ESPECTáCULOS › MICHAEL UTHOFF, NUEVO DIRECTOR

El Ballet del Colón ensaya otros pasos

El nuevo responsable del cuerpo estable se plantea desafíos que incluyen una apertura estilística y el regreso de Bocca.

Por Analia Melgar

En una oficina cuyo máximo lujo es un manojo de flores de cerámica, Michael Uthoff, nuevo director del Ballet Estable del Teatro Colón, resuelve cuestiones administrativas. El hijo de Ernst Uthoff, bailarín alemán que fundó el Ballet Nacional Chileno, se fue joven de su Chile natal y realizó su carrera como intérprete y coreógrafo en Estados Unidos. Después de cosechar éxitos, su amigo Tito Capobianco lo convenció para hacerse cargo de la danza en el coliseo que éste dirige desde fines del año pasado. Uthoff cita risueño la invitación de Capobianco: “Bueno, Michael, voy a aceptar el puesto como director general del Teatro Colón y tú te vienes conmigo como director del Ballet. No te estoy preguntando, te lo estoy diciendo”. Dicho y hecho. Uthoff se lanzó al desafío de conducir este cuerpo de baile tan prestigioso como problemático. Apenas llegado al Colón, debió renovar la edad de los bailarines de planta: convocó a una audición en diciembre y sumó a 17 jóvenes. Enseguida, descubrió otro escollo. Días antes de estrenarse el ballet de Carlos Trunsky, Las aventuras de Pedro y el lobo, la fecha se postergó porque ni la parte técnica ni la musical estaban a punto. El público debió esperar hasta el 26 de marzo. Luego se agregaron nuevas funciones: 3, 14 y 15 de abril, 22 de mayo y 12 de junio a las 11.30.
Condiciones dispares de los integrantes del Ballet, trabas burocráticas y desajustes temporales en el engranaje artístico son algunas de las dificultades que reciben a Uthoff en su puesto. ¿Y por qué aceptó venir? Algo de idealismo romántico se insinúa en sus declaraciones, sazonado con la seductora cuota del renombre que ostenta el Colón: “Estoy haciendo todo esto por cariño: al arte, a Latinoamérica y al Teatro Colón”. Michael Uthoff bailó en las compañías de Martha Graham, de José Limón, y en el Joffrey Ballet. Como director comenzó en el Hartford Ballet. Su versatilidad le permitió hacer una coreografía sobre música de los estadounidenses Red Hot Chili Peppers. Pasó al Ballet de Arizona, donde continuó su libertad creativa. Pero cuando sintió limitaciones estéticas, abandonó todo. Un proyecto audaz lo atrajo nuevamente: en Miami dio el puntapié inicial al New World Dance Theater, una compañía multiétnica que incluye bailarines de menos altura o más peso, rechazados por otros ballets. Uthoff canceló su temporada 2005 y se vino a la Argentina, con su melancolía de hispano, su tonada chilena y sus muletillas en inglés. Planea incorporar al Ballet del Colón coreografías de George Balanchine, Anthony Tudor y Paul Taylor, de Oscar Aráiz y Jorge Amarante; ya invitó a dos bailarines del New York City Ballet y montará su versión de Romeo y Julieta. A sus 61 años comienza un desafío nuevo.
–¿Qué le atrajo para venir a dirigir el Ballet del Colón?
–Recolocar a la danza clásica en su auge perdido, pero incorporando pequeñas diferencias. En el pasado, el Colón se enfocó a las tradiciones del siglo XIX e ignoró otras tendencias del mundo. Tenemos la responsabilidad de mostrar dónde va el arte. No nos podemos quedar como una salita que hace las cosas del siglo XIX: eso nos va a matar. Mi intención es reinspirar la compañía, dentro de cierta línea, sin superposición con lo contemporáneo, como el Ballet de Mauricio Wainrot o el Centro de Experimentación del Teatro Colón.
–¿Cómo se halla en su nuevo cargo?
