ESPECTáCULOS › ESTA TARDE DAN POR TELEVISION “GIMME SHELTER”, LA PELICULA TRAGICA DE LOS STONES.
El final de fiesta de una década prodigiosa
El documental que hoy, a partir de las 18.30, exhibe la señal Cinemax retrata la famosa gira de los Rolling Stones por Estados Unidos, durante 1969. La historia que narra es, además, la del ocaso definitivo del sueño hippie de una revolución pacífica.
Por Esteban Pintos
En principio, la imagen parece de un recital de fin de año en el salón de actos de un colegio secundario. Una banda, puede inferirse que de principiantes y/o amateurs, toca sobre un pequeño escenario que apenas se eleva del suelo y un centenar de jóvenes permanecen junto a la pequeña tarima, moviendo sus cabezas al ritmo de la música. Pero la banda no es de principiantes, mucho menos de entusiastas amateurs. No es un recital de fin de año, ni es el salón de actos de un colegio secundario. Tampoco la cantidad de público se circunscribe al centenar que rodea el improvisado escenario. Sin embargo, en esas condiciones se concretó el show gratuito, caótico y trágico que los Rolling Stones, desde hace cuarenta años “la banda de rock and roll más grande del mundo”, ofrecieron para unas 350.000 personas en el autódromo de Altamont, ubicado en el condado de Livermore, California (cerca de San Francisco), el 6 de diciembre de 1969. Aquel día sangriento y varias performances previas, parte de la gran gira americana de 1969 del grupo liderado por Mick Jagger y Keith Richards, son el corazón de Gimme Shelter, un magnífico documental realizado por Charlotte Zwerin y los hermanos David y Albert Maysles. El trabajo, que incluye tomas de la intimidad de los músicos además de varias de sus más grandes canciones en vivo –aquel fue su período artístico más productivo con la seguidilla Beggars Banquet-Let it bleed–, fue relanzado con algunas variaciones y optimización de sonido en noviembre de 2000. Así es como podrá verse hoy a las 18.30 por el canal premium Cinemax, con repeticiones programadas para el próximo sábado a las 20.15 y el martes 18 a las 17.15. El hito de aquel recital no fue la performance musical, ni la convocatoria de aquello que por entonces intentó convertirse en “el Woodstock de la Costa Oeste” (el festival había ocurrido unos meses antes, cerca de Nueva York). Sí lo fue su saldo policial: 850 heridos y/o hospitalizados, la mayoría por sobredosis o “malos viajes” de LSD, dos muertos en las inmediaciones del predio, y otro –un joven negro llamado Meredith Hunter, de 18 años– apuñalado por integrantes de los Hell Angels. Los pandilleros motociclistas fueron los encargados de la “seguridad” de un festival que presentaba, además de los Stones, a Jefferson Airplane, Grateful Dead y al dúo Ike and Tina (por entonces, el matrimonio Turner). Hunter, vestido con un llamativo ambo de color verde claro y camisa negra, fue golpeado por los Angeles de camperas de cuero negro como tantos otros que pugnaban por acercarse a los músicos, luego de que extrajera de sus ropas un revólver con el que apuntó al escenario. Inmediatamente, fue atacado a cuchillazos en la espalda y el cuello. Murió en el acto, en las narices mismas de las estrellas de rock (el episodio está magníficamente narrado en la biografía Jagger, del periodista Anthony Scaduto, publicada en los años 70).
Además de testimonio periodístico único (el incidente se puede ver en la película, no una sino dos veces con repeticiones y congelado de imágenes), Gimme Shelter es un testimonio de época: el fin de la corta utopía hippie que cubrió de humo, flores y psicodelia un período de tiempo que fue del verano del amor de 1967 hasta, justamente, ese invierno boreal de 1969. Ese era el contexto temporal, podría decirse que “ideal”, de una época alocada, creativa y fascinante de los Rolling Stones, ya sin Brian Jones y con un jovencísimo Mick Taylor en guitarras, en el lugar que hoy ocupa el histriónico Ron Wood. El documental muestra, precisamente, esa combinación explosiva entre la banda de rock más peligrosa del momento y un período particularmente convulsionado de los Estados Unidos. Además de los aires de fin de fiesta latentes, la película es la crónica de un gigantesco y masivo “mal viaje”. El último, quizás.
