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El obispo y la política

“Los cambios en la Iglesia Argentina y en el contexto internacional -especialmente después de las denuncias contra los curas norteamericanos- no le van permitir a Storni conseguir el mismo resultado que en 1995”, dijo a Página/12 una fuente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) apenas reapareció el escándalo silenciado durante la década pasada.
En febrero de 1995, Storni consiguió la “bendición” del Vaticano en un viaje relámpago que realizó a la Santa Sede, gestionado por el entonces Nuncio Apostólico Ubaldo Calabresi. A su regreso a Santa Fe, con nuevas ínfulas la emprendió contra los proyectos de ley de Salud Reproductiva, impidiendo la distribución de anticonceptivos en los hospitales públicos, y la ley de Juegos, evitando la instalación de casinos en la provincia. También renovó su apoyo a las escuelas confesionales obteniendo sustanciales mejoras en los aportes del Estado.
Pero las relaciones del obispo no se agotaban en el ámbito de la educación, donde su vicario Mario Grassi afronta ahora denuncias por desvío de fondos y maniobras administrativas sino que se extendían al Poder Judicial. Allí el obispo tiene dos buenos amigos, integrantes ambos de la Corte Suprema de Justicia: Rodolfo Vigo, que lo recibía periódicamente para cenar en su casa a tres cuadras del Obispado, y Eduardo Spuller, que lo agasajaba algunos fines de semana en su quinta en las afueras de la ciudad. Esos vínculos alcanzarían para explicar la sobreactuación del Procurador de la Corte, Jorge Bof, que declaró que “se está investigando desde hace un par de días” cuando se aprobó en el Senado provincial un proyecto del radical Alberto Beccani para que se abriera una causa judicial, cosa que no había ocurrido hasta ese momento.

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