ESPECTáCULOS
“Este es el único beneficio que me dejó aquel Consejo de Cultura”
Para Eduardo Rovner, el fallido episodio en un organismo oficial dejó al menos la semilla de la obra de títeres Teodoro y la luna.
Por Hilda Cabrera
¿Cómo nació Teodoro y la luna? Hubo probablemente más de un motivo para que un autor de teatro para adultos se atreviera a escribir el libro de un espectáculo para niños, que ciertamente pueden apreciar los adultos decididos a entregarse a la fantasía escénica. La escritura coincide, según el dramaturgo Eduardo Rovner, autor de Teodoro..., con su status de abuelo. Esa es una razón, como lo fueron en otro tiempo las versiones de obras célebres destinadas a chicos, que realizó pensando en sus hijos. Que además le propusiera al artista plástico Luis Felipe Noé diseñar las marionetas para la obra guarda otra historia personal, cuando junto a Noé y el cineasta Manuel Antín integraron ad honorem un Consejo asesor de la Secretaría de Cultura. Teodoro... es un espectáculo de fuerte poética visual, que puede verse en la Sala Casacuberta del San Martín (sábados y domingos a las 15.30), interpretado por el Grupo de Titiriteros del TSM que dirige Adelaida Mangani. En diálogo con Página/12, Rovner, con veintiocho obras estrenadas, sintetiza la historia: “Teodoro imagina que Lulú, su enamorada, se fue a la luna y decide, pese a la oposición de Candil, personaje diabólico que maneja a su antojo las luces y sonidos del universo, ir a buscarla pasando por la ciudad, el bosque y el río, hasta una montaña alta, desde donde Teodoro puede ascender a la luna en busca del amor”.
Esta obra se anticipó a otro estreno, en este caso para mayores. Rovner es autor del libreto de una ópera que se presenta el 1º de junio en el Colón, una versión de Fuego en Casabindo, de Héctor Tizón. Asistido por otro destacado autor teatral, Bernardo Carey, se enfrentó a sucesos de índole histórica, cruce de ficciones y atmósferas variadas. En cuanto a sus piezas conocidas, advierte gratificado que son periódicamente escenificadas en el país y el extranjero. Se lo invitó a Praga, donde se sigue ofreciendo Volvió una noche y comenzaron los ensayos de La mosca blanca y Teodoro y la luna (a cargo de elencos checos). Volvió... se verá en octubre en España, dirigida por César Oliva Olivares. “En la Argentina hay diez obras mías en cartel, interpretadas por elencos de provincias”, precisa Rovner, quien gracias a esta repercusión dice poder controlar sus ataques de escritor inseguro.
–¿Escribió Teodoro... para teatro de marionetas?
–Sí, porque el personaje ganaba en libertad. El títere puede volar, atravesar ríos y montañas y llegar a la luna en busca de su amada. Con Adelaida trabajamos hace tiempo en una obra de títeres para adultos, Tinieblas de un escritor enamorado, y allí también encontré esa libertad. Teodoro no está solo, lo acompaña su perro Horacio. Con él tiene que sortear los obstáculos que le crea Candil, personaje diabólico que intenta detenerlo arrojándole astros y meteoritos.
–¿Ahí es donde hace su aporte Luis Felipe Noé?
–En la obra, que es sencilla y pueden verla chicos desde los 4 o 5 años, desplegamos una metáfora que tiene un lado político. La concepción escenográfica y el diseño de títeres son de Noé. Cuando Teodoro llega a una ciudad, encuentra que está atravesada por cables. Sus habitantes no pueden ver el cielo. Pero ahí se organizan manifestaciones: unos piden que quiten los cables y otros que se multipliquen. Noé dibujó a los manifestantes sobre grandes paneles que se cruzan. Esto es muy interesante, porque Adelaida tiene una inteligencia y sensibilidad exquisitas para la dirección. Candil es el malo, el delegado del emperador Mortecino, que ordena llenar de cables la ciudad. No es un simple capricho: deja abiertala posibilidad de que un día haya un cortocircuito, y adiós ciudad.
–¿Por qué un autor para mayores decide escribir para chicos?
–No es un área que conozco, pero me atrevo porque creo ser receptivo a las críticas que me hicieron los que saben. La primera vez que escribí para chicos fue hace 25 años, una obra para el colegio de mis hijos. Después hice versiones de La flauta mágica y Guillermo Tell, que el 2 de mayo se repone en el Cervantes. Teodoro... está dedicada a mi nieto Juan Pablo.
–¿Cómo nació esta idea de trabajar con Noé?
–Cuando Darío Lopérfido fue secretario de Cultura de la Nación armó un Consejo para la Cultura del que participamos, entre otros, Manuel Antín, Noé y yo. Trabajábamos ad honorem y éramos un poco compinches. Elaboramos varios proyectos, cada uno en su disciplina, pero ninguno se concretó. Nos dimos cuenta de que el Consejo era una de tantas creaciones para la foto. Lopérfido vino una vez y nunca más. Por esa época discutíamos con Noé y Antín qué hacer. Ni siquiera podíamos renunciar, porque el Consejo no había existido a pesar de que firmamos unos papeles. Nos reuníamos los tres, y mientras hablábamos, Noé dibujaba. Antín y yo empezamos a juntar esos papelitos: ahora los tenemos enmarcados. En una de esas charlas, Noé me regaló un dibujo de Hamlet descabezado. Su cabeza descansaba en una mano, y le hablaba a ella. Me dije que ese dibujo podía ser una marioneta. Cuando escribí Teodoro... se lo mandé, pidiéndole que se sumara. Ese fue el único y gran beneficio que me dejó aquel Consejo de Cultura.
–Que se completaría si se suma Antín...
–Manuel lo prometió: “Si la obra me gusta, hacemos la película”.