Lunes, 10 de noviembre de 2008 | Hoy
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¿Estamos atravesando una crisis general de la imagen?
¿A qué llamamos “pintura” hoy? ¿Derivó el pintor en artista plástico, o hay quienes se resisten a ese encasillamiento? ¿Por qué? Sobre todo esto charló Luis Felipe Noé en el Café Cultura Nación.
Por Sandra Russo
Para presentarse, el artista su ubicó generacionalmente: “Nací en 1933 y me siento identificado como pintor de los años ’60. Yo en el ’60 tenía 27 años. Había hecho mi primera exposición en octubre del ’59. Estudié Derecho, abandoné, fui periodista, y en uno de los diarios en los que trabajé fui crítico de arte. La verdad, eso de ser crítico de arte a los 23…”, se rió Luis Felipe Noé. Quién sabe qué sabría de arte a los 23 años este hombre que después de convertiría en una de las personalidades más fuertes en la pintura argentina del siglo XX. Sólo él puede medir cómo eran por entonces sus parámetros y cómo fueron cambiando mientras fue viviendo su vida y haciendo su obra. Lo que quedó claro en la charla del Ciclo Café Cultura Nación es que Noé es, además de un gran artista, un sorprendente teórico de la pintura. Noé siguió contando su historia:
Luis Felipe Noé: –Mi primera exposición fue un 5 de octubre. Fue uno de los días más importantes de mi vida. Llegué tarde. Me encontré en la puerta con Horacio Bustos, que había sido mi profesor durante un año y medio. Yo era de esos adolescentes insoportables que le discutían todo al profesor. Bustos se había formado en el poscubismo, y enseñaba su propia metodología de trabajo. Yo lo que quería era representar las cosas como las veía, pero con él dividíamos todo lo que veíamos en entrada de luz, valores, todo un planteo de lógica poscubista. Yo le discutía mucho a Bustos. Se hartó de mí y me dijo que no tenía nada más que enseñarme. Pasaron los años y de tanto en tanto lo visitaba, y así llegué a mi primera exposición. Lo encontré en la puerta y me dijo “me quedé esperando porque me ha dado una gran lección. Haciendo totalmente lo contrario de lo que yo le enseñé, ha hecho una pintura que le ha dado gran resultado”. Para mí era como si me hubieran dado el Premio Nobel. Ese mismo día conocí a tres pintores jóvenes: Alberto Greco, Rómulo Macció, y Jorge de la Vega. Mi padre, que estaba liquidando en ese momento una fábrica de sombreros familiar, me dijo “ahí tenés un taller para pintar”, y los llevé a Greco y Macció. Ahí empezó a formularse la idea de lo que luego se llamó “nueva figuración”. La palabra nos gustó.
Noé y sus jóvenes amigos, que estaban gestando la “nueva figuración”, partieron del desafío de superar un choque estético. Hasta ese momento, el arte estaba partido entre lo figurativo y lo abstracto. La corriente artística que pujaba pedía la reconciliación de todas las miradas y todos los elementos. La reconciliación era necesaria para convertir cualquier mirada y cualquier elemento en algo disponible, al servicio de lo que se quería expresar.
L.F.N.: –Planteábamos no tanto volver a la figuración, sino servirnos de toda la experiencia pictórica para hablar de nuestro contexto. Una de las primeras exposiciones que hice se llamó “Serie federal”. Me nutría de la historia argentina. Me gustó hacer esa serie como la enunciación de un pueblo, mezclando el concepto del horror, la sangre, de la pasión, de la bandera de los federales… La exposición tuvo mucho éxito, vendí todo en una semana, pero a mí ese éxito más que ponerme contento me perturbó. Al poco tiempo, en mayo del ’61, hacemos la exposición del grupo y la llamamos “Otra figuración”. Y en septiembre me voy con De la Vega a Europa. Ahí tuvimos una experiencia. Nuestro grupo estaba dividido en dos tendencias, los pintores pintores y los pintores que reflexionábamos en torno al concepto mismo de pintura. Los pintores pintores eran Deira y Macció, y los cuestionadores éramos Jorge y yo. Yo tenía una relación fantástica con Jorge. Nos estimulábamos mutuamente para romper límites y conceptos. Al poco tiempo nos vamos a Brujas. En ese momento no había turistas, estaba vacía, era un escenario del siglo XV. Y entramos a un museo chico pero muy hermoso, con obras magníficas. Ahí entendí. Se me vino encima una época burguesa de valores estables, centrada en el cristianismo. Yo me preguntaba lo siguiente: esta pintura tiene una relación íntima con su tiempo, yo la admiro por eso, por lo tanto no tiene ningún sentido en una época tan distinta como la actual querer pintar como esos pintores. Hay que hacer totalmente lo contrario, tensiones, rupturas. Ahí empecé a hablar de visión quebrada, de cuadro dividido, y por último de asunción del caos.
Ese viaje a Europa con Jorge de la Vega fue iniciático en muchos sentidos. Desde entonces, la obra de Noé se volvió cada vez “más ruptural”. Y más conocida. Ganó un premio en el Instituto Di Tella que consistía en una beca a Nueva York. Estaba expectante. En Europa había conocido el arte clásico, pero tenía más necesidad de ver pintura contemporánea. Se quedó nueve meses. Una estadía que tuvo la duración de un embarazo: lo que estaba naciendo era nada menos que el Pop.