Antes, se ve a los Rolling Stones en su plenitud artística, portando su vida de verdaderas rock stars de época. Pero el episodio de muerte que remata el film, sin embargo, se impone por sobre cualquier otra descripción. Al final de un largo día, con una multitud de gente puestaque está presente aunque la mayoría ya ni sepa por qué, los Stones finalmente suben al escenario. Ya pasaron Ike & Tina; y durante el set de Jefferson Airplane se han producido algunos incidentes, provocados en su mayoría por chicos y chicas que pretenden estar demasiado cerca de los músicos (detrás del escenario, en zona de improvisados camarines, hay más problemas con gente “rara” en estado de alucinación permanente). En ese momento entran en acción los Angeles del Infierno con sus motos. Estos buenos muchachos habían sido contratados con un salario convenido en especies: cerveza y pastillas speed (anfetaminas; imagínese, por un momento, el efecto de tamaña mezcla). La gente invade el pequeño escenario, los Angeles comienzan a golpear al que se les cruce, los músicos de JA interrumpen su show y piden “calma” (Easy, people, repiten). Un motoquero, entonces, golpea al guitarrista de la banda californiana. Un Angel del Infierno toma un micrófono y lo insulta, amenaza con más golpes inclusive. Todo es un caos, el show se detiene. Los músicos de Grateful Dead, detrás del escenario, se enteran de la situación y deciden no aparecer.
Los Stones llegan en helicóptero y nada parece importarles, especialmente a Mick Jagger que sonríe detrás de una pequeña ventana de la casa rodante que oficia de camarín. Tanto como la masa, el rocker está colocado y en su ego-trip, parece disfrutar del momento. Es que según el revisionismo histórico alrededor de los Stones, la decisión de un recital gratuito en la Costa Oeste, organizado en menos de 10 días y con nula infraestructura de seguridad, fue provocada por una crítica publicada en el diario The San Francisco Chronicle y firmada por Ralph Gleason. El prestigioso crítico deslizaba su disgusto, y el de mucha gente (según el texto), sobre los altos precios de las entradas para los shows de esa gira. Retado en su orgullo, Jagger movió cielo y tierra (hizo que se moviera cielo y tierra, en verdad) para concretar el evento. Explícitas al respecto son las imágenes que muestran al circunspecto abogado Melvin Belli negociando el lugar y la autorización para utilizarlo como escenario de semejante concierto de rock gratuito.
Finalmente, los Rolling Stones aparecen en escena. Inician una caótica versión de “Sympathy for the devil”. El gesto de la banda, pese al caos que los rodea, es claro: con la música intentan calmar a la multitud lisergizada. Jagger ensaya su célebre paso de gallina, agitando sus brazos flexionados en movimiento horizontal (el mismo que sus fans argentinos imitan hasta el cansancio, hasta hoy). Una chica que está cerca de él, comienza a llorar, otros siguen siendo golpeados por los Angeles del Infierno. Hay tumultos en varios sectores cercanos al escenario (todo esto resulta increíble visto hoy, sobre todo tratándose de una banda del tamaño de los Stones). Detienen la canción. Jagger pregunta dos veces seguidas “¿Quién está peleando y por que?”. Trata de aplacar el descontrol, pide que se sienten los que están más cerca.
Un tumulto provocado por un hombre de saco verde claro se pierde en la oscuridad de la noche. La muerte ronda el escenario, ya ocurrió el asesinato. Sin embargo, la banda reinicia su performance. Tocan “Under my thumb”. Según el reputado crítico Greil Marcus, presente aquella noche como cronista de la revista Rolling Stone, “No hay duda que después de ‘Under my thumb’, ellos comenzaron a tocar con un extraordinario sentido del drama. Es la mejor manera en que puedo explicar aquel momento. No quiero decir que todo eso haya sido intencional, pero sí creo que fue la mejor manera que ellos tuvieron para tocar mejor y lograr que la gente se calme. No estoy hablando de un acto calculado, más bien de algo instintivo.” La banda debe detener una vez más la música. Intentan retomar pero el caos es generalizado. Sin embargo, lo intentan otra vez. Tocan “Jumpin’ Jack Flash” y con los últimos acordes, prácticamente huyen del escenario y de una noche trágica, en el mismo helicóptero que los trajo hasta ahí. La imagen salta a un estudio de edición: Jagger pide una repetición de la escena estremecedora. Se ve claramente el revolver queportaba el joven negro, se ven los cuchillazos en su espalda. Jagger observa la toma, saluda y se va. Su cara es el último cuadro. La imagen permanece congelada. Es el final de un mal viaje. Es el final de una época.