ESPECTáCULOS › EL DIRECTOR DIEGO LERMAN FRENTE AL ESTRENO DE “TAN DE REPENTE”
“No es un film de lesbianas ni de gordas”
Después de haber recorrido durante más de un año todo el circuito de festivales internacionales, donde recibió premios y halagos, el primer largo del joven realizador, basado en un relato de César Aira, llega mañana a su estreno porteño.
Por Martín Pérez
Cuando comenzó a filmar su primer largometraje, Diego Lerman no supo si iba a poder terminarlo. De la misma manera, cuando empezó a editar, no sabía cuánto iba a tener que esperar hasta poder tener lista una primera copia. Por eso es que ahora, a punto de estrenar comercialmente en el mercado local su opera prima Tan de repente, este director nacido el 24 de marzo de 1976 –”una jornada trágica para el país”, como apunta su biografía redactada para consumo externo– confiesa sentir algo que no sintió durante toda la producción del film. Y eso es... cierta tranquilidad.
“Obvio que espero con ansiedad el estreno local, y también que tengo ciertas expectativas al respecto, pero hubo un momento en que me relajé”, explica Lerman, cuyo debut en el largo lo convirtió en el director argentino más premiado en el exterior durante el último año. Prácticamente no hubo mes sin que llegase un cable del exterior anunciando el triunfo de Tan de repente en festivales como Locarno, Biarritz, Huelva o La Habana, entre varios otros. Ganadora del premio especial del jurado y del premio del público en el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires del año pasado, a partir de entonces el film de Lerman desapareció de la escena local y se estrenó antes en Francia que en Argentina.
“Allá se salió con veinte copias, mientras que acá se estrena con ocho”, revela el director. “Pero para mí fue muy importante haber recibido una respuesta en el festival porteño antes de llevar la película afuera, porque siempre me pareció paradójico estrenar la película en otro lugar antes que acá. Aunque no me olvido que es el estreno en otros países lo que permite que se estrene comercialmente acá”, aclara Lerman, cuya película se estrenó dos semanas atrás en Holanda y Alemania. Y en la segunda mitad del año se presentará en Canadá y los Estados Unidos.
“La verdad es que, cuando empezamos a filmar, jamás me hubiera imaginado estrenarla en otros países. Si ni siquiera sabía si íbamos a seguir teniendo país”, se ríe Lerman, que llegó a filmar la mayor parte de Tan de repente entre noviembre del 2001 y enero del 2002, en medio de los saqueos, los cacerolazos y la disparada del dólar. “En la última etapa de rodaje, cuando pensamos que todo se iba al diablo, nos apuramos para poder terminar la película e hicimos un presupuesto de mínima. Pero terminamos filmando con un cuarto de esa plata”, precisa Lerman, que recuerda el día en que estaban filmando en el Parque Industrial de Pilar, entre manifestantes que pedían comida. “Todo terminó a los tiros, pero nosotros seguíamos en lo nuestro. En eso fue fundamental la entrega de los actores y el equipo con el proyecto.”