–Estoy aprendiendo. Dentro del Colón existen ciertas reglas, algunas escritas, otras no. Es difícil saber a cuáles atenerse. Los procedimientos son muy largos. En el arte no puedes tomarte diez días hasta que llegue un papel con una aprobación. Hay que tener cierto poder dictatorial para decir “esto lo hacemos hoy, no mañana”. Todo tiene que estar firmado. Me gustaría estar más con los bailarines. Otro problema es que tenemos poco tiempo y espacio para ensayar. Tener a los bailarines ociosos, sentados sin hacer nada, es un pecado.
–¿Cuán cierto es el comentario sotto voce sobre la edad de los bailarines del Ballet?
–Es cierto. Algunos ya ni siquiera vienen a ensayar. En una compañía, es difícil incorporar a quienes ya están un poco más grandes, porque no pueden acomodar su energía al grupo. A muchos les gustaría jubilarse. Pero sería injusto e indigno pedirles que se jubilen con los montos mínimos que tendrían hoy día. No se los voy a pedir, hasta que podamos darles lo que se merecen después de haber proveído de talento al teatro por años.
–¿Cómo plantea la introducción de, por ejemplo, Balanchine en el Colón?
–Por el modo en que los bailarines van a hacer Balanchine, el público va a quedar fascinado. A mí me sorprendió que el año pasado, centenario del nacimiento de Balanchine, no se lo festejó en absoluto. Pensé que tendríamos que remediar ese error. Es un estilo de danza que demanda mucho físicamente y combina clasicismo con neoclasicismo. La gente verá el genio de un gran artista del siglo XX y la calidad de los intérpretes del Colón.
–¿Cómo incorporó la música de Red Hot Chili Peppers a una de sus coreografías?
–En la compañía de Hartford quise hacer mi versión de Alicia en el país de las maravillas, pero sin la típica Alicia vestida de azul, con pelito rubio y muñecotes. Mi hija había crecido con la generación de MTV y yo quería algo más pertinente a los chicos de hoy en día. Decidí combinar el barroquismo de los Conciertos brandeburgueses de Bach con algo de rock and roll. Descubrí que la música de los Peppers estaba concebida perfectamente. Los llamé y les pregunté si me permitían usar su música. Me dijeron: “Sí, hazlo, nos va a encantar”. La obra se desarrolló en un ambiente contemporáneo y fue un éxito tremendo.
–Ha declarado su intención de convocar a Julio Bocca para el 80º aniversario del Ballet. ¿Podrá quebrar su negativa a regresar al Colón sin el prestigio que se merece?
–Mi situación con Julio y con el pasado de la compañía es un estado virginal. Los conflictos que hayan tenido antes no son míos. Yo tengo una gran admiración por Julio y estamos conversando. El está tratando de arreglar su agenda para poder participar porque, para el 18 de septiembre, fecha de la gala, él ya tiene compromisos. Más allá de eso, queremos que en un futuro cercano vuelva a bailar aquí. Pero, como él lo dijo, tenemos que ofrecerle algo en lo que su talento se luzca, que lo honre a él y nos honre a nosotros.
–¿Qué lugar ocupa el Ballet del Colón dentro de los estándares del mundo?
–El Colón tiene, más que nada, mística por el renombre de la institución. Su Ballet está reconocido por los bailarines que se han ido de él. Los tiempos de oro fueron los de José Neglia, Lidia Segni, Olga Ferri. Hoy no podría decir dónde está. Se ha perdido la percepción del Ballet en el exterior. Para eso, proyectamos giras en las provincias y giras internacionales. Así, no sólo se daría más funciones sino que también se empezaría a escuchar nombrar a nuestro Ballet. Pero el estatuto del Teatro Colón complica tanto...

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“Quiero recolocar a la danza clásica en su auge, pero incorporando pequeñas diferencias.”
 
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