ESPECTáCULOS › ALBERTO BELLUCCI, NUEVO DIRECTOR DEL MUSEO DE BELLAS ARTES
“Hay que domar a este potro difícil”
El flamante funcionario definió con humor su rol al frente del MNBA. Hubo palabras medidas para el cuestionado ex director, Jorge Glusberg.
Por Silvina Friera
Para domar al Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), “ese potro difícil” –como lo definió su nuevo director–, el arquitecto Alberto Bellucci lanzó el manifiesto conciliatorio que inaugura su gestión interina: “No vengo como interventor, ni como juez, ni como instructor sumariante. Otras entidades se van a ocupar de este tipo de cosas. Vengo a preparar una transición lo más serena y ordenada posible, hacia el buen puerto que este barco y toda su tripulación merece”. Después de los frentes de tormenta que dejó la renuncia de Jorge Glusberg, a raíz de varias denuncias en su contra por irregularidades administrativas y malos tratos al personal del Museo, las palabras de Bellucci establecieron una tregua parcial, pero necesaria. Los que asistieron a la asunción saben que este arquitecto, profesor universitario e investigador, no es un convidado de piedra en el mundo de las artes. Actual director del Museo de Arte Decorativo, Bellucci conoce, tal vez mejor que nadie, al potro que intentará domesticar: en 1991 dirigió el MNBA en otra etapa de transición, y muchos recuerdan la muestra que organizó, consagrada al arte español del siglo XIX, que permitió descubrir los tesoros ocultos en el sótano del museo.
Durante la lectura de la renuncia de Glusberg, una mujer, en voz bajita, para no alterar la corrección política del protocolo, calificó de “atorrante” al polémico self-made man que estuvo al frente del museo más codiciado de las artes visuales del país. La subsecretaria de Cultura de la Nación, Magdalena Faillace, elogió la figura de Bellucci no sólo por su conocimiento profundo del métier de la museología y otros aspectos del arte y la cultura sino también por las condiciones éticas del nuevo director. “Sabe tratarse con el prójimo, tiene una enorme discreción y ha sido siempre generoso. Las ideologías no son tan importantes como los valores de las personas. Tenemos a una persona con condiciones éticas, de coordinación y de búsqueda de resolución de conflictos –señaló Faillace–. Este museo es como una prenda que puede ser de unidad o de conflicto. Sé que Alberto no va a destruir nada de lo bueno que se hizo sino que va a trabajar con toda la gente que vale la pena.” El secretario de Cultura, Torcuato Di Tella, en consonancia con el estilo K, con ropa sport y sin corbata, prolongó ese concepto de armisticio explícito respecto del legado de Glusberg en el MNBA.
“Se ha dado una situación bastante tempestuosa, pero hubo diez años de gran creatividad, de grandes realizaciones y dinamismo. Nadie es perfecto. Ya los egipcios decían que cuando el muerto iba en presencia de Osiris tomaba la balanza, le sacaba el corazón, lo desmenuzaba y ponía de un lado las acciones buenas y por otro las malas. Y todos tenemos de los dos lados”, dijo Di Tella, que además se preocupó por subrayar que la designación de Bellucci es provisoria: “Tenemos que hacer un concurso lo antes posible”. Bellucci, devenido en comandante de la tripulación, admitió que el museo “es un barco muy difícil de maniobrar, que está navegando dentro de una tormenta muy fuerte con vientos encontrados”. Egresado de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en 1965, Bellucci es especialista en diseño arquitectónico e historia de la arquitectura y tiene una prestigiosa trayectoria al frente del Museo de Arte Decorativo, al que ingresó en 1991 (ratificado por concurso en 1999) y es actual interventor en el Museo de Arte Oriental. “Sigo creyendo que el perfil de un museo de arte lo da su patrimonio artístico –dijo el nuevo director—. La cantidad y calidad del patrimonio de este museo es enorme. Casi 13.000 obras inventariadas.” Aunque descartó realizar grandes anuncios, Bellucci trazó algunas pautas de su gestión. “Hay que ser más cautos con la aceptación de exposiciones que vienen de afuera y que, algunas veces, buscan cobijarse en el prestigio del museo más que prestigiarlo con su presencia”, precisó.
Bellucci recordó que cuando asumió en el MNBA, en 1991, le hubiera gustado que la sala veintinueve –que junto con la sala Hirsch es la única que respeta los parámetros museológicos internacionales– y todo el primer piso fueran destinados pura y exclusivamente a la pintura argentina. Los aplausos coronaron el deseo del nuevo director que lentamente, a veces ayudado por un papel, otras improvisando, continuaba bosquejando algunas de las iniciativas que adoptará. Entre ellas, preservar las salas catorce y quince para muestras rotativas del patrimonio del museo. “Desde hace unos 30 años, los museos se han convertido en las vedettes de la gestión cultural. Mi ideal es un museo donde el protagonista sea el patrimonio y que cada persona pueda descubrir algo nuevo, un motivo de placer íntimo, de revelación insospechada.” Hacia el final de su discurso, Bellucci lanzó una humorada, muy festejada por la concurrencia. “No soy un director autoritario como Júpiter, no soy violento como Marte, no soy seductor como Eros, no soy chismoso como Mercurio, ni siquiera soy un Apolo conductor de las musas porque eso ya pasó hace tiempo. Me queda sólo el rol del hermano rengo de Júpiter, a quien mandaron a trabajar en el yunque y a hacer los rayos para que otros brillaran”, bromeó el director, que envalentonado por el efecto de su broma, levantó la apuesta: “Les pido, como lo hizo una famosa personalidad de la historia: no me atosiguéis”.