ESPECTáCULOS › “YO, ROBOT”, INSPIRADA LIBREMENTE EN ISAAC ASIMOV
La pesadilla cibernética de Will Smith
Por Martín Pérez
Al robot le han dicho que se pierda, y eso ha hecho. Se ha perdido entre un cargamento de un centenar de robots iguales a él. La tarea de encontrarlo recaerá sobre los hombros de la doctora Susan Calvin, especialista en cibernética. Habrá tests y preguntas capciosas, algunos secretos gubernamentales que no deberían haber sido develados y hasta un científico demasiado expresivo, cuya ira desató la huida del robot. Pero una última trampa basada en las tres leyes robóticas terminará obligando al robot rebelde a revelar su identidad. Titulado El robot perdido, el cuento es el sexto de la serie de nueve que integra el volumen Yo, robot, de Isaac Asimov. Y su historia tal vez sea la única que se puede reconocer en alguna de las escenas de una película titulada como el clásico inmortal del género firmado por Asimov, pero que resulta tan alejada de la obra en la que se dice inspirada como la forma en que elige resolver el problema del robot perdido. Lejos de preocuparse por imaginar ningún acertijo lógico, encuentra la solución pistola en mano y a tiro limpio.
Atravesando casi dos horas de película justamente a tiro limpio y pistola en mano, Will Smith encarna a Spooner, un detective obsesionado con la maldad innata de los robots, una pesadilla personal que la película parece dedicarse obsesivamente a hacer realidad, por momentos más allá de toda lógica. Pero se podría decir que Spooner es un personaje que bien puede ser en realidad la pesadilla de cualquier fanático de la ciencia ficción más tradicional. Porque su presencia en Yo, robot interrumpe todo el tiempo cualquier razonamiento de personajes como el de la Dra. Calvin. Pistola en mano, es el propio Spooner quien se carga casi literalmente la historia original de Asimov, llevando la trama hacia los tiros y las persecuciones, todo eso que el autor de Yo, robot siempre intentó cuidadosamente dejar fuera de sus obras.
Mucho más inspirada en películas del género como Robocop (a la hora de imaginar una corporación malvada), Minority Report (a la hora de los “chivos” futuristas) e incluso Blade Runner (al preguntarse, a su manera, si los androides sueñan con ovejas, eléctricas o no), la historia que cuenta la película de Alex Proyas comienza con un suicidio en el que sólo Spooner parece no creer. Quien se ha suicidado es el creador de los robots, que en el año 2035 se han transformado en tan cotidianos como cualquier microondas. Para Spooner, el principal sospechoso es un prototipo de robot único, al que perseguirá hasta una fábrica en la que se perderá entre otros aparentemente iguales a él. Pistola en mano, como se ha dicho, Spooner lo obligará a delatarse y, junto a la versión cinematográfica de la Dra. Calvin (la hermosa aunque gélida Bridget Moynahan), la misteriosa huida no hará más que aumentar las posibilidades de que los robots atenten contra un detective que devendrá con cada episodio en un cada vez más peligroso paranoico.
Terriblemente obvia a la hora de manejar los pliegues de la acción, Yo, robot termina tomando la forma de una pesadilla cibernética hecha realidad. Con la suficiente cantidad de disparos, parafernalia futurista e ironías en boca de Will Smith como para que nadie se aturda demasiado con las tres leyes de la robótica, la película de Proyas es una mera golosina visual.