Ni la llovizna de la tarde, ni la amenaza de otras lluvias ni la helada noche de dos grados bajo cero de sensación térmica pudieron evitar que los manifestantes volvieran a salir a las calles de Río Gallegos. Unas cuatro mil personas marcharon por la ciudad para participar en el cacerolazo que el gremio docente lanzó en toda la provincia. El domingo por la tarde había decidido la continuidad de la huelga por cinco días, cuando todavía no había indicios de reanudar negociaciones con el gobierno provincial.

En la marcha, los docentes mostraron irónicamente su interpretación sobre el escrache a la hermana del Presidente, Alicia Kirchner. Los manifestantes desfilaron con curitas en la cara, en los mismos lugares en que la ministra de Desarrollo Social tenía puestas las banditas adhesivas cuando reapareció en la conferencia de prensa que brindó junto a Daniel Peralta –en la casa de gobierno provincial–, después de la agresión que sufrió el sábado al mediodía mientras comía junto a sus hijas y amigos en el restaurante Roco. También tiraban harina a quienes saludaban su paso: “es un autoescrache”, les decían en medio de sonrisas.

La marcha partió desde el campamento docente frente a la gobernación, donde los más puntuales se calentaban en los fogones que dan algo de calor a los acampantes que pasan allí las noches. Desfilaron por la céntrica avenida Presidente Roca –acompañados de una caravana de vehículos que hacía sonar las bocinas– hasta la avenida San Martín, otro de los lugares simbólicos de las protestas. Allí, volvieron a corear la ya clásica consigna que identificó a todas las marchas que se dieron en los últimos dos meses: “¡Fuera, fuera!”.

Luego retomaron la caminata para regresar hasta la Carpa de la Dignidad, como bautizaron al campamento. Nadie quería que cualquier inconveniente “empioje” las negociaciones de Buenos Aires. Los maestros no abandonaron las calles, pero también tenían puesta su atención en las negociaciones que se reabrieron en la Capital Federal.