Sentado frente a un té de tilo en una fría mañana porteña que se va acercando al mediodía, Diego no se presenta ante Página/12 como un cinéfilo de primera hora. “Las películas que alquilaba en mi adolescencia eran más bien las estudiantinas de Hollywood”, recuerda sin prejuicios. Aunque a la hora del fin de la secundaria en un primer momento pensó en estudiar antropología, Diego terminó vendiendo artesanías durante un año por Europa del Este. “Hubo un momento en que pensé en hacer lo que hacen todos, que es ir a Tailandia a comprar artesanías para vender durante el verano europeo”, recuerda. Pero terminó volviendo a casa para estudiar, al mismo tiempo, cine –en la carrera de Imagen y Sonido de la UBA– y teatro. “Desde el lado del estudio del cine no se le da mucha importancia a la actuación, pero a mí no me parece que la interpretación sea un problema del actor. Mi idea siempre fue que si iba a dirigir tenía que saber lo que siente un actor”, explica Lerman, cuya filmografía arranca con Ecce homo, un corto fechado en 1996. Dos años y tres cortos más tarde, llegó el momento de La prueba, la adaptación de una novela de César Aira que ganó premios, recorrió festivales y sirvió de punto de partida para Tan de repente. “Una tarde de invierno, en el barrio de Flores, dos chicas punk tropezaron con una virgen prudentísima, y por algún motivo inexplicable se empeñaron en demostrarle su amor”, se puede leer en la contratapa de la pequeña novela de Aira. Que Lerman asegura haber elegido porque recordaba haberla leído a los 16 años, y cuando quiso filmarla debió ir a comprarla a la editorial porque no se la encontraba en las librerías. Aquel corto premiado le sirvió para ganarse una beca en la escuela de cine de Cuba, a donde fue con el guión de Tan de repente bajo el brazo. “Yo sabía que los personajes de La prueba tenían todo un desarrollo que no estaba en el corto, así que casi inmediatamente después de haberlo terminado me puse a pensar en cómo adaptar la historia para un largo”, recuerda Lerman, que no conocía a nadie en el medio y no sabía muy bien cómo hacer para alcanzar a rodar una película que encontró un productor (Lita Stantic) y un lugar en el Festival de Buenos Aires, casi al mismo tiempo. “Cuando empecé, apenas si tenía en cuenta la historia de Trapero, que había llegado a hacer Mundo grúa de la misma manera. Pero eso me demostraba que se podía llegar al largometraje como yo lo estaba haciendo. Recién cuando vi La ciénaga, que creo que es una película maravillosa, me di cuenta de que podía existir un productor para esta clase de películas.”
La clase de películas en la que ingresa Tan de repente, según la crítica de Le Monde, es un lugar compartido con films como Los rebeldes del Dios Neón, de Tsai Ming-liang, o Extraños en el paraíso, de Jim Jarmusch. Películas generacionales pero nunca testimoniales, aunque el film de Lerman se separa de esos ejemplos por la forma en que impone su historia. “Me han comparado también con el primer Wim Wenders, por ejemplo”, cuenta Lerman. “Algo que me enorgullece, pero me parece que lo mío no tiene mucho que ver con lo que hacen ellos”, se desmarca, No le gusta hablar mucho de su película, explica. “Me cuesta hacerlo, no quiero decir que quise mostrar o hablar de tal o cual cosa. Porque no fue así, partí más bien de sensaciones. Después, lo que haya que decir, está dicho en la película”, subraya Lerman, que sin embargo amaga una definición.
“No es una película de lesbianas, ni de gordas, ni de viejas. Pero ellas están en Tan de repente. Y están allí con toda naturalidad. Es algo que se nota en la película. Pero afirmar eso con la palabra sería como disminuirlo”, cuenta Diego, que construyó el universo femenino de su largometraje con mucha menos obsesión que en su corto. “Ahí yo estaba obsesionado con que no tenía que haber ni un hombre en la película. Al punto de que si entraba un tipo en plano, cortaba el rodaje”, recuerda. “Pero a la hora de pasar al largo no me interesó más lo anecdótico, sino lo femenino como universo, como campo a abordar”, cuenta el tranquilo Lerman, para quien el estreno local de Tan de repente será realmente el final de una larga historia. Y el comienzo de otra, claro está. “Me han llegado a ofrecer proyectos para filmar afuera, y claro que me entusiasma la posibilidad”, cuenta. “Pero no haría algo así justo ahora, que recién estoy empezando y tengo la suerte de poder dedicarme a hacer lo mío.” Lo suyo es un nuevo guión, que estuvo desarrollando en Francia con una beca del Festival de Cannes y del que se niega a adelantar nada. Solo que no va a ser en blanco y negro como en Tan de repente. Habrá hombres en la historia. Para Lerman el cine ya no se trata de lo anecdótico, sino más bien de un universo a abordar. Y después compartir.