ESPECTáCULOS › PALERMO HOLLYWOOD, DE EDUARDO PINTO
De viaje al Palermo más insensible
Por Martín Pérez
La enciclopedia del cine de Ephraim Katz define de esta manera a una película explotaition: “Hecha con poca o ninguna atención a la calidad o al mérito artístico sino con un ojo puesto en una ganancia rápida, usualmente gracias a técnicas de promoción que enfaticen algún aspecto sensacionalista”. Si bien semejante descripción parece encajar hoy con la mayoría de las películas de Hollywood, hacia mediados del siglo pasado esos productos eran realizados por fuera de la industria para escapar de la censura de los estudios. La historia del cine kitsch puede celebrar la existencia de subgéneros como el blackxplotaition o el sexplotaition, y ahora el cine argentino bien puede sumar a partir del descarado estreno de algo llamado Palermo Hollywood un género que bien se podría denominar palermoxplotaition. A Eduardo Pinto todo le viene bien para aprovechar en su película, desde la fascinación por el lado más glamoroso de Palermo hasta la inseguridad, pasando por el consumo juvenil de drogas, la oferta de travestis y prostitutas, cacerolazos, murgas barriales y la birra de la esquina. Todo tiene lugar en un producto que le reserva a Palermo Hollywood un sitio paisajístico, como quien filma una película de los Parchís en la Puna de Atacama. Incapaz de narrar su trama de telenovela, salvo por los exabruptos orales de sus protagonistas, el film exhibe toda una gama de recursos estético-visuales sólo por el gusto de exhibirlos. Con una incómoda fotografía, cruda y artificial a la vez, Palermo Hollywood aparece como una película tan perdida como sus protagonistas en sus peores momentos narcóticos, que ostenta sus personajes femeninos como objetos (sólo capaces de reclamar, además) y que no le hace asco a ningún golpe bajo, como lo demuestra un epílogo que confirma que se trata de un trabajo realizado “con poca o ninguna atención a la calidad o al mérito artístico”.