L.F.N.: –Mi obra se fue extremando y se fue convirtiendo casi en instalaciones. Todavía no había nacido en New York el concepto de instalación. Mi obra continuaba por la pared, por el piso, a veces por el techo, iban para todas partes, eran complejas relaciones de bastidores. A eso lo llamo instalación. Volví a Buenos Aires en el ’75, hice una exposición con esas características en el Museo de Arte Moderno, gané otra beca y volví a Nueva York pero ya con mi familia. Estuvimos tres años.
Durante ese período en Estados Unidos, Noé incubó una crisis con su propia obra. Fue una crisis entre una subjetividad y su contexto. Sus instalaciones de pronto le parecieron aparatosas, difícil de transportar y de vender. Cuando se planteó el regreso a Buenos Aires, se deshizo de ellas tirándolas en el río Hudson. Así como se lee. Hubo una frase de Octavio Paz que mantuvo calmado a Noé: “La contemplación estética se disuelve en la vida social”. Eran los tiempos del mayo francés. De la guerra de Vietnam. Noé inició un período en el que no pintaría nada.
L.F.N.: –Volví a Buenos Aires y sentía una crisis interior aguda, pero de algo tenía que vivir. Puse un bar con amigos, el BARbaro. Y me dediqué a enseñar. ¿Qué iba a enseñar? Pintura. Ahí fui volviendo a la pintura por medio de los alumnos, con temas que no había tocado anteriormente. Me preguntaban “¿Cómo se pinta un paisaje?” Y yo nunca había pintado un paisaje. En ese momento habíamos alquilado una casa en el Tigre, y ahí leí un libro sobre el arte precolombino en México. Me hizo relacionar mito con naturaleza, en este caso se trataba de mis mitos personales, con los cuales me relacionaba en mi terapia psicoanalítica. No era una terapia con diván sino que hablaba y al mismo tiempo dibujaba y ahí me fue saliendo una cantidad de cosas que tuvieron dos destinos. Empezaron a poblar esa serie con la que volví que se llamaba “La naturaleza y los mitos”, y otra serie sobre la conquista de América. Cuando estaba haciendo el prólogo de la exposición con la que retomé la pintura (se llamaba “Por qué pinté lo que pinté, no pinté lo que no pinté, y pinto ahora lo que pinto”), tocan el timbre de mi casa, abro la puerta y aparecen como 6 o 7 monos vestidos de civil apuntándome con metralletas. Era el gobierno de Isabelita, todavía guardaban ciertos cuidados. Pero cuando vino el golpe mi mujer me sugirió que me fuese. Ahí se abre un periplo largo en Francia. Llegué en el ’76 y me quedé hasta el ’87. Mis hijos viven allá, tengo un hijo que es director de cine en Francia, y tengo nietas francesas. Pero yo volví. Ya acá, empecé a tener nostalgias de ciertas libertades artísticas, un poco de añoranza por las instalaciones. Recién en el ’94 me animé a hacer una nueva instalación a partir de la reforma constitucional que había convocado Menem, y era una obra con mi visión de la historia argentina. Poco tiempo después, en el 2000, hice otra instalación, pero ya las clasificaba, guardaba las piezas y demás, no quería destruirlo. Hasta aquí la parte de mi historia, un poco larga porque son muchos años.
“Ahora voy a hablar concretamente de pintura”, anunció después Noé, para sorpresa del público. Había estado hablando de pintura desde el principio. Su larga introducción, en la que pretendió “presentarse”, había resultado un viaje por los intestinos de las corrientes artísticas de la década del ’60. El hombre que esa gente tenía enfrente era dueño de una vida no paralela, sino fundida con su arte.
Entonces, en lo que para Noé fue la manera de aproximarse específicamente al tema de la pintura, fue al punto:
L.F.N.: –Según el diccionario, un pintor ejerce “el arte de representar con líneas y colores sobre una superficie”. ¿Representar qué? Paisajes, naturalezas muertas, figuras, objetos, etc. Pero la música es “el arte de combinar sonidos” y la literatura, “el arte basado en las palabras”. La música y la literatura se definen por algo esencial que si falta no pueden existir, el sonido y la palabra. Ahora ¿sin qué no hay pintura? La explicación es ésta. La literatura y la música se definen por sus puntos de partida, palabras y sonidos. Y la pintura se define por su punto de llegada: la imagen.
Su argumentación tuvo como tema central la revolucionaria aparición de la fotografía: inauguró algo que cambiaría para siempre la relación de los seres humanos con las imágenes. La masividad. De las artes del siglo XX, Noé rescató dos: la abstracción y el collage.
