ESPECTáCULOS › LA CRITICA REALIDAD ARGENTINA DESAPARECE ENTRE LAS OLAS Y EL VIENTO DEL VERANO 2002
La tele del verano o el efecto sucundum
En la estación de las olas y el viento, la televisión muestra un país en el que está todo bien y siempre hay motivos para la diversión. “Sentí el verano”, “La Feliz”, “Movete con Valeria”, “Rumores de verano” y “Siempre listos” construyen su propia realidad.
Por Julián Gorodischer
“Se siente, se siente, vamos a pasarla bien...”, dice el cantito, y los chicos de “Gran Hermano”, como una camada de egresados con orgullo de pertenecer, van llegando a la playa de Mardel. En su mundo feliz, la única meta es lograr que el “0 km quede para la tribuna”. Hay que competir con garra para que nadie se vea defraudado por Roberto o “el paisa”. El conductor repite cinco veces en un solo bloque que muy pronto “Sentí el verano” durará dos horas, y la tribuna playera aúlla su alegría: ¡Más premios! Eleonora confiesa, de pronto, su romance con Matías Martin, y Natalia Fava se afianza como “más locutora” que cualquier egresada del ISER, modulando muchísimo las vocales para anunciar cada corte. Se esmeró para “llegar lejos”, y ahora luce como una profesional que se merece un solo ante cámara, lo que ningún otro rehén había conseguido. “Llamame al 0800... y decime dónde está la vaca Margarita”, propone.
En la Argentina feliz de las tardes del verano, las olas y el viento son un fondo permanente que ahuyenta la mala onda. El grupo de ex rehenes se abraza con el calor de la victoria cuando consigue el objetivo del juego. No fue fácil superar la prueba (ponerle el collarcito hawaiano al capitán del equipo, tras esquivar los obstáculos de plástico), y ahora se merecen la caricia, el aplauso y las vivas que no cesan, ni siquiera cuando empieza a hablar el conductor. “Vamos a pasarla bien... caliente”, sobreimprime la cortina, y el plano encuentra “al niño terrible” Gastón Trezeguet de recorrida por la noche marplatense. En Pizza Banana, la camada hace un trencito para festejar el comienzo del ciclo. Pero la excusa es lo de menos, a juzgar por las sonrisas que nunca los abandonan, los brazos en alto cada vez que alguien grita sus nombres, cada vez que se suma un nuevo fan a la masa que baila y festeja y se emociona en la tribuna. ¿Alguien dijo que la temporada venía en baja?
Un poco antes de que el flamante “La Feliz”, en Canal 13, perpetúe la alegría, las “Grandiosas” aportan algo de conciencia social: “¿Salvamos o condenamos a la clase política?”, preguntan a la tribu de 101 mujeres en el estudio, y el resultado no favorece a la dirigencia, pero las chicas (Fanny Mandelbaum, Laura Oliva, Karina Mazzocco) se obligan a una moraleja: “¡Démosles una oportunidad!”, dice una de las tres, y las otras apoyan. Suficiente actualidad para hoy: el verano exige más olas y viento como escenografía, para encuadrar la consigna que llega junto con Juan Alberto Mateyko: “Con felicidad, con amor, en un día maravilloso...”, dice, y su coequiper Teté Coustarot se entrega con soltura al rol que le asignaron: la promoción de una “crema reafirmante” y de un “potente fungicida”, un producto tras otro, un chivo tras otro, para complacer a las argentinas que quieren verse sanas y esbeltas. Para reconfortar a su público, Mateyko sabe que no basta con enunciar sus ondas de amor y paz y, por eso, sube la apuesta: “Decime: Aló ‘La feliz’ –pide a cámara–, y ganate cinco mil pesos”. En la Argentina feliz de las tardes del verano, bañada por las olas del Atlántico como fondo, enmarcada por el Torreón, construcción pujante, la voz en el teléfono (una mujer) se quiebra por la emoción, y repite que no lo puede creer, esto es un sueño: acaba de ganarse un secarropas.
Nadie podría acusar a la patria televisiva de las tardes de dar la espalda a la realidad. Eso nunca. “Rumores de verano”, en Azul, entiende que la misión periodística está por encima. “Malena Candelmo volvió a la calle”, se lee en el cartel, y poco después: “Escándalo con Alejandra Pradón: tiene un virus”. Sobre esa “manía de la pálida”, sobre ese manchón en la Argentina feliz de las tardes de la TV, Marcelo Polino tendrá algo para decir, desde su tribuna de “Movete”, ahora con Valeria Lynch. “En este país no se habla de otra cosa que del cacerolazo, de Graciela Alfano y de Moria Casán”, dice, y corona con un remate dirigido a la tribuna. “¿Qué pasa, están todos muertos que no aplauden?” La dicha de las tardes de verano, sin embargo, está amenazada. Ninguno está exento de que le llegue la peor de las suertes. El viernes pasado, sin ir más lejos, un programa debió partir. Algunos dirán que fue debido al medio pelo de una transmisión desde las piletas del conurbano bonaerense. “Nunca se jugaron por una emisión costera”, podría argumentarse de “Qué espectáculo”, pero lo cierto es que la dupla Maby Wells-Leo Montero ya es historia, después de una brevísima temporada jugando a las cartas o develando el contenido de un cofre o disputando un “piedra, papel o tijera” con la audiencia, que les dijo basta. Lo peor es que a cualquiera podría pasarle. ¿Quién sabe?
Pero la TV de las tardes no da la espalda a sus hijos y los reincorpora: Susana Sadej, una modelo que se hizo conocida el año pasado mostrando su generosa anatomía posterior a troche y moche, ya se integró a “La Feliz” y sonríe, ella también feliz, cuando conduce los juegos de playa con participantes espontáneos que sólo quieren divertirse. María Susini, otra movilera que viene del mundo del modelaje, hace lo propio en “Siempre listos, verano” para cerrar la tarde, desde las 18, con muchos famosos en fiestas, estrenos y VIP’s de discotecas, escenarios de la alegría de Mardel.
En otro canal, ya cayendo el sol de verano, Valeria repite que está “con una polenta que ni se imaginan”, y Verónica Lozano, en “Siempre listos...”, cultiva con esmero la actitud que le legó Federica: carcajadas y movimiento hiperquinético para presentar cada nota, cada invitado. Aschira tira el horóscopo y deja “una puertita abierta a la esperanza”: “Todo está por mejorar”, dice. La tarde termina, tan arriba como había comenzado. Detrás del conductor de turno, como fondo, sigue instalado el plano de olas que se levantan, hacen espuma, muchísima espuma, tapan lo que había sobre la arena, se retiran, y así hasta que el movimiento recomienza.