ESPECTáCULOS
Las múltiples caras de una leyenda
El mito de Prometeo narra una y otra vez la misma historia contando el sinnúmero de variaciones que se han ido fraguando a lo largo de los siglos. En Prometeo encadenado, del dramaturgo Esquilo, Prometeo, condenado por haber robado el fuego de los dioses y haberlo regalado a los mortales, sufre el castigo de Zeus, un dios asustado y autoritario. Fedro (30 a.C - 40 d.C), fabulista latino, liberto de Augusto, escribió sobre el mito de Prometeo para explicar el origen de la homosexualidad. El “culpable” fue Prometeo, autor del barro que conforma a los hombres. Estuvo todo un día modelando por separado las partes de cada sexo para aplicarlas a los cuerpos correspondientes. Pero, inesperadamente, recibió una invitación de Baco para cenar. Como regresó borracho y mareado, puso sexos femeninos en cuerpos masculinos y sexos masculinos en sexos femeninos.
Calderón de la Barca escribió en 1669 la comedia La estatua de Prometeo. En esta pieza, Prometeo no quiere modelar hombres sino la figura de la sabiduría (Minerva). Rechazado por sus compatriotas, que lo ven como un hombre ilustrado y peligroso, con la estatua consigue nuclear a la comunidad: el simbolismo religioso es un mecanismo de cohesión más sutil que la ley racional. El Prometeo de Goethe (escrito entre 1773 y 1774) muestra al símbolo de la personalidad que anhela formar un imperio. Los hombres que creó se le sublevan, demostrando que no son simples figurillas de barro. Frankenstein fue escrita por Mary Shelley a los 18 años. La escritora reconoció haber asistido a numerosas discusiones de carácter filosófico así como de experimentos de Luigi Galvani y de Giovanni Aldini (que estimulaban la actividad nerviosa a través de descargas eléctricas sobre cadáveres). Sin embargo, el interés por la creación de la vida tampoco agota el significado de esta obra.