ESPECTáCULOS › LOS NUEVOS DISCOS DE BETH GIBBONS Y TORI AMOS
La banda de sonido del otoño
Son estilísticamente distintas, pero parecen coincidir en el carácter confesional de sus letras y en su condición de artistas de culto. “Out of Season” y “Scarlett’s Walk” son dos obras recomendables.
Por Roque Casciero
Sus voces impactan por su rango y por la profundidad que saben imprimirles a sus interpretaciones. Pero esta no es la única coincidencia entre Beth Gibbons y Tori Amos, dos mujeres que cargaron de clase a la música de los ‘90: ambas se caracterizan por sus letras confesionales y dolorosas, y por algunos rasgos excéntricos que no hacen sino profundizar el fanatismo de sus seguidores. Gibbons –inglesa, semirrubia, desgarbada- se retiró a una granja de Essex tras el éxito de Portishead, elegante dúo de la primera camada del trip hop. Ya no quiere entrevistas ni demasiada exposición pública, aunque la calidad de sus discos sea precisamente la que atrae la atención. Amos –norteamericana, pelirroja, sensual– suele poblar las entrevistas de historias de duendes y hadas, y se casó en un castillo, con una ceremonia medieval.
A fines del año pasado, las dos cantantes volvieron a dar señales de vida con sendos discos –de reciente edición argentina– en los que reafirman su condición de primeras damas de la canción. Out of Season, de Gibbons junto a Rustin Man (alias de Paul Webb, ex bajista de Talk Talk), es una obrita maestra pintada en tonos ocres y grises. En cambio, en Scarlett’s Walk Amos usa el viaje de una mujer a través de Estados Unidos como excusa para hablar de sus propias obsesiones y dilemas, especialmente entre lo sagrado y lo profano.
Amos fue una niña prodigio que tocaba el órgano en la iglesia y cantaba a los cuatro años. Su padre era un predicador metodista, pero la apoyó en sus primeros pasos en la industria de la música. La vida de la niña pelirroja cambió cuando empezó a escuchar rock, especialmente a Led Zeppelin. En 1987 grabó un disco pobrísimo de pop metal llamado Y Kant Tori Read, que desapareció enseguida de las bateas. Entonces decidió escuchar una voz interior que le insistía que su camino era otro. Cuando volvió a un estudio, el foco estuvo puesto en sus canciones confesionales (“Me And A Gun”, una de las primeras, es el recuerdo de haber sido violada), en su piano y su voz increíble, con esos agudos que recuerdan a Kate Bush.
Enseguida se ganó un público que le rinde devoción, formado en gran parte por mujeres que se sienten muy cerca de las historias que cuenta Tori. Después de un álbum doble (To Venus And Back, mitad en vivo, mitad en estudio) y uno de covers (Strange Little Girls), la cantante ha vuelto al sonido de sus primeros tres trabajos, en los que el piano y la voz son el nervio de las canciones. Más allá de que sus letras son interesantes y con giros extraños, lo cierto es que esta pelirroja –que está a punto de cumplir cuarenta años– podría cantar los números de la lotería y todavía sonar misteriosa, encantadora, virgen y madama al mismo tiempo.
En los ‘90, Bristol se convirtió en la capital del trip hop, una música hipnótica que, en la mayor parte de los casos, recurrió a la fórmula de sumar samples de orquestas tipo Lalo Schifrin, una voz femenina y beats del hip hop programados a menor velocidad. En buena medida, la receta fue establecida por Portishead, el dúo formado por Beth Gibbons y Geoff Barrows. Aunque hay un disco de la banda esperando por ser lanzado, la cantante eligió mostrar antes Out of Season, un trabajo melancólico que funciona como la perfecta banda sonora del otoño. Aquí no hay que buscar melodrama: la garganta de Gibbons tiñe de verdad cada sentimiento oscuro y carga de sentido cada palabra dicha. Y tampoco es un disco exuberante, porque Webb (que conoce a la cantante desde antes de Portishead) prefirió construir acompañamientos mínimos –salvo en la orquestal “Tom The Model”- para una voz que se quiebra justo cuando uno piensa que más tensión sería insoportable.
El chiste del título (significa “Fuera de temporada”) es absolutamente serio, como en serio se toman estas canciones Gibbons y Webb: si la voz de la dama no fuera tan inconfundible, costaría decir en qué época fue grabado este álbum. Afortunadamente, eso también significa que no tiene fecha de vencimiento.