EL PAíS › ARTEMIO LOPEZ *

No va a alcanzar

El padrón nacional en 2001 fue de 24.900.000 electores, de los que votaron 18.400.000, esto es, el 73,9 por ciento del total. Hubo una abstención espontánea de 6.540.000 electores, el 26,3 por ciento del padrón nacional. En 2002, el padrón proyectado es de 25.200.000 electores. Las encuestas nacionales conocidas muestran que los votos reunidos entre los diputados Carrió y Zamora suman el 20 por ciento de los electores que concurrirán a votar. Esto supone unos 3.940.000 electores, los que en la mejor de las hipótesis –donde el 100% sigue las indicaciones de sus partidos o referentes– se abstendrán en marzo del 2003.
Igualmente, los relevamientos de opinión muestran que frente a las características de la elección ejecutiva y la vasta oferta de candidatos disponible, ya no todos los que espontáneamente se abstuvieron en 2001 lo volverían a hacer en 2003. El último estudio nacional de la Consultora Equis, sobre 1144 casos efectivos, muestra cómo se distribuirán las abstenciones de 2001 en marzo de 2003 (ver cuadro 1).
Como se observa, si asumimos que todos los que se ausentaron en 2001 y hoy están indecisos de volver a hacerlo se ausentaran en 2003, sólo el 46,2 por ciento de los que se abstuvieron en 2001 reiterarán este comportamiento en 2003, ya sea inducidos por adhesión partidaria o espontáneamente. Ahora bien, para analizar el fenómeno de abstención en estado puro, que surge de una toma de decisión política, es necesario desagregar del total de ausentes nacionales el ausentismo administrativo o estructural de los electores muertos al momento de la elección, alejados del lugar de votación o mal empadronados por otras causas. Estos representan una media del 12 por ciento del padrón.
Se deduce entonces que en 2001 el ausentismo real, que surge de una decisión política, fue del 14,3 por ciento del padrón nacional. Como se señaló, las encuestas marcan que volverá a ausentarse en marzo del 2003 el 46,2 por ciento de los que lo hicieron en 2001, ya por adhesión a la propuesta de abstención inducida o por repetir el comportamiento espontáneo, esto es, el 6,6 por ciento del padrón de electores nacionales. Luego, se deduce que el valor real de la abstención inducida será la sumatoria de los eventuales seguidores de Carrió y Zamora –3.940.000 electores– y los electores que repetirán su comportamiento abstencionista espontáneo de 2001, hoy unos 750.000. Así las cosas, los ausentes por decisión política serán 4.690.000 electores, a los que se agregará el tradicional 12 por ciento de ausentismo estructural, otros 3.000.000, con lo cual la abstención total proyectada para marzo del 2003 alcanzará a los 7.690.000 electores, o el 30,5 por ciento del padrón. Esto supone que en el mejor de los escenarios, por abstención inducida en marzo del 2003 habrá 4,2 puntos de ausentes adicionales a los registrados en octubre del año 2001, esto es 1.058.000 nuevos ausentes.
Obviamente, este breve número de ausentes adicionales muestra que, más allá de la intención de sus actores, la estrategia de abstención inducida resulta, en democracia, un grueso error político y una quimera matemática que no logrará deslegitimar la convocatoria electoral. En la hipótesis más favorable, la elección presidencial de marzo con abstención inducida mantendrá niveles de participación apenas menores que en 2001 y aun superiores al promedio de la región latinoamericana, como lo muestra el cuadro 2.
* Titular del Estudio Equis

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