EL PAíS › ROSENDO FRAGA *
Los riesgos de la propuesta
Un análisis de las últimas elecciones argentinas muestra que aproximadamente un cuarto del padrón no vota. En ello confluye el desinterés de algunos, las excepciones de otros y las desactualizaciones e inexactitudes de los registros. Normalmente, en los últimos años, uno de cada cuatro empadronados no ha ido a votar. En el caso de la elección legislativa del 14 de octubre, a esta abstención que podemos llamar “natural” se sumó el voto bronca, que se expresó a través del voto nulo, con lo cual llegamos a que dos de cada cinco empadronados no emitió un voto positivo por partidos con sus respectivos candidatos.
Esa combinación de voto bronca y abstención fue una clara señal que anticipó la crisis del sistema de partidos de la Argentina, que en las semanas siguientes mostró su incapacidad para encauzar y resolver la crisis. El reclamo de que “se vayan todos” se instaló desde entonces y hoy cuatro cada cinco votantes querría una renovación total de los mandatos, aunque no tenga demasiado en claro con quiénes quiere reemplazar a los actuales dirigentes. La contradicción surge al verificar que tres de cada cinco votantes hoy tiene una preferencia definida por candidatos presidenciales que hace años que están actuando en política.
Frente a este cuadro, si el frente liderado por Carrió, De Gennaro y Zamora convocara a la abstención, en caso de que se no renovaran todos los mandatos, bien podría suceder que a la cuarta parte del electorado que naturalmente no está votando se sume otra cuarta parte o más que tampoco lo haga. Así, la concurrencia podría caer por debajo del 50 por ciento del padrón. En este caso el futuro gobierno sería legal, pero de discutible legitimidad. Si a los problemas que hereda —debiendo sustentarse además sobre un bipartidismo que está en crisis y probablemente en disolución— se agrega que surge de una votación muy baja, difícilmente podrá mantener la gobernabilidad.
La amenaza de abstención no es eficaz para provocar una renovación total de los mandatos junto con la elección presidencial, dado que el sistema político tradicional la resiste. Pero sí puede impedir la gobernabilidad de la futura administración. Es decir que la abstención como herramienta política puede impedir la gobernabilidad del nuevo gobierno, pero no provocar la renovación de los mandatos antes del mismo. Quienes amenazan con la abstención deben reflexionar que el fracaso de un próximo gobierno puede afectar el funcionamiento de la democracia en la Argentina.
Desde esta perspectiva, pareciera más constructivo y eficaz proponer como primer punto de un plan de gobierno convocar el primer día a un plebiscito en dos o tres semanas para que el electorado se pronuncie respecto a si quiere o no la renovación total de los mandatos, cuyo resultado seguramente confirmaría que cuatro cada cinco lo quieren, situación que haría insostenible la permanencia de los actuales legisladores. Esta iniciativa, planteada inicialmente por un gobierno recién electo, en mi opinión resultaría más eficaz para producir la renovación de los mandatos, e implicaría menos riesgos para el funcionamiento de la democracia.
* Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría