ESPECTáCULOS › MONICA Y CESAR SE DESPIDIERON AYER DE “TELENOCHE”
Yo fui testigo, pero por dos
Después de trece años, como una cábala casual, la pareja de conductores se aleja del noticiero del 13. Harán especiales.
Por Mariano Blejman
Se supo hace unos días: Mónica y César iban a dejar Telenoche. Canal 13 lo anunció con autobombo y autoplatillo: “Hoy la noticia son ellos dos”, dijeron. Ellos son dos: uno es César, nombre de emperador. César construyó su imagen de hombre comprensible a los problemas del hogar, erudito en frases cortas y, últimamente, un gran especialista en dar pie a cronistas que lo amparan. Ella, Mónica, una mujer de origen aristocrático, capaz de mirar el mundo desde la emoción, desde la comprensión y el gesto doloroso del “¡qué bárbaro!”. Todo el mundo conoce sus apellidos: Mascetti, italiano, de porte bonachón, nadie podría evitar invitarlo a comer el domingo sin sentirse incómodo. Cahen D’Anvers, en cambio, mujer de doble apellido, evoca ese mundo de abolengos y nobleza que en la Argentina son esquivos.
Desde hace un tiempo que prácticamente no “producen” periodismo: son, apenas, comentaristas de las noticias que traen otros. El asunto, parece, es cómo las presentan. O mejor dicho, cómo las presentaban diariamente. Como sea, no fue siempre así. Comenzaron a flirtear entre ellos en los días previos a la Copa Mundial en 1978, y desde entonces decidieron seguir su relación laboral en casa: su casa, ¡eh!, no en Canal 13.
Por entonces, Mónica tenía 43 y César 36 (haga la cuenta). Ahora, ella tiene 68 y él 61. Por eso muchos dicen que su pasado es blanco y negro, como se los vio en la tele. Cuando se juntaron, Mónica era número uno en la tele y César estaba empezando de notero. Era una época difícil para trabajar en el 13: toda la programación estaba intervenida por la Marina del dictador Emilio Massera. Pero ambos se la pasaban viajando por el mundo con el programa Mónica presenta. También era la época del “deme dos”. Alguna vez confesaron mandarse télex con seudónimos “porque siempre quisimos resguardar nuestra intimidad”, dijeron.
Y eso es cierto: nunca contaron demasiado sobre su inmensa casona de San Telmo, ni sobre su chacra de San Pedro, ni de sus perros, ni sus plantas, ni sobre sus licorcitos, ni sobre sus frustraciones (nunca pudieron tener hijos juntos), ni de los dos hijos de Mónica, ni de los kilos de más que Mónica dice en las entrevistas que tiene César, ni de la obsesión de ella de ser flaca y alta aunque se siente redonda y petisa; ni de la coherencia física, espiritual y laboral que tienen a la hora de hacer el amor. Tantos años en pantalla, tanta presencia acumulada, hizo que ellos no dieran entrevistas durante los últimos tres años. Hasta estos días en que volvieron a aparecer para decir que se van, pero no tanto. Porque durante un año más harán Telenoche especial.
Ayer, en la despedida, quedó claro en Telenoche que buena parte de la historia audiovisual de la Argentina fue contada por ellos en el horario central de 20 a 21. Desde hace más de un lustro, sus ratings rondan entre los 15 y 20 puntos diarios. Casi dos millones de personas. Pero lo de ayer fue directo al corazón (sobre todo teniendo en cuenta que justo un día antes se murió la madre de César): durante todo el noticiero, en la apertura y cierre de cada bloque, se vieron momentos históricos del país cubiertos por ellos. Por ejemplo: la primera transmisión en vivo desde las Malvinas, la cobertura de César en el atentado a la AMIA en 1994, una vieja nota de Mónica al editor del Washington Post por el caso Watergate, entrevistas de César en Brasil, y su cobertura en Río Tercero cuando estallaron por el aire los misiles que hubiesen probado el tráfico de armas. Recordaron también a los 15 años de la democracia, en 1997, cuando emitieron desde el Congreso una apertura especial y un año después fueron el centro de la osadía periodística más delirante que haya sufrido la burbuja menemista: transmitieron un mes desde París por el Mundial ‘98.
Mónica y César sobrevivieron todos los acontecimientos periodísticos posibles, todas las administraciones y sistemas de gobierno, atravesaron ilesos la privatización del canal, fueron voces y partes de diversos intereses empresarios y periodísticos (tal vez no totalmente conscientesde ello) y recabaron durante ese tiempo una decena de Martín Fierro que ni siquiera necesitan ostentar. Y aún así salen bastante ilesos. Desde el año que viene serán reemplazados (alguien dirá que ellos son irreemplazables) por María Laura Santillán y Santo Biasatti. Por lo pronto, el lunes estarán en su lugar los periodistas Luis Otero y Silvia Martínez Cassina, cubriendo el verano. Habrá que ver si, sobre el cierre, alguno se anima a decir –como César–: “Estas fueron las noticias”.