ESPECTáCULOS

“Aquí la cultura no está reglada como la europea”

La actriz Marilú Marini y el actor y director Alfredo Arias, ambos radicados en Francia desde hace treinta años, analizan diferencias estéticas y de criterio en el modo de encarar la cultura allá y acá.

 Por Hilda Cabrera

Radicados desde hace treinta años en Francia, pero manteniendo una relación afectiva y artística con la Argentina, la actriz Marilú Marini y el actor y director Alfredo Arias retornaron nuevamente para estrenar espectáculos. En uno de ellos se los verá a los dos en escena. Se trata de Las criadas, de Jean Genet, que ofrecerán hoy y mañana (a las 20.30), en idioma francés (con subtitulado electrónico), en el Centro Experimental del Teatro Colón (Viamonte 1176), con participación de la actriz Laure Duthieul. La anterior presentación conjunta fue con La mujer sentada, de Copi. “En este momento nuestra presencia se debe al deseo de compartir con el público y nuestros colegas un proyecto institucional de la Asociación Francesa de Acción Artística para la divulgación del teatro contemporáneo francés”, señalan Arias y Marini en diálogo con Página/12. De ahí el ciclo de lecturas (Tintas frescas) que se inició esta semana en el Teatro Payró, gratuito y con presentaciones de la investigadora Françoise Thanas. Las obras seleccionadas fueron Por un sí o por un no, de Nathalie Sarraute, y Habitaciones, de Philippe Minyana.
En cuanto al montaje de Arias sobre Las criadas (Les bonnes), pieza de 1947 del también poeta y novelista Genet (1910-1986), y clara muestra de su teatro de subversión, elaborado en torno de personajes marginados y marginales, fue estrenado en 2001, en el Théatre de L’Athénée, y llevado en gira por otras salas de Francia, Italia, Marruecos y países de Europa del Este. La traducción para la puesta en el CETC tiene un origen calificado, según cuenta Arias. Proviene de una versión que envió a Marini el librero Alberto Casares, realizada por la escritora Silvina Ocampo y el actor Pepe Bianco. “Es una curiosidad. Me fascinan los equivalentes que hallaron entre el francés y el castellano –apunta el actor–. Pero el lenguaje de Genet es preciosista, al nivel de un Pierre Marivaux.”
Sobre ese trabajo preciosista y poético de Genet, Marini opina que proporciona a los intérpretes un respiro: “Las interjecciones son implacables, pero las sutilezas que recorren el texto nos van dando espacio y aire”. Algo importante también para el actor que dice tener que discutir con la otra tarea que lo ocupa: la régie de la ópera Las indias galantes, con música de Jean-Philippe Rameau, libro de Louis Fuzelier y dirección musical de Alfredo Garrido, que se ofrecerá miércoles, jueves y viernes de la semana próxima en el Colón. Dice aplicar una idea de Genet al movimiento escénico: la deambulación, que “debe contener los signos de presagio que uno imagina en el vuelo de los pájaros, el rumor de las abejas en su vuelo y la visión de la muerte que se adivina en la forma de caminar de los poetas”. Arias dice que nunca pudo definir qué eran las “deambulaciones”, pero aprovechó esas imágenes para calificar con esta palabra la técnica de dirección a la que aspira cuando les entregaron, a él y a Marini, “unos cargos honoríficos” en Francia.
–¿Estos descubrimientos aparecen con la puesta de Las criadas?
Arias: –No. Creo haber hecho un trabajo original de escritura escénica. Pero es cierto que hay una identificación mía con ciertos autores. Todos los síntomas de Genet son míos. Comparto la orfandad, porque rechacé a mi familia; la homosexualidad, y aunque no he practicado la delincuencia, he estado en contacto con marginales, pero “no condenables”. Genet era muy crítico respecto de Francia y su cultura, y apoyó causas por las que fue denostado: apoyó a Palestina, a los Black Panters. Lo que me identifica es la voluntad de exiliarse del propio país.
–¿Pueden establecer una conexión entre Genet y el argentino Copi, cuyas obras también ustedes llevaron a escena en Francia?
Arias: –En Copi las obras emanan de otra cultura, pero los dos tocaron los mismos bordes. Genet es más violento y radical. Haber pasado parte de su vida en un orfanato lo marcó. Y después la cárcel.
–¿Cómo es este retorno conjunto a la Argentina?
Arias: –La actividad cultural en este momento parece estar acá en el otro extremo de la cultura francesa. Pero quizá no sea así. Pienso en los autores de los espectáculos que traemos, en los rechazos de Genet a lo establecido, en su desmesura, y en que Rameau podía ser también una persona desmesurada, como la situación que se está viviendo acá.
Marini: –Estoy trabajando en Francia, en una versión de Los días felices, de Samuel Beckett, con la mirada puesta en la Argentina. Quise que viniera el director de la obra (Arthur Manzyciel) para que entendiera cómo veo en mi interior la devastación de la que habla allí Beckett. Cómo impresiona en mí ese no tener escapatoria que aparece en la obra y, sin embargo, sostener como el personaje de Winnie la voluntad de continuar con las tareas de la vida. Para mí es un testimonio artístico de lo que siento y del afecto que recibo en la Argentina.
–Es asombroso que ustedes hablen con tanta pasión sobre el país...
Arias: –Organizarse en otra cultura no es hacer un pase mágico. Hay que asumir todos los duelos. A mí, el intercambio me ha ayudado a proteger mi identidad. Las propuestas más extremas me fueron aceptadas. El sistema cultural francés es superorganizado, pero aun así tiene fallas: en el lapso de dos años se robaron varios pianos de cola en la Opera de París.
–Desde acá la visión es otra...
Arias: –Porque no se habla claramente. El Teatro Colón es un caos pero no hay que “ficcionalizar” los teatros europeos. Algunas instituciones son maravillosas, pero si el director de un teatro está en ese puesto por la violencia del poder, los problemas artísticos no se resuelven. Es un combate, como el que se puede tener acá por otras razones.
–¿Qué es lo que diferencia a ese combate?
Arias: –El trabajo de punta es laborioso, pero en Francia se respetan en general las reglas de juego. Este comportamiento democrático cuesta tiempo y dinero. El Estado funciona pero a base de impuestos.
Marini: –Esa relación con el Estado es cotidiana. Uno sostiene las subvenciones que se dan por ejemplo a la cultura. Lo interesante acá es no soñar con situaciones ideales: descreer cuando se dice que allá es bárbaro y acá terrible. No existe lugar en que uno esté protegido de todo. La violencia está en todas partes. En la Argentina hay un potencial humano increíble, una cultura flexible y no reglada como la europea. El problema es cómo utilizar ese potencial. Creo que no es imitando a sociedades económicamente más poderosas. Nada tiene un solo camino, como tampoco una fecha tiene el mismo significado. Ahora que se está recordando el 11 de setiembre como el día del atentado a las Torres Gemelas, pienso que también un 11 de setiembre fue muerto el presidente Salvador Allende en Chile. Hay otros aniversarios, y otras formas de organizar una sociedad.

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Marini y Arias están aquí presentando dos espectáculos.
 
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