ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A MARIA JOSE GABIN, VERONICA LLINAS Y ALEJANDRA FLECHNER
“Nunca cupimos en la historia oficial”
Las integrantes Las Gambas al Ajillo, la corrosiva agrupación que renovó la escena teatral de la década del ‘80, regresan mañana a los escenarios teatrales para sumarse a la saga de la exitosa “Monólogos de la vagina”, en su versión porteña.
Por Silvina Friera
El desparpajo y la originalidad de esas mujeres irreverentes, políticamente incorrectas, que brillaron inicialmente en el Parakultural como Las Gambas al ajillo, no puede explicarse sin relacionarlas con el movimiento underground que se estaba gestando en los ‘80 de la mano de Los Melli, El Clú del Claun y toda una camada de artistas trashumantes que desfilaron por diversos sótanos y boliches. Con humor corrosivo, y la impunidad de un sarcasmo sin límites, María José Gabín, Laura Market, Verónica Llinás y Alejandra Flechner revolvieron las aguas de un teatro en estado letárgico. Dejaron un remolino de personajes esperpénticos –las monjas, la lisiada que bailaba con las muletas, las sifilíticas, entre otros–en sólo cuatro espectáculos durante 8 años de trabajo. Un torbellino de anécdotas irrumpe durante la entrevista con Página/12, horas antes de que se cumpla la fantasía del regreso, con la exitosa Monólogos de la vagina, de Eve Ensler, mañana en la sala Pablo Picasso del Complejo La Plaza (Corrientes 1660).
Sin la presencia de Market, una de las piezas fundamentales de Las Gambas, la química entre Gabín, la Flechner y Llinás se mantiene intacta. Mientras la magia del encuentro empezaba a circular durante los primeros ensayos, hacia fines de diciembre, la hecatombe económica, social y política sumergía a la Argentina en un horizonte imprevisible. “Nos aferramos al trabajo porque si mirás lo que sucede en el país, te deprimís muchísimo”, dice Llinás. “Como nadie sabe qué va a pasar con su vida mañana, tener un proyecto en mano, cuando hay semejante incertidumbre, te salva –coincide Gabín–. Es un nivel de crisis que nunca vivimos. Es muy fuerte lo que está pasando.” Para Flechner resulta imposible hacer hipótesis con respecto al futuro. “Hay que vivir el día a día y ver qué mierda hacer. Tenemosconciencia de lo que está sucediendo y pondremos toda la carne en el asador para realizar nuestro aporte”, dice.
–¿Cómo ven a las Gambas en el contexto del under de los ‘80?
Verónica Llinás: –Fuimos emergentes de una situación general, que fueron los años posteriores a la represión. Había una enorme necesidad de romper algunas barreras. Eramos especialistas en derrumbar todos los límites posibles.
María José Gabín: –Llamábamos la atención por ser un grupo de mujeres haciendo humor.
Alejandra Flechner: –En ese sentido, hacíamos un humor negro y bestial, políticamente incorrecto, que está en las antípodas de Monólogos..., que va al choque, pero dentro de una corrección política, no es un espectáculo de trincheras o tirabombas.
–¿Cómo recibieron el libro de Gabín, Las indepilables del Parakultural?
V.L.: –Como con María terminamos bastante distanciadas, cuando me enteré de que estaba terminando el libro, pensé: “Esta enana hija de puta me va a matar”. Sin embargo, ella analizó cuestiones que nos habían pasado y percibí un cierto reconocimiento de aspectos que yo pensaba que no había registrado. Eso me reconcilió profundamente con ella.
A.F.: –Cuando leí el borrador, me dio diarrea, otitis, nefritis, cálculos, me pegó tan fuerte, que creo que no pude hablar durante varios meses (risas). Me movilizó enormemente, no era algo ideológico sino puramente estomacal. Después lo volví a leer y me pareció buenísimo que expusiera su mirada de las cosas. No tiene ninguna importancia que yo tenga otra. Mis diferencias respecto del libro son las que puedo tener con ella cuando hablamos de algo artístico. Lo que más me divierte es el rol de María como recopiladora de Las Gambas: guardó hasta el primer volante que hicimos como grupo. Se acuerda de gente de la que yo no puedo recordar ni siquiera la cara. En el libro queda reflejado el espíritu de Las Gambas y esa mueca burlona con la que nos reíamos de todo.
–En ese rol ¿intentó realizar un análisis de esa década?
M.J.G.: –Sí. Me gustó exceder nuestro tema y poder hacer de primera mano un registro sobre esa época. El libro nos da un ámbito más sólido, nos legitima como grupo que integró parte de la historia del teatro .
A.F.: –Nunca cupimos en la historia oficial, estuvimos siempre en al costado. Esto es para los que se jactaban seriamente del teatro argentino, que siempre nos pareció una bosta. La historia oficial ignoró a grupos como Los Melli, El Clú del Claun, a Urdapilleta o Tortonese, incluso hasta la Organización Negra, que en ese entonces iniciaba sus shows en Cemento. Decían, peyorativamente, que todos hacíamos parodia. Siempre atacamos a la intelligentzia que establece cuál es el buen teatro argentino. Me encanta no pertenecer a ningún grupúsculo teatral. Prefiero estar en el borde sucio de la alcantarilla.
–¿Cuáles fueron los principales aportes que realizó el under?
V.L.: –La metodología de trabajo: se inventó la forma de crear sin ninguna escuela especial, nadie siguió los métodos de fulano o de mengano.
A.F.: –Algo novedoso era el humor. La gente salía a decir las verdades de Perogrullo que se habían aguantado en el ojete durante la dictadura. Burlarse de la miseria es mucho más cruento, lapidario y crítico que ser piadoso. En los 80 nosotras salimos a reírnos de nuestro propio horror.
–¿Esa manera de reírse del propio horror las convirtió en un mito?
M.J.G.: –No sé si fuimos o somos un mito, es un apelativo enorme para un grupo que hizo cuatro espectáculos en sólo ocho años. Aunque resulta algo desproporcionado, es cierto que permanecemos en la memoria colectiva de toda una generación. Un mito se conforma cuando una persona muere joven o bajo circunstancias trágicas. Quizás la única forma de continuar el mito de Las Gambas al Ajillo es que nunca más volvamos a estar juntas.
–¿Qué les pareció el texto de Eve Ensler para “Monógos...”?
V.L.: –Para nosotras, que dijimos barbaridades espantosas sobre el escenario, de golpe mencionar la palabra “vagina” como si fuera algo osado, nos parecía exagerado. Lo primero que nos preguntamos es por qué no le decían “concha”. Pero después, cuando vimos el espectáculo, nos resultó interesante el juego.
M.J.G.: –En el libreto, el monólogo de Bosnia era un hueso. Cuando lo vi en el espectáculo, cumplía una función, el hueso estaba como molido. Muchos materiales cobran una dimensión distinta en escena. Además, la mirada de Lía Jelín, femenina y pícara, le dio al espectáculo algo particular.
A.F.: –Seguimos siendo fogosas, apasionadas. La posibilidad de aceptar personajes tan diferentes de los que hicimos es una cuestión seductora y calentita. Una muerde fácilmente el anzuelo.