ESPECTáCULOS

“Podía oler su verdadera identidad”

Durante seis meses, Carlos me relató cada una de sus experiencias. En todo momento se mostró conmovido en sus recuerdos, pero en algunas ocasiones llegué a ver cómo sus ojos se humedecían al ritmo de los acontecimientos. Quería que documentara todo en el libro, al que ya planeaba como un postrero pedido de perdón a sus dos hijos. Buscaba reconciliarse con ellos. Los que siguen son extractos de esos relatos. Hablan del submundo carcelario, de los personajes del hampa, de que la corrupción policial y judicial no fueron invento moderno.
u “Eran tres. Estaban de civil, pero podía oler su verdadera identidad. Me asusté. Dos se pusieron adelante como para preguntarme algo y el tercero me puso un tremendo golpe en un riñón que me dobló en dos. Me metieron en el auto. (...) Me sentaron en una cama que no tenía colchón. Me esposaron por la espalda y una pierna a la pata de la cama. Me vendaron la boca. ‘Sabemos que tenés algún dinero, que comprás merca de contrabando, que tenés un lindo departamentito en Barracas. Andá pensando lo que vas a decirnos. En un rato volvemos.’ (...) ‘Bueno, Frattini. Desvestite, pero que ni se te ocurra sacarte la venda porque así como estás te tiramos en un zanjón’. (...) Enseguida sentí como si me arrancaran un pedazo de carne debajo de la axila. Grité y grité sin sonido. Mi cuerpo se curvó en el aire sin control.”
u “Decirle botón a un pesado era lo peor que se podía hacer en ese reducto cerrado de 3 por 8. Se me vino encima revoleando su pelapapas. Agarré una tabla que Dios había abandonado a mi alcance y sin miramientos se la partí en la cabeza. Como el ‘Petiso’ andaba con zuecos se resbaló y se cayó. Yo le seguí dando con la madera una y otra vez. Lo estaba destrozando, la sangre salpicaba por todos lados. Fue una suerte que ‘Chupete’ me separara. No sé cómo no lo maté. El ‘Petiso’ quedó muy feo.”
u “Otro pesado de aquellos fue el ‘Pichón’ Laginestra. Nunca nos encontramos en la calle. Siempre fue en Devoto. Tenía todas las condiciones de un hombre: gran amigo, muy respetado y querido por todos, pero muy verdugueado por la yuta. Cayó infinidad de veces y se escapó otras tantas. Con Villarino y los hermanos Prieto formaban parte de la crema de los pesados. Una de sus historias espectaculares fue la fuga de la cárcel de Rosario colgado de una soga, en medio de los tiros. Los cobanis se volvieron locos buscándolo. Se había fabricado un aguantadero adentro de un camión cisterna.”

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