ESPECTáCULOS › SILVIO RODRIGUEZ EMBELESO A SU PUBLICO EN EL LUNA PARK
Un reencuentro de los mejores
El trovador cubano, en un estadio a tope, demostró que el tiempo le juega a favor. Músicos de lujo, canciones nuevas y clásicas, y un lazo intacto.
Por Karina Micheletto
Entró como quien pasaba por ahí. O, más bien, como si no estuviera del todo convencido de que tenía que pasar por ahí. Saludó con gesto de dibujito animado y se calzó los anteojos. Empezó el primer tema y se transformó. Durante dos horas y media, Silvio Rodríguez cantó ante un Luna Park repleto de un público embelesado, con el que construyó inmediatamente un clima íntimo, casi de ceremonia, pero multitudinaria. Mucho más comunicativo que en otros recitales, dispuesto a explicar en qué contexto escribió cada letra y hasta a traducir algunos cubanismos, Silvio Rodríguez mostró los temas de su último disco, Cita con ángeles, más algunos del próximo trabajo en el que incluirá viejas canciones nunca editadas y varios de sus clásicos de siempre. En el primero de los cuatro recitales que dará en la Argentina (los próximos serán mañana, el sábado y el domingo, y las entradas están agotadas hace rato), Silvio emocionó a muchos, volvió una y otra vez (fueron cinco bises en total) y terminó agradeciendo al público que antes le había agradecido a él cada bis. Pero intuía, parece, la calidez con la que se lo recibió. Sus primeras palabras en el escenario fueron: “Para decirlo rápido pero intenso: muchas gracias por la fidelidad”.
Lo primero que impresiona al escuchar a Silvio Rodríguez es la integridad de su voz, que suena como si no hubieran pasado los años. Lo segundo, la orquesta que lo acompañó y que dotó a cada tema de un clima propio, con bellos arreglos de cuerdas y una percusión extendida en vasijas y pequeños instrumentos. Silvio presentó a los guitarristas y al contrabajista como el Trío Trovarroco, de Villaclara, y ellos fueron los encargados de abrir el recital, con una añosa guajira tradicional que supieron recuperar Compay Segundo y compañía. Luego se sumó la flautista Niurka González Núñez, que participó en Cita con ángeles y es esposa de Rodríguez, y el percusionista Oliver Valdés Rey. Cinco músicos jóvenes que sonaron compactos y precisos.
Al principio, Silvio comenzó con el primer relato de la noche: “Hace unos años iba caminando hacia mi casa, venía de un concierto, tarde en la noche, y me quedé dormido en el malecón habanero. Desperté y pasé tremendo susto, porque me sorprendió una persona a mi lado. Esa persona me hizo esta historia”, dijo a propósito de Casiopea. A lo largo de la noche siguieron otros temas que incluirá en el disco que recopila esas canciones que suele mostrar en recitales, pero que nunca grabó, como El matador (escrita durante su temporada en un barco de pesca, contó) o El papalote (El barrilete, según se encargó de traducir), donde recrea un paisaje de su infancia en un barrio de San Antonio de los Baños, al sur de La Habana.
La primera parte de la noche estuvo marcada por el repertorio del último disco, Cita con ángeles. El primer tema fue Mi casa ha sido tomada por las flores, en el que Rodríguez celebra que su familia se haya agrandado de golpe (en el transcurso de un par de meses nacieron su hija Malva y su nieto Diego). Siguieron Leyenda de los dos amantes (dedicada en el disco a su esposa Niurka), Camelot y Sinuhé, escritas tras la guerra de Irak (“Se me ocurrió tras el primer conflicto, en 1991, pero no fue hasta esta última guerra que la descubrí. A veces pasa eso, te aparece una idea y la vas madurando lentamente”, contó, como si en lugar de miles y miles hubiese tenido enfrente a cuatro o cinco), Letra de piel y Cita con ángeles.
“Les vamos a dejar un momentito con Trovarroco, que tienen una cosa que decirles”, anunció Rodríguez, y en medio del concierto el trío de cuerdas se lució con una interpretación de Chan-Chan (el tema que dio a conocer al mundo Buena Vista Social Club), cruzado por un comienzo del Concierto de Aranjuez. Fueron estruendosamente festejados. En el largo recital (veinticinco canciones en total) hubo tiempo para temas como Rosana, dedicado a Compay Segundo, del que hay una primera grabación en Descartes y otra en vivo en el disco Canciones con Santa Fe, a beneficio de las víctimas de la inundación. Y para clásicos de clásicos como Unicornio, Sueño con serpientes, Alabanzas, Adónde van, Playa Girón, Te doy una canción, El sol no da de beber, Canto arena, Ojalá y, finalmente, Historia de una silla. Canción del elegido fue presentada con la única alusión política explícita de la noche: “Una canción de cuando todavía no existía esa invención diabólica de llamarle a los patriotas terroristas”, definió Silvio. Un público con pocas banderas y pocas remeras del Che le devolvió el clásico canto de saludo a Cuba.
Silvio Rodríguez supo seguir perfeccionando su oficio de trovador, y así prefiere definirse, antes que como cantautor, aclaró durante el recital (“Lo de cantautor creo que viene del festival de San Remo...”, dijo, y no hizo falta marcar más diferencias.) En los temas de su último disco demuestra hasta qué punto conserva intactos el don de la música y la poesía, con algunos temas destinados a ser clásicos. Los que ya lo son permanecen allí, bellos, precisos, obligando a quien los vuelve a cantar a hacerse las mismas preguntas y a seguir buscando las respuestas.