L.F.N.: –El collage significaba hacer una imagen con otras imágenes. Yo siempre creí en ese sentido que los mosaicos romanos o bizantinos son pintura, que los frisos góticos son pintura. Todo esto me ha llevado a pensar que la pintura esta mal definida si se la ata sólo a un procedimiento. La pintura es el arte de la imagen, más allá de cualquier procedimiento. Rembrandt, por ejemplo, ¿era pintor sólo cuando pintaba sobre una tela o también cuando dibujaba y grababa? Se habla de arte digital y no de pintura digital. Pero la pintura digital tiene que ver mucho con el collage, porque en él se cortaban y se pegaban imágenes, y eso el arte digital lo tiene internalizado. Del collage nace el ready made de Duchamp, que es presentar fuera de contexto un objeto y convertirlo en otra cosa como valor artístico. Evidentemente, ahí es un poco difícil decir “eso es pintura”, pero el ready made fue una etapa dentro de un proceso de pintura de Duchamp. Todos creían que ya había abandonado el arte, pero él estuvo 20 años haciendo secretamente una obra que se llama “El pandomi”, que es una imagen que se mira detrás de un puerta y por la cerradura. Duchamp se autodefinía como pintor. Decía que había superado la pintura retiniana, o sea del registro sensible de la pintura. Entonces reivindicaba el concepto, como otro elemento de la construcción de la imagen.
La tercera parte de la charla estuvo centrada en la idea del artista. Según Noé, un artista es “alguien que trata de inventar de nuevo el lenguaje”. El solo hecho de que un mismo objeto se llame de distintas maneras en distintos idiomas implica para él que el lenguaje es una ficción y algo “separado de las cosas”.
L.F.N.: –Entonces el campo creativo, en cierto modo es llamar a las cosas como las cosas son. Uno está tan acostumbrado a las palabras que cree que vienen inventadas por el dedo de dios. La definición que más me gusta de poesía es la de Aldo Pellegrini: “La poesía trata de decir con palabras lo que las palabras no pueden decir”. Son los intersticios entre las cosas lo que se siente, no lo que define la cosa en sí misma sino los espacios que hay entre el yo y el lenguaje. La pintura es un lenguaje a través de las imágenes y es un lenguaje que trata de hacer evidente lo no evidente. Muchas veces se relaciona el problema actual de la pintura con la fotografía, como si la fotografía hubiese matado a la pintura. Muchos hablan estúpidamente de que la pintura ha muerto, porque la unen a tan sólo un procedimiento. Yo creo que la fotografía no hizo otra cosa que liberar a la pintura de la obligación representativa. Por algo a partir de la fotografía nace el arte abstracto.
De ahí, Noé saltó a la actualidad. Quizá porque su referencia al arte abstracto y su nacimiento, tan vinculado a las imágenes masivas, periodísticas y publicitarias, que en menos de un siglo invadieron hasta el trastorno a las subjetividades del siglo XX, Noé siguió su reflexión hablando sobre las imágenes que tanto él como el público tenían en la cabeza:
L.F.N.: –Para mí hay una crisis general de la imagen. Vivimos bombardeados por imágenes, publicidad, fotografía. Goya pintó un fusilamiento. Hoy vemos fusilamientos reales transmitidos por televisión o en fotografías de manera instantánea. Cuando pasó lo del 11 de septiembre en EE. UU., me dicen “acabo de ver en la televisión como un avión se estrelló contra una de las torres”. Prendo el televisor y veo en vivo la caída de una de las torres. Evidentemente si se trata de desafiar ese tipo de representación, nos va a ir mal. Estamos superados por eso. Pero el problema para mí es otro. El mundo con todas sus contradicciones, con todos sus elementos, repercute sobre nuestra propia piel, y es un mundo cada vez más confuso y más difícil de asir. En una palabra, se habla cada vez más de la red y lo que creo es que la red es el desafío desde el punto de vista de la imagen. En cierto modo, la red es lo que antes se denominaba el caos. Pero aclaro que “caos” no es para mí desorden, es el orden de lo permanentemente cambiante. Decir por ejemplo “hay que poner orden en el caos” es ridículo porque es como querer tapar una olla grande con la tapa de una cacerola más chica, eso es un preconcepto de orden. El orden es asumir el caos, es asumir los elementos combinados de lo que de hecho existe. Todas las partes de la realidad son la realidad.
Un vecino: –Usted engloba todo dentro del tema pintura. ¿Y por qué no englobarlo todo dentro de las artes plásticas? La plástica engloba todo lo que significa la recepción de la imagen desde lo tradicional hasta las nuevas formas.
L.F.N.: –Creo que la palabra plástica no quiere decir absolutamente nada. La música es plástica también. También lo han reemplazado por artes visuales, pero en música no se habla de artes auditivas se habla de música. Al decir pintura lo que quiero precisar es que es un arte de la imagen mas allá de si se haga en un grabado o un dibujo, estas son formas de ser de la pintura. Por eso mismo, plantear el problema de la pintura asociado el tema del arte de la imagen, es también querer encarar la crisis como la del arte de la imagen. Uno dice “Fulano de tal me pintó una situación” o habla de “cuadro de situación, o sea que en el lenguaje hablado tenemos un concepto profundo de lo que es pintura, y no es meramente material. Es decir, yo lo que me niego es hacer creer que la pintura sólo es lo que sale de un pomo y del pomo a la tela. La pintura es mucho más que eso.
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