De reunión en reunión, a veces los funcionarios sufren superposición de agendas. El canciller italiano, Massimo D’Alema, debió esperar un rato la llegada de Jorge Taiana, que se encontraba en la reunión de Kirchner con Lula. Luego del retraso, la reunión de cancilleres se realizó en unos lockers especiales para bilaterales en los que en pocos metros se juntan funcionarios de todos los colores y atuendos. Cuando terminó el encuentro, D’Alema se acordó de sus conocidos argentinos. “¿Y cómo está Estela Carlotto?”, preguntó el italiano. “Ah, muy bien. Es una gran amiga mía”, le respondió Taiana.

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El tránsito de Nueva York es mucho más denso que el porteño. La ciudad es chica; los automóviles, muy grandes, y los embotellamientos no sólo se dan en la rush hour (a la salida del trabajo), sino en cualquier momento. Ayer, con muchas calles cortadas debido a los movimientos de los presidentes, la Gran Manzana se convirtió en una locura. Si se tiene en cuenta que un estacionamiento en el centro neyorquino cuesta 20 dólares la hora, se entenderá por qué es tan usado el subte.

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Evo Morales habló ayer a la noche en la Asamblea General. Su discurso tuvo un cariz intensamente antinorteamericano y reivindicativo de los derechos de los aborígenes. Pero dio la nota al sacar de su típica campera con motivos indígenas una hoja de coca. “No puede ser que la hoja de coca sea legal para la Coca-Cola, pero ilegal para la salud de los pueblos”, sostuvo, en el tramo más aplaudido de su discurso.