ESPECTáCULOS › ENTREVISTA EN PUNTA DEL ESTE A LA ACTRIZ FRANCESA CHARLOTTE GAINSBOURG
“Mis padres eran muy extrovertidos”
La hija de Jane Birkin y Serge Gainsbourg es la estrella más importante del Festival “Europa, un cine de Punta”. Acompañada por su marido, el director Yvan Attal, presentó allí un film autorreferencial, no en vano llamado “Mi mujer es una actriz”.
Por Martín Pérez
Charlotte Gainsbourg fue una estrella desde el comienzo de sus días. Su primera aparición estelar fue en la portada de Histoire de Melody Nelson, el álbum conceptual que su padre compuso para que cantase su madre. En ella aparece bien grande el nombre de papá Serge Gainsbourg, pero en la foto sólo está mamá Jane Birkin, con peluca pelirroja, luciendo apenas un jean abierto en la cintura y con sus brazos cruzados sobre su pecho desnudo, sosteniendo un mono de juguete. El mono fue enterrado con Serge, confesó alguna vez Birkin, porque a él siempre le gustó. ¿Y Charlotte? “Yo estoy ahí”, dice la mismísima Charlotte más de tres décadas más tarde, señalando la panza de su madre en la portada del disco. “Mi madre estaba embarazada de mí cuando hizo esa sesión de fotos, por eso debió dejarse el pantalón desabrochado.”
Alta y flaquísima, vestida con una camisa beige y un pantalón de botamangas anchas, lo primero que impresiona al ver caminar a Charlotte es lo larga que parece su figura. Y a continuación lo que impresiona es su suave parquedad. “Siempre fui tímida y callada, a diferencia de mis padres que eran muy extrovertidos”, confiesa Charlotte a Página/12. “Por eso me resultó más fácil trabajar con mi padre cuando era pequeña, tanto en los discos como en el cine, que ponerme a las órdenes de otro director. Y lo que siempre me impresionó de grabar con mi padre, y me estoy refiriendo principalmente al último disco que hice con él, es que dirigía a sus cantantes como si fueran actrices.”
Conocido por sus trabajos junto a Brigitte Bardot o Jane Birkin, así como por sus escándalos, Serge Gainsbourg fue el transgresor oficial de la cultura popular francesa hasta su muerte en 1991. Quemó un billete de 500 francos ante las cámaras de televisión, le dijo –también en TV– a Whitney Houston que quería acostarse con ella, y hasta tuvo su propio “God Save the Queen” al grabar “La Marsellesa” en ritmo de reggae. Y se hizo famoso en todo el mundo grabando con su mujer Jane Birkin el tema “Je t’aime... moi non plus”, en el que a ella se la escucha gozar de placer como si realmente estuviese haciendo el amor. Hacia fines de los años ‘60, el disco fue un escándalo y un éxito al mismo tiempo. Y hoy, tanto ese tema como lo mejor de la obra de Gainsbourg son reverenciados por una nueva generación de músicos y amantes de la música.
Recientemente presente en la cartelera porteña gracias a su protagónico en el notable film Besos para todos (La Buche), su hija Charlotte es la gran estrella del festival “Europa, un cine de Punta”. Acompañada por su marido –el actor y director Yvan Attal– y el pequeño hijo de ambos, llegó a Punta del Este el pasado fin de semana. Pero estuvo escondida en una casa en José Ignacio y recién ayer se dejó ver por primera vez por el Cantegril, la sede oficial del festival. Dirigida por su marido, que coprotagoniza el film con ella, Charlotte estelariza el título que clausurará hoy la muestra, una divertidísima comedia con guiños tanto a Billy Wilder como a Woody Allen llamada Mi mujer es una actriz. Debut de Attal como director y guionista, su historia narra las dificultades de un periodista deportivo para acostumbrarse a que su mujer es una famosa estrella de cine. “Como en las comedias de Katherine Hepburn y Spencer Tracy, el punto de partida es una diferencia entre las sensibilidades de sus protagonistas. Pero el film habla de otra cosa.”
De lo que habla Mi mujer es una actriz es de las diferencias entre la ficción y la realidad en lo que respecta, por ejemplo, a los besos que se dan los actores en la pantalla. “Yo decidí jugar con eso desde el comienzo”, cuenta Attal. “Por eso en la película mi personaje tiene mi nombre, y el de Charlotte el suyo. Es más, cada vez que se dice su apellido, por alguna razón no se lo alcanza a escuchar, para que pueda ser sencillamente Gainsbourg”. Semejante juego, que hace inevitable lasexplicaciones de que no es un film autobiográfico (“yo no me sentí interpretándome a mí misma en el film”, aclara Charlotte), recuerda a los que solía hacer Serge Gainsbourg. Como cuando grabó junto a su hija de trece años un tema llamado “Lemon Incest”. “Nunca había pensado en esa comparación”, confiesa Charlotte. “El único punto de contacto entre aquel tema y esta película es que tanto Serge como yo estábamos diciendo lo mismo: que amamos a Charlotte”, opina Attal.
A la hora de hablar de su padre, Charlotte confiesa que una década atrás le molestaba, pero que ahora ya no. “Me gusta hablar de mi padre, pero sólo fuera de Francia”, aclara, para luego preguntar si se pueden comprar los discos de su padre en Buenos Aires. “A él le hubiese encantado saber que las nuevas generaciones reconocen su música”, opina Charlotte, y su frase recuerda aquella de su padre que recordaba que las canciones pop eran un arte menor. “Pero es algo que hago para los menores”, respondía el siempre transgresor Gainsbourg, cuya tercera mujer tenía treinta años menos que él.
“Mi padre siempre quiso ser reconocido por su música fuera de Francia”, recuerda Charlotte. “Pero nunca fue muy reconocido ni siquiera en Francia como cantante sino como productor de cantantes femeninas. Recién logró ser conocido y exitoso por sí mismo cuando tenía cincuenta años”, agrega, al tiempo que dice conocer todas las versiones que se han hecho de los temas de su padre (“pero siempre prefiero los originales”, aclara) y señala que sus herederos nunca se han negado a ningún pedido para samplear sus canciones. “Lo que sí me parece un tanto extraño es que pretendan hacer con sus viejas grabaciones, y gracias a las nuevas tecnologías, un disco de duetos con algunos artistas modernos, como si mi padre hubiese grabado con ellos. No me gusta mucho esa clase de proyectos.”
Sorprendentemente, tanto Charlotte como Attal no pueden evitar distraerse en las fotos de Serge y Jane que ilustran una nota de una revista especializada inglesa que sirve como referencia para la entrevista. Ahí es donde Charlotte encuentra la portada del disco de Melody Nelson (“puro trip-hop veinte años antes del trip-hop”, señala Attal) y se señala en la panza de su madre. Cuando Charlotte –como su personaje en el film de su marido– se retira para ir al baño, Attal confiesa que lo único que lamenta de ser el marido de la hija de Gainsbourg es que ya no puede escuchar su música. “Charlotte se pone muy triste cuando escucha los discos de su padre. Por eso yo tampoco los escucho. Cuando estoy con ella, claro. Y cuando estamos separados, en vez de permitirme mirar otras mujeres, lo único que hago es escuchar a Serge.”