ESPECTáCULOS
El amor tiene cara de mujer
En Intimidades, la directora Rebecca Miller traza una trilogía de retratos femeninos que sugiere la forma de una acuarela en movimiento.
Por Horacio Bernades
“Ella tenía un culo grande y fuerte”, dice la voz en off al comienzo de Intimidades, al describir a Delia, una de las tres protagonistas de este film indie estadounidense, que después de penar ante salas obturadas por tanques importados y patagónicos ha logrado finalmente hacerse un lugar en la cartelera porteña. No podría imaginarse un comienzo más inapropiado para una película que, como su título de distribución local lo indica, apunta más al retrato delicado que a la rotunda fisicidad. De hecho, Personal Velocity (tal el título original) lleva por subtítulo Tres retratos. Subtítulo que anticipa a un tiempo la estructura de un film integrado por tres episodios autónomos, así como el registro elegido, más cercano a una acuarela en movimiento que a una narración convencional, de esas que tienen introducción, nudo y desenlace.
Ganadora de varios premios en el Festival de Sundance y en los Independent Spirit Awards (que son algo así como los Oscar del cine independiente), Personal Velocity es la segunda película de Rebecca Miller –hija de Arthur Miller y esposa de Daniel Day-Lewis– y se basa en su propio libro de relatos, cada uno de ellos titulado con el nombre de la protagonista de turno. La del culo grande y fuerte es Delia, cuyo retrato abre el fuego. Y fuego no es lo que le falta al personaje incorporado por Kyra Sedgwick, treintañera de clase media-baja del estado de Nueva York (las tres historias transcurren allí, tanto en ámbitos urbanos como rurales). Tras doce años de mujer golpeada, Delia decide abandonar a su marido, llevándose a sus hijos y buscando empleo como camarera. Dura y desafiante, tendrá tan pocos problemas en afrontar los lances de los parroquianos como en subirle la apuesta a un adolescente (Leo Fitzpatrick, protagonista de Kids) a quien tomará por sorpresa (literalmente) en el asiento delantero de un auto.
Fotografiada en digital, no es por casualidad que cada relato de Intimidades lleva el nombre de su protagonista. Si Delia es como Delia (filmado con la nerviosidad que da la cámara en mano y un montaje cortante y agresivo), el mismo principio de identificación rige los otros dos bloques del film. Interpretada por Parker Posey, chica vivaz y huesuda que es uno de los grandes iconos del cine indie, Greta es una mujer de carrera de Manhattan que, perseguida por el fantasma de la mediocridad y por la figura de un padre hiperexigente, intentará a toda costa ascender en la pirámide laboral. Hija de la intelligentsia neoyorquina (¿pincelada autobiográfica de Mrs. Miller, quizá?), Greta trabaja de editora literaria, pero debe conformarse con una especialización en libros de cocina. Cuando un escritor en plena fama requiera de sus servicios, no sólo el futuro profesional de la muchacha, sino también su vida íntima, parecerán finalmente al borde del tan ansiado peldaño.
Así como la tensa musculatura e inquietud de Parker Posey expresan a la perfección el estado emocional del personaje, la fijeza de los planos parecería entablar una justa sintonía con la de sus metas personales. Si de metas se trata, eso es justamente lo que Paula (la magnífica Fairuza Balk) no parece tener en su vida. Viene de una dura experiencia personal, se halla en estado delicado y no sabe qué hacer en medio de esa difícil encrucijada vital. Su inestabilidad se ve representada por el carácter de road movie de su segmento, en el que la muchacha ha subido a su auto a un adolescente igualmente traumado y terminará haciendo una visita a su madre y el nuevo esposo de ésta, con quienes mantiene una relación tan lejana como discontinua.
Todo parece provisorio en el mundo de Paula, y la realizadora acierta tanto en su pintura del puro instante como en los recorridos circulares que la chica hace en su auto. Narrados en off por una voz masculina omnisciente e inidentificada, estos tres retratos hubieran ganado enormemente con la eliminación de ese elemento extraño. Porque después de todo, ¿por qué debería ser un hombre quien cuente estas historias de mujeres?