de los bienes fabricados están en aumento constante. Aunque China está haciendo sus pinitos en los mercados internacionales, México ya ha visto esfumarse muchas maquiladoras que no regresarán.
Ser de clase media en el mundo que está configurándose se hace cada vez más difícil. Aquellos países que no consigan formar parte de un conjunto rico capaz de cerrarse sin por eso depauperarse, como Estados Unidos y sus socios más íntimos o la Unión Europea y los suyos, tendrán que competir cabeza a cabeza con China y, después, con la India. ¿Estará el Mercosur, cuyo producto global es muy inferior al italiano, en condiciones de hacerlo? Puesto que no existe ningún motivo para creerlo, el fracaso ignominioso, por la inoperancia del Estado nacional, de la estrategia que es de suponer subyacía en la convertibilidad fue un desastre sin atenuantes. El que los nuevos dueños de la pelota no tengan más en mente que complacer a otro pelotón de lobbistas, en esta ocasión los “industriales” bonaerenses, hace prever que los desastres por venir serán más dolorosos todavía.