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El paraíso de los independientes

Mañana empieza una nueva edición del Festival de Sundance, la muestra que Robert Redford creó hace 20 años y hoy es casi la antesala de Hollywood.

Desde hace treinta años, Robert Redford se propone hacer frente, a su manera, a la gigantesca infraestructura cinematográfica de Hollywood. De su idea de crear una especie de “paraíso para creadores independientes” nació el Instituto Sundance, una organización que trabaja durante todo el año apoyando y estimulando a jóvenes realizadores que de otra forma quizá nunca podrían llevar sus proyectos al celuloide. Con el mismo espíritu fue creado el Festival de Cine Independiente de Sundance, que se realiza todos los años en medio de las imponentes montañas de Utah, y cuya edición de 2002 empezará mañana. Allí se encontrarán algunos de los nombres más prominentes del ámbito independiente. Muchos de ellos son hoy desconocidos para el gran público. Unos pocos, tal vez, en un par de temporadas encontrarán un lugar “del otro lado”, es decir en Hollywood, la escena mayor.
Más allá de su prestigio indie, a medida que fueron pasando los años -el Instituto de Sundance festejará el próximo mes de abril su veinte aniversario– el festival al que en sus comienzos asistían algunos pocos, y a regañadientes, se convirtió en uno de los eventos cinematográficos más importantes en Estados Unidos. Como lógica consecuencia, muchos realizadores independientes sienten que poco queda del espíritu que dio inicio al Festival allá por 1982. Sin embargo, para Redford, quien a los 64 años está intentando reavivar su carrera como actor, lo más importante son los proyectos que vieron la luz gracias a Sundance. “Al principio no conseguía suficientes películas para mostrar y ahora casi no se puede caminar por las calles de Park City durante el festival”, explica Redford, más entusiasmado que nunca. En 1989, las cosas cambiaron drásticamente en Sundance, después de proyectar el primer largometraje del cineasta Steve Soderbergh, Sexo, Mentiras y Video. Antes de ser mostrado en el festival, nadie en Hollywood quería darle siquiera una oportunidad. Pero poco después todo cambió, y resultó uno de los films independientes más exitosos de los últimos años. Y Soderbergh, ya se sabe hasta dónde llegó. Desde entonces, el festival se convirtió en la plataforma de lanzamiento de cineastas como Quentin Tarantino y Kimberley Peirce y de artistas como Brad Pitt y Liv Tyler.
Películas como Trainspotting, Shine, Memento, Brassed Off y más recientemente In the Bedroom fueron estrenadas en Sundance. Con la acidez que lo caracteriza, el director Atom Egoyan sostiene que “el festival se convirtió en la fantasía de todos los cineastas: uno se presenta, tiene éxito y luego firma un contrato en Hollywood”. Pero más allá de los intereses comerciales que surgen sobre la marcha, Sundance cambió la forma en que la industria cinematográfica ve a las producciones independientes. “Independiente no es necesariamente sinónimo de una película mal hecha”, remarcó Redford. De acuerdo con Geoffrey Gilmore, codirector del festival, “es casi imposible definir lo que es un film independiente y Sundance es en parte culpable de ello”. Sundance no hace distinciones genéricas, pero muchos coinciden en que quizás el mayor impacto del festival esté focalizado en uno de los géneros que, en otros ámbitos, es dejado de lado: el documental. Para Redford, los documentales son las películas del futuro. “El documental es una de las formas de expresión más poderosas”, afirma el actor.
El año pasado, Redford fundó junto a Nicole Guillemet, codirectora del festival y encargada de seleccionar los documentales que participan cada año, la “House of Docs”, un lugar donde los realizadores de documentales pueden reunirse durante el festival para contactarse e intercambiar ideas con otros realizadores del mismo género. “Con toda la actividad comercial que se realiza durante el festival, mucha gente se olvida de que éste continúa siendo un evento para realizado para los cineastas”, afirmó Redford, que a pesar de reconocer el éxito de Sundance siente un fuerte rechazo por la extremada comercialización del festival. De todos modos, nadie puede decir que Redford desconoce la naturaleza del negocio cinematográfico. Por otra parte, el Instituto de Sundance es menos conocido que el festival, pero su alcance y sus ambiciones son mayores. Fundado por Redford, en medio de las montañas cerca de su propia vivienda, la organización busca ser un vehículo para que directores, escritores, actores y compositores puedan trabajar en armonía, lejos de las presiones comerciales. “Mi idea era simple: tratar de mantener el ambiente lo más simple posible, alejado del dinero”, recordó Redford. Para financiar los programas del instituto, Reford llevó a la práctica varias ideas. Entre otras cosas, construyó un resort y lanzó un catálogo con productos regionales. Pero esto no es suficiente: Sundance debe recaudar cada año unos cinco millones de dólares en donaciones para sobrevivir. “Sundance es la única estructura cinematográfica que conozco que no ha sido corrompida”, afirmó John Cameron Mitchell, quien tras dos laboratorios de verano en el instituto desarrolló su musical Hedwig and the angry inch. “Muchos me recomendaron que no realizara el film porque los estudios de Hollywood no estarían interesados en distribuirlo. En Sundance nunca escuché esto. Robert ha utilizado su poder en el medio para hacer el bien y no creo que exista nadie en este negocio que esté dispuesto a hacer lo que él ha hecho”, concluyó Mitchell.

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A los 64 años, Robert Redford sigue apostando por Sundance.
Del festival surgieron, entre otros, Tarantino y Soderbergh.
 
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