ESPECTáCULOS › LA PROSTITUCION SEGUN LA TEVE

“Siguen mirándonos desde el prejuicio”

Recorrido por las imágenes más famosas
del comercio sexual en la TV, guiado por Elena Reynaga, de la Asociación AMMAR.

Por J. G.

Elena Reynaga, trabajadora sexual y militante de la Asociación AMMAR (Asociación de Meretrices de la Argentina), dirá que “la TV no perdió nunca los prejuicios a la hora de contar la vida de la prostituta”. No le gustaron ni las chicas de Disputas (2003) ni las excursiones frecuentes a la calle Godoy Cruz (en Ser urbano, Punto Doc y ahora también en La liga). Se cansó de las ficciones sobre “arpías y robamaridos”. Y quiere dejar en claro una consigna: “Ningún marido se va porque se lo roben; se van solitos”. Un paneo desde Disputas a Doble vida, que incluye a Padre Coraje (2004), ubica a la prostituta en un burdel de époque (en Padre...) o chic en Doble vida pero unidos por la crítica de la Reynaga, espectadora en disenso. Dirá: “La tele sigue tratando el tema desde los prejuicios, no desde la realidad. Nosotras somos las malas, tenemos maridos ladrones como en Disputas. Nadie se ha tomado el trabajo de conversar con nosotras. Han desconocido totalmente a la organización AMMAR. Deberían hacer las cosas con más seriedad: las chicas que trabajan en la ficción se drogan, roban; parecería que sus parejas concentran lo malo. Somos las destructoras de hogar, las sacamaridos”.
Elena Reynaga, invitada al recorrido guiado por imágenes de la prostitución, opone la ficción a la realidad “que es otra”. Dice que la pantalla chica nunca muestra una vida común, como “la de todo el mundo”. Nunca una que lleve a los chicos a la escuela, una que se ocupe de la casa, de la educación, del hogar, de sus padres y amigas. Siempre frías y calculadoras, a excepción de Padre Coraje donde alcanzó a distinguir ¡algo de humanidad! Allí, dice, las chicas del burdel eran más solidarias, pero –eso sí– con una madama bastante irreal, preocupada por su personal, con una vida demasiado prolija. “La gente que vive de las trabajadoras sexuales no es buena.” El reality show no aportó gran cosa al panorama de prostitutas televisivas –dirá Reynaga–: se mantuvo el cliché. “En el caso de Viviana Colmenero (ganadora de Gran Hermano 3) la defenestraron: ella se sentía muy culpable de ser trabajadora sexual, y algunos medios la ponían en el banquillo de los acusados. Ella fue valiente, pero el mensaje no fue bien tomado. Vivimos en un país machista; otros chicos se asumieron como gays en el mismo programa y no fueron tan maltratados.”
Programas como Ser urbano y Punto Doc fueron a golpear las puertas de la asociación AMMAR (que milita por los derechos de las trabajadoras sexuales), pero Elena Reynaga prefirió decir que no a la propuesta del “informe especial”. “No me gusta lo que proponen: quieren ir a la esquina, pero nosotras somos respetuosas de la vida privada de las chicas. No nos interesa que se metan en la vida de nadie. Piden meterse en lugares que no acordamos, ir a la casa de una chica, ver cómo vive, prácticamente que le hagamos el programa nosotras. Como institución, no vamos a proponerle a una compañera sacarla en televisión. Tenemos casos de chicas a cuyos hijos los han echado de las escuelas.” El único programa que conforma a la Reynaga es Huella digital, de Canal 7, que encaró una investigación periodística sobre el crimen de la rosarina Sandra Cabrera. “Nosotras colaboramos para descubrir datos en una investigación en Rosario; si tratás el tema con seriedad vas a tener más rating que si lo contás con amarillismo”, dice.

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Las chicas de Doble vida, a través de un cabaret de luxe, llevan a la pantalla el porno soft.
